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El ilusionismo, la magia, la prestidigitación, tal vez el arte escénico más completo, visual e hipnótico que existe, siempre ha pasado por el terreno del cine de forma muy esporádica, casi de puntillas y sin hacer ruido. Pocos ejemplos de películas sobre magia podemos encontrar, que las hay, sobre todo en los últimos años. Y sin embargo, es el único lugar donde podemos ver cosas aparentemente imposibles hacerse realidad, y muchas veces, sin necesidad de efectos especiales.

“El Increible Burt Wonderstone”, película sobre el tema protagonizada por Steve Carell y Jim Carrey, es un perfecto ejemplo de película sobre magos y una auténtica irreverencia en el tema, pues  para alguien que, como un servidor, es ilusionista, no se le escapan numerosas referencias a tópicos del género que se tratan de forma muy cómica.

Hay que conocer muy bien el mundo del ilusionismo para reconocer en la pareja que forman los dos Steves, Carell y Buscemi, como Burt Wonderstone y Anton Marvelton, una clara referencia a los míticos Siegfried and Roy, que han llenado durante años las butacas de su espectáculo en Las Vegas. Esa es una de las facetas de la magia.

Otra es la del mago de toda la vida, el clásico ilusionista con smoking y chistera que asombró al público desde finales del siglo XIV, con sus apariciones de palomas, sus juegos de aparición y desaparición con cigarrillos y cartas, y su impecable elegancia. Éste personaje está representado por Alan Arkin en el papel de Rance Holloway, un ilusionista de prestigio en los últimos años de su carrera, creador de una caja con juegos de magia que inspira a un joven Burt a seguir su senda en los escenarios. En esta faceta podríamos encontrar a los grandes mitos de la magia como Harry Houdini, Slydini, Thurston o a niveles más cercanos, Arturo de Ascanio.

Y la tercera faceta es la del mago más actual, Jim Carrey como ese ilusionista callejero que sorprende al público en cualquier ciudad realizando un juego que deja impactada a su “víctima” y al público que espontáneamente les rodea. Aquí se hace un claro homenaje a los espectaculares Criss Angel, David Blaine y Dynamo, que crean espectaculares efectos como el de caminar sobre el agua, subir andando por una pared o permanecer durante semanas atrapado en una urna de cristal, algo que se parodia claramente cuando Jim Carrey intenta pasarse varios días aguantando las ganas de orinar o se propone dormir sobre un montón de carbones ardientes.

De hecho, en una de las frases de Steve Gray, el mago que interpreta, dice algo así como “para sorprender al público no basta con sacar un conejo de la chistera, ahora hay que sacarse el corazón del pecho” y eso mismo fue lo que hizo David Blaine en un programa de televisión. Introducir su mano en su pecho y sacarse el corazón ante las cámaras.

Por supuesto, no podía faltar el imprescindible cameo del actual rey de la magia, David Copperfield, (al igual que en una película de superhéroes Marvel no puede faltar el cameo de Stan Lee) a quien el protagonista le propone ser su pareja en el espectáculo bajo el nombre de “El Increíble Burt Wonderstone… y David”. Para morirse.

Dejando aparte las referencias que, repito, un buen mago reconocerá y un espectador puede que no tanto, la película cuenta la consabida historia de “chico marginado que se hace amigo de otro chico marginado y son amigos de por vida hasta su edad adulta, cuando comparten una actividad conjunta, pero surge un rival que les supera y ellos terminan por enfrentarse entre sí, pues uno es más altruista con los demás, mientras que el otro tiene el ego subido por las nubes, y en todo este embrollo aparece la chica de turno que se enamora del prota pero se ve apabullada por su egoísmo y surge la imprescindible crisis que aparece a mitad de película y que termina resolviéndose con unas disculpas y un acto de contrición por parte del personaje principal, que además vuelve a reunirse con su amigo, se queda con la chica y arregla los errores de su pasado mientras que el rival sufre una dura lección”.

Además de como ilusionistas enfrentados, los protagonistas también enfrentan sus dos tipos de humor, el más sutil de Carell y el totalmente histriónico de Carrey, cada uno en su línea habitual, que ya mostraron compartiendo pantalla en “Como Dios”, de Tom Shadyac. Y en mi opinión, Carrey gana la partida.

De todas formas la película no deja de ser un entretenimiento muy apto para aquellos que gustan de las comedias sin pretensiones, que ya desde la época de Charles Chaplin, pasando por Bob Hope, Danny Kaye o Jerry Lewis en la época dorada del cine, Chevy Chase, Dan Ayrkoyd, Martin Short o Steve Martin en los 80 y 90, y Jack Black, Rob Schneider, Adam Sandler en nuestros días han provocado carcajadas en varias generaciones de espectadores. Todos ellos al servicio de la risa, del humor tan necesario que nos aparta por momentos de la rutina diaria, casi siempre menos agradecida que una comedia hollywoodiense.

En los últimos años hemos visto varias películas sobre ilusionistas como “El Truco Final”, “El Último Gran Mago”, “El Ilusionista” y la más reciente “Ahora Me Ves”, pero todas ellas tratadas desde una perspectiva seria. Esta es, posiblemente, la primera película de magos que trata el tema con desfachatez, pero sin dejar de hacer valer el arte del ilusionista, tal y como demuestra el personaje de Rance Holloway cuando hace aparecer una paloma de un salero, Burt Wonderstone se queda boquiabierto y su mentor le dice que esa sensación que está sintiendo en ese momento, es lo que le hizo a él entrar en ese mundo de la magia.

Y con eso os tenéis que quedar, amigos, con la sensación que os invade cuando veis un efecto mágico totalmente inexplicable, cuando frente a vosotros, a pocos metros, quizá delante de vuestras narices, veis materializarse una paloma de la nada, ver como una mujer dividida por la mitad vuelve a ser recompuesta vivita y coleando, o un mago vuela sobre el escenario sin nada que le sujete. Esa sensación de incredulidad, eso que os deja a cuadros, eso que os quita el sueño durante varios días preguntándoos “¿cómo narices lo ha hecho?”. Eso es la magia.

Y como el cine también tiene su propia magia, os recomiendo que veáis cuantas más películas de magos podáis, y que acudáis a todos los espectáculos de magia que os encontréis en vuestra ciudad, aunque ya conozcáis los trucos, aunque los hayáis visto, por que el auténtico mérito de la magia no es lo que veis, sino el trabajo de creación, elaboración y presentación que hay detrás, al igual que el mérito de una película no es la película en sí, sino el guión, la interpretación, la dirección, todo lo que, en conjunto, os presenta la historia que os emociona, que os hace reir, llorar o pasar miedo.

Y eso solo se puede experimentar en la oscuridad de un cine, nunca comparable al salón de tu casa.

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