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Tras el deceso de Jesús Franco hace apenas unos días, nos encontramos ante otra pérdida, la de Bigas Luna. Para nosotros, siempre será el autor de Angustia, y el cineasta que comenzó su carrera de una manera tan fascinante como Bilbao o Caniche

El director barcelonés Bigas Luna ha fallecido a causa del cáncer con el que venía luchando en los últimos tiempos. Luna, a quien hoy por hoy apenas se le vinculaba con “nuestro cine”, ha sido sin embargo una referencia incontestable para los aficionados al cine fantástico patrio, dado que sus primeras películas se movieron en ámbitos extremadamente afines, y hacían presagiar un director innovador, provocador y muy interesante al que parecían gustarle las historias inquietantes y los personajes tortuosos.

Así fue en su opera prima, Bilbao (1979),  historia de un psicópata interpretado por Angel Jové que se enamora más allá de lo enfermizo de una prostituta apodada Bilbao (interpretada por Isabel Pisano). El psicópata, que en su vida privada es un pusilánime controlado por su madre y que jamás había hecho nada digno de mención, decide secuestrar a la mujer y quedársela para sí como si de una cosa se tratara, en un paroxismo obsesivo y fetichista por poseerla.

A continuación, Caniche (1979), descripción de una morbosa pareja de hermanos (de nuevo Angel Jové, ahora con Consuelo Tura), extravagantes, maniáticos, fetichistas, obsesivos, que llevan una vida decadente en un ambiente opresivo y maloliente. Y sí, el caniche del título forma parte de una de las desviaciones sexuales que les caracterizan: la zoofilia de ella.

Incluso podemos meter en esta primera oleada de inequívoco sabor a perversión Tatuaje (1978), adaptación de la célebre novela policiaca de Vázquez Moltalbán protagonizada por el detective Pepe Calvarho, o la fallida Renacer (1981), con la participación de Dennis Hopper, en la que una pareja trata de defenderse del acoso de un predicador tras descubrirse que la mujer tiene los estigmas de la crucifixión de Cristo.

Pero si hay una película fundamental de Bigas Luna, esa es sin duda Angustia (1987), clásico de culto del cine de terror en su modalidad espiral de “cine dentro del cine”: dos planos de realidad, uno es una película en la que un psicópata (muy inquietante Michael Lerner) obsesionado con los ojos se dedica a matar gente y a arrancarle los globos oculares para coleccionarlos, con el encubrimiento de su madre (mítica Zelda Rubinstein); en otro plano de realidad, esa película del asesino saca-ojos está siendo proyectada en una sala de cine, en la que otro asesino inspirándose en el de la pantalla se pone a matar gente. Dos muchachas adolescentes lo descubren y comienzan a vivir su propia pesadilla, en un juego circular entre película y realidad. Gran cantidad de símbolos y referencias visuales supuestamente subliminales: espirales, caracoles, ojos, hipnosis, etc, en un film osado y distinto, que todavía hoy es de lo más interesante que ha dado el cine de terror español.

Lamentablemente (para nosotros, egoístas), el resto de la carrera de Bigas Luna no siguió por estos derroteros. Otros le van a recordar siempre por su trilogía ibérica (Jamón jamón, Huevos de oro, La teta y la luna) o Las edades de Lulú, pero ya no volvería a ser lo mismo. Siempre conservó, eso sí, su gusto por el erotismo y los fetichismos varios. Pero en todos los demás sentidos, lo prometedor que resultaba en títulos como los que acabo de referir, no volvió a repetirse. Lo cual no quita para que su filmografía posterior tenga momentos muy conseguidos. Pero Angustia solo hay una, y Bilbao y Caniche tenían un halo underground que nunca recupero.

Descanse en paz, en nuestra videotecas y nuestra memoria ya es eterno y nunca podremos olvidar las grandes aportaciones de Bigas Luna.

 

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