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Es raro y sumamente difícil resultar original en nuestros días. También lo es que una película apueste con la interconexión de tantos elementos e ideas diferentes y salga airosa como lo ha hecho la de Nacho Vigalondo, jugando en las ligas de la comedia, el intimismo, la evocación del estilo del cine independiente americano,  el kaiju eiga, o incluso cierto “shyamaliano” apuntes sobre el género de superhéroes.

Colosal trata sobre una encantadora e inmadura muchacha, Anne Hathaway, con problemas con el alcohol y las fiestas que le acaban de costar la relación con su novio, que trata de desintoxicarse y de empezar de nuevo regresando a su aburrido pueblo natal, en donde se reencuentra con un antiguo compañero de colegio (Jason Sudeikis), que sigue soltero y pretende ayudarla, con escondidas aspiraciones románticas. Pero también es la historia de la aparición de una criatura gigante en Seul, parecida a Godzilla, y que causa la devastación ante el pánico de los reporteros de todo el mundo. Ambas cosas están relacionadas de una manera sobrenatural, y las claves claves de dicha conexión darán pie a una historia de redención y viaje iniciático a la madurez.

En un magnífico ejemplo de progresión,  la primera vez que Gloria (Hathaway) escucha la notica sobre la cosa de Godzilla, pisoteando en la capital coreana durante un breve intervalo de tiempo durante la noche, acaba de despertar con una resaca épica, después de haberse emborrachado hasta el olvido en el pequeño Bar de la ciudad de propiedad de su amigo de la infancia Oscar (Sudeikis). La conexión no hace clic hasta la siguiente vez y es todavía en la siguiente cuando comienzan a entregársenos las pistas de cómo funciona el asunto, aunque aún no entendamos exactamente qué, cuánto ni por supuesto por qué. Descubrimos que el kaiju es como una marioneta teledirigida por ella, al principio desde su desorden y frustración, poco a poco desde su absoluta conciencia de ser ella el monstruo. No hacen falta sobre-explicaciones. Basta con una imagen, la de Gloria parada rascándose la cabeza, algo que el monstruo reproduce igual de confundido, para contarle al espectador la mecánica de lo que está pasando.

Anne Hathaway ha entrado en la fase más interesante de su carrera, alejándose de la clase de papeles en los que la teníamos encasillada. Además aquí tiene oro puro, una oportunidad como hay pocas, de mostrar una variedad de registros que la muestran encantadora, indefensa, simpática, arrepentida, valerosa, cambiando según la situación o varias mezcladas a la vez.

El fuerte de la película es la relación entre Gloria y Oscar, jugando con las expectativas del espectador para tampoco dejarse caer en lo predecible. Incluso cuando la naturaleza posesiva del personaje de Sudeikis se muestra, aún hay unas cuantas oportunidades en las que no sabrás qué más va a pasar, si el guion va a ser capaz de recuperar al personaje, y el actor en su mejor actuación hasta la fecha, mantiene todas las posibilidades vivas durante un tiempo impresionantemente largo.

No todo lo que Vigalondo lanza en la mezcla funciona. Es decepcionante que el Gloria-monstruo se encuentre explicado a través de un flashback de la infancia, para atar todo con una cinta ordenada. Imagínese si un astrofísico llegó al “Día de la Marmota” para darle a Bill Murray la razón científica de su horario: mataríamos la película. Seguramente Colossal tampoco tenía que haber entrado en explicaciones.

Pero así y todo esta es la mejor película de Nacho Vigalondo, tan personal como acertada.

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