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Por fin llegó a nuestras pantallas el remake de Cazafantasmas (Ghostbusters, 1984, de Ivan Reitman), celebre debido a que a los protagonistas originales se les ha cambiado el género y ahora son un equipo de mujeres, y sobre todo por este año de extrañas polémicas a su alrededor, muchas motivadas por la antecitada decisión, lo cual ha generado un fuego de acusaciones de misoginia (en no pocas ocasiones perfectamente merecidas), declaraciones fuera de tono (si alguien ha dicho alguna vez que este remake “ha destruido su infancia”, ese alguien debería hacérselo mirar urgentemente), extraños records (como el del tráiler con mayor número de “no me gusta”), surrealistas movimientos de guerrilla digital (la película tenía una nota de 3,8 en IMDB cuando todavía nadie la había visto, debido a que extraños usuarios nuevos, reales o inventados, se registraban solo para votarla mal), etc. Pero no nos engañemos: todo este tumulto de “odio”, con las inevitables reacciones también de caballeros andantes que la han defendido más por oposición al linchamiento que porque de verdad les gustase la película, a este nuevo Cazafantasmas (Ghostbusters, 2016, de Paul Feig), le ha venido muy bien. Sin él, el film seguramente parecía destinado a pasar con más pena que gloria por la cartelera. Es más, los que somos más suspicaces nos preguntamos cuánto hay en él de auténtico y cuándo de marketing.

Respecto a si los Cazafantasmas son hombres o mujeres, déjenme recordarles que en realidad no hay nada inherentemente masculino en el concepto central de la película de 1984. Cada una de las escenas de la original es fácilmente transportable a un universo paralelo con personajes del sexo contrario. Permítanme recordar también que desgraciadamente Harold Raimis falleció, que Rick Moranis está retirado y que Bill Murray lleva muchos años negándose a hacer un Cazafantasmas 3. Así que, si no vamos a contar con el reparto de la otra, ¿qué más da si los nuevos personajes son chicas? En realidad esto es algo que ya se hizo con otro icono de las infancias de los 80, Karate Kid, cuando en El nuevo Karate Kid (1994, de Christopher Cain) el señor Miyagi (Pat Morita) ya no entrenaba a Daniel-san (Ralph Maccio), sino a una muchacha interpretada nada menos que por una por entonces poco conocida Hilary Swank, y entonces no pasó nada.  Así que dejen de dar la tabarra por ahí, que en esta decisión no hay ningún problema.

El problema en todo caso está en que las comparaciones son odiosas, y más allá de géneros, en Cazafantasmas de 1984 se dieron cita algunos de los talentos cómicos surgidos del famoso Saturday Night Live más prominentes del momento, como Bill Murray, Dan Aykroyd o Harold Ramis, que venían de hacer películas hoy tan míticas como Granujas a todo ritmo o Desmadre a la americana, y que estaban definiendo cual iba a ser el tono de la comedia americana de aquella década.  Y sin embargo en Cazafantasmas de 2016, el actual elenco, aun estando divertidas, no puede luchar contra eso. Ese es el detalle. Por eso esta versión no tiene capacidad de eclipsar la original, aunque sí funciona bien como nuevo anexo, y se puede hacer sobre ella una lectura de meta-texto sobre sobre los resultados de la mitificación.

Pero seamos justos: si vas a la película con una mente abierta, resulta divertida, alegre y juguetona, y en ciertos aspectos encuentra su propia voz a la vez que es respetuosa con el original. Los efectos especiales hacen un trabajo limpio de actualización de los fantasmas y de aquellos efectos gaseosos del original, y la ventaja del CGI moderno es que el abaratamiento permite que salgan más fantasmas que en la original (en la que en realidad salían pocos)

Al igual que el original, la fuerza de la nueva película está en sus personajes y en su química como equipo. Una vez más se une a cuatro actores cómicos que forman, básicamente, una pandilla a la que apetece pertenecer. Se ha dicho que los cada uno de los personajes de Kristen Wiig, Melissa McCarthy, Leslie Jones y Kate McKinnon parece una versión de los personajes memorables que encarnaban Bill Murray, Dan Aykroyd, Harold Ramis y Ernie Hudson. Es así, y curiosamente es la continuada servidumbre a los cánones establecidos por la original uno de los aspectos menos interesantes de ésta. Se echa de menos un poco más de libertad, de frescura. Los cameos de los actores de la película original tampoco convencen, se supone que deberían ser momentos muy míticos, y no pasan de guiños menores.

La estrella revelación es Kate McKinnon, es la estrella más destacada de la película, como Murray terminaba quedándose con el primer lugar de la otra.

En definitiva, “Los Cazafantasmas” es divertida y tonta (de una manera positiva), y sí, pasa el test de Bechdel, y no, no va a ser recordada con la película original. Pero nada de eso debería ser problema ni herir sensibilidades, ¿no? Con una perspectiva suficientemente amplia y un mínimo de sentido del humor, se la puede encontrar como poco tremendamente entretenida. Denle una oportunidad, déjense de religiosidad sobre ciertas películas de los 80.

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