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Se cumplen 10 años desde que se presentase primero en Sundance y luego en Sitges Hard Candy, un título incómodo, apasionante, terriblemente escurridizo, que en su día consiguió cierta repercusión, pero que con el tiempo ha venido a entrar con total comodidad en la categoría de película de culto. Eclosión y descubrimiento de Ellen Page, presentación del director David Slade (que nunca más ha vuelto a estar a la altura), aprovechamos la ocasión para rememorar sus interesantes dobleces.

 HARD CANDY: ALICIA EN EL LADO OSCURO.

“La crueldad tiene corazón humano.” William Blake (“Canciones de Inocencia y Experiencia”)

Cuando Gore Vidal decía que aún no habíamos alcanzado la civilización entre otras cosas se refería a cómo es posible que haya gente que les parezca bien la Pena Muerte (o sea: que el estado pueda mantener un tiempo a un ser humano encerrado como un animal a la espera de ser ejecutado fría y administrativamente). Y algunos defensores de la pena capital (o simplemente del ojo por ojo) suelen poner ese ejemplo de ¿Y si se tratara de un violador y asesino de niños? ¿No sería mejor ejecutarlo para que pague de verdad por lo que ha hecho? Obviamente tanto yo como la sociedad en realidad no sabemos qué hacer con una persona así. ¿Qué debería hacerse en el caso de José Bretón que asesinó a sangre fría y de forma premeditada a sus dos hijos pequeños? ¿Soluciona algo tenerlo encerrado como a un animal el resto de sus días? ¿Nos sentiríamos mejor ejecutándole en público para gozo nuestro y escarmiento y advertencia a los potenciales asesinos de niños? ¿Nos debemos romper la cabeza ideando una forma de rehabilitar a este hombre? y sobre todo ¿realmente tenemos ganas de perder el tiempo en arreglar la vida de personas como José Bretón? No tenemos soluciones a lo que consideramos aberraciones del ser humano. Y lo curioso (o irónico) es que el Hombre desde que es hombre ha matado, violado y robado y seguirá haciéndolo por los siglos de los siglos y no hay sistema judicial, Estado o psiquiatría que arregle eso ni lo prevenga. Admitamos de una vez que en nuestra naturaleza está el instinto salvaje natural de cualquier animal que pisa la Tierra (ya lo dijo Mark Twain, no se puede ser nada peor que ser humano) y desde ahí trabajemos en alcanzar la civilización. No lo digo yo ahora, ya lo decía Vidal en su día.

HARD CANDY: UN GUIÓN INCÓMODO.

Cuando el trío formado por David W. Higgins (productor), Brian Nelson (guionista) y David Slade (director) empezaron a hacer circular el guion de Hard Candy (2005) por Hollywood se encontraron con que ningún estudio importante iba a dejarles filmar la película como querían así que se decidieron por realizar una producción independiente en pos de la libertad creativa, un paso valiente ya que evidentemente tenían una historia potente e impactante entre manos que cualquier estudio podía ver como un posible éxito sorpresa de taquilla. Y es que el argumento que gira en torno a una adolescente de 14 años que monta una trampa a un hombre de 32, aficionado a las menores (y del que ella está segura violó y asesinó a otra menor) para secuestrarlo, torturarlo y castrarlo en su propia casa no puede pasar desapercibido para cualquiera que esté metido en la industria del cine. Desde luego el asunto daba mucho juego, el problema del guion deHard Candy (para los grandes estudios) es que lejos de ser una historia maniquea del ojo por ojo que saciara los más bajos instintos justicieros de la plebe (esa plebe, y yo siempre me he considerado un vulgar plebeyo, que en los 80’s consumía con pasión las míticas pelis de Charles Bronson y Chuck Norris) resultaba un texto lleno de matices, dudas y ambigüedades que dejaban al espectador sumido en dudas, interrogaciones y reflexiones (vamos, que le hacía -con perdón- pensar)… Y provocar dolores de cabeza morales al espectador no era sinónimo de taquillazo. ¿Alguien realmente piensa que a los multicines van chavales a preguntarse por las dudas existenciales mientras devoran palomitas, se sacian con Coca-Cola y tienen un ojo pendiente de su móvil para controlar lo que se dice en Twitter o Facebook? Obviamente Hard Candy era carne del mercado indie (festivales y lugares de compra-venta de ganado indie o presuntamente indie), de libertad creativa y de riesgo (y también, por qué no decirlo, de conseguir muchos premios en festivales, acumular prestigio y entonces cobrar buenos sueldos en un gran estudio haciendo cine palomitero y comprarte una buena choza en Berverly Hills…de hecho el director David Slade se dedicó luego a filmar 30 Días de Oscuridad y seguidamente una entrega de la saga Crepúsculo, ni qué decir tiene que el hombre agarró la pasta y se olvidó de volver a meterse en el berenjenal del cine complejo de calidad…actualmente el director se gana las habichuelas en la tele). Pero que quede claro que todo empezó porque “algunos hombres buenos” se encabezonaron en hacer cierta película de cierta manera. A eso que se le llama personalidad (o dicho en plata y con acento machista: cojones) hay que recompensarla en una industria a la que le gusta tanto mangonear a la gente (y al público). Por una vez nos querían vender una película que no nos mangoneara o al menos que no lo hiciera burdamente.

HARD CANDY: OBRA MAESTRA DE LA TENSIÓN Y LA EXPECTACIÓN.
(LA SIGUIENTE SECCIÓN CONTIENE SPOILERS TOTALES: INCLUSO SE DESVELA ABIERTAMENTE EL FINAL DE LA PELÍCULA. SIGUE LEYENDO BAJO TU RESPONSABILIDAD O SALTA AL SIGUIENTE APARTADO “ANTES LA ESTÉTICA QUE LA ÉTICA”)

En los primeros 20 minutos del film tenemos a Hayley una chica de (supuestamente) 14 años que ha quedado en una cafetería con un fotógrafo de 32 que ha conocido en un chat y ella se muestra dulce y seductora. Al llegar a casa del fotógrafo (para unas fotos, of course) se toman unas copas, ponen algo de música y vaya… el fotógrafo cae redondo y despierta atado y dándose cuenta de que ha caído en una trampa. La dulce adolescente de 14 años ahora es una especie de Charles Bronson pero en versión aún más fría y retorcida. Empieza una sesión de tortura infernal para el fotógrafo…que empieza a ser acusado de todo tipo de atrocidades… ¿Es culpable este hombre?

El film que adelanta el giro inesperado en 20 minutos con respecto a un clásico revolucionario de género como Psicosis (matar a la prota a mitad de metraje!), se convierte en un intenso interrogatorio donde la protagonista adolescente, con una notable superioridad moral y en posesión de la verdad absoluta (o al menos eso cree ella), empieza una serie de lecciones morales que parece deseosa de aplicar al fotógrafo aficionado a las menores. Como si de un juicio popular se tratara, aunque con grandes dosis de tensión, intriga y misterio, la pequeña Hayley empieza a desollar moral y emocionalmente (y lentamente) a nuestro fotógrafo que en un principio no sabe muy bien si lo de que una adolescente le ate debe preocuparle o excitarle. Pero Hayley lo tiene muy claro: ante sí tiene a poco menos que un pedófilo asqueroso mientras él trata de demostrar que no es un pederasta (ni qué decir tiene que los términos pedófilo y pederasta están mal usados, pero no vamos a entrar ahora en eso, en la cultura popular pedófilo es igual a violador de niños y punto, y todo el que roce a una persona menor de edad es pederasta, al menos sobre todo en la cultura USA). Así el grueso del film es el duelo (interpretativo también, por supuesto) entre la adolescente y el adulto por ver quién tiene razón, quién se equivoca y cómo demonios acabará la cosa… Hayley lo tiene claro y Jeff, el fotógrafo de ninfas, también. Lo que convierte la parte central del metraje en un delicioso thriller de acción sin salir de casa (esas dinámicas imágenes de Hayley registrando la casa) en pos de investigar y demostrar que Jeff es poco menos que el nuevo Mengele.

Una vez se descubre el pastel (esa caja fuerte que la, a estas alturas, inteligentísima Hayley ha logrado abrir y sacar las pruebas definitivas contra Jeff) pasamos a la tortura redentora de verdad: Hayley se empeña en castrar al fotógrafo enemigo de los hímenes adolescentes. Toda esa secuencia de la castración es la parte más dura del film, donde el fotógrafo pervertido se muestra más humano (aunque en realidad nunca se baja del burro del todo porque no es capaz de admitir toda la verdad de sus actos) mientras Hayley entra directamente en la galería de psicópatas irónicos definitivos (impagable el momento en que la adolescente mete los presuntos testículos extirpados en la trituradora de la cocina y comenta “No, no eran de metal.”) y a estas alturas podría protagonizar ella solita “Henry, Retrato de una Asesino“.

En la recta final (cuando Jeff descubre que lo de la castración ha sido un simulacro) el film tiene sus momentos inevitables de corre-que-te-pillo entre los dos protagonistas (donde ya se confunde quién persigue a quién) pero al final es Hayley la absoluta vencedora de este aberrante duelo cuando Jeff acaba suicidándose de forma voluntaria (tras un último diálogo entre los protas devastador y brillante) y la pequeña y resuelta adolescente se marcha por donde vino con media sonrisa bajo la capucha roja, cual Caperucita Roja Feroz (sin que sepamos, y esto es lo mejor, quién puñetas es, de dónde ha salido, qué le motivaba de verdad y ni siquiera si realmente tenía 14 años…).

Uno de los grandes aciertos del film (y más concretamente del guion) es que siempre mantiene la tensión y la expectación sobre qué diablos pasará a continuación. Cosa harto difícil si tenemos en cuenta que casi toda la intriga del film está en primer lugar en descubrir si realmente el personaje de Jeff es tan culpable como lo pinta la adolescente (o simplemente al hombre le va la carne fresca y mira pero no toca). Si Kubrick en su Lolita le preocupaba sobremanera mantener el interés del espectador una vez que en su film Humbert se hubiera acostado con la niña (Kubrick tenía muy claro que la gene iría a ver el film por ese morboso motivo principalmente), aquí el guionista debía conseguir que la historia se sobrepusiera al gran descubrimiento que se hace abriendo la caja fuerte del fotógrafo y buscar nuevas maneras de que el espectador siga en tensión. Para ello las distintas subtramas (el castigo de la castración, las preguntas sobre Norma Mauer, la proposición de suicidio como fin del infierno, implicar a la ex-pareja de Jeff) logran perfectamente su función de mantener la tensión hasta el final y casi no nos hemos recuperado del desenlace cuando ya tenemos en pantalla los créditos finales.

Por supuesto con un guion tan complejo y rico en matices (pero muy claro en su exposición, nunca hay momentos de gran confusión) hay muchas lecturas que podemos hacer. Desde la división del mundo en Buenos, Malos y los que No Se Enteran (el personaje de Sandra Oh encarna desde luego a las personas que no se enteran de qué va la cosa en este mundo) hasta el enfrentamiento de la perspectiva adolescente (en la adolescencia nos gustan las cosas esenciales, fundamentales, las grandes verdades, vemos el mundo dividido en blanco y negro sin apenas matices de gris) con la adulta (la madurez nos hace ver que el mundo lejos de ser idealista y simplista como creíamos en la adolescencia, es complejo y plural, sobre todo moralmente, y aprendemos de la experiencia que los valores absolutos no son aplicables, sobre todo a las personas). Pero además la historia y los temas tratados dan para un debate infinito que cada cual hará bien en desarrollar y explorar…

ANTES LA ESTÉTICA QUE LA ÉTICA.

Hard Candy fue una de las pioneras en destacar en los créditos iniciales el oficio de colorista digital, en este caso de Jean-Clement Soret que se hacía cargo de la impactante estética del color en el film. Si las grandes producciones de Hollywood llenaban sus pelis de pantallas verdes y efectos espectaculares por ordenador en este pequeño film independiente (se rodó sólo en 18 días) los FX serían los que darían a la película una gama de tonos y colores alterados digitalmente para intensificar momentos y emociones. Así en muchas conversaciones clave entre el personaje de Ellen Page y Patrick Wilson el tono de piel de ella cambia ya sea del rosado normal a un gris inquietante o pasando por diferentes tonalidades que muestren emociones palpables como frialdad, crueldad, etc. También el uso de los trucos digitales se usó para realzar y cambiar colores (por ejemplo, ese rojo chillón muy presente) y dar sobre todo a la casa del personaje de Jeff un toque de fascinación estética acorde con el hogar de un fotógrafo que al fin y al cabo debe ser una persona con una sensibilidad estética especial. En los formatos DVD y Blu-ray el film brilla en todo su esplendor y el uso de la coloración digital es simplemente espectacular (unido a un montaje y una puesta en escena brillantes). Un ejercicio sorprendente para una peli de presupuesto muy limitado.

ELLEN PAGE: SIN ELLA NO HAY PELÍCULA.

Cuando los responsables del proyecto se decidieron a buscar a la protagonista femenina de Hard Candy estaban sin duda ante el momento más delicado de la producción: buscar a una actriz que interpretara un papel tan complejo y difícil y que aparentara, encima, tener unos ingenuos 14 años para dar el pego. La suerte es que se encontraron con Ellen Page, actriz canadiense que todo lo que tenía de bajita y menuda lo tenía de talentosa y de valiente (en su anterior film Mouth To Mouth se había rapado la cabeza al cero ¿qué actriz quinceañera se rapa su larga y querida cabellera por una peli alternativa que no va a ver nadie? Estaba claro que la Page era una chica comprometida y audaz, justo lo que necesitaba Hard Candy). De hecho cuando el director David Slade vio la prueba de vídeo que mandó Ellen Page se quedó impactado, no sólo por su talento sino que con aquella cabeza rapada parecía un niño de doce años (lo cual la perjudicaba para el papel, director y productor llegaron a dudar ante una chica con la cabeza rapada que parecía un chico) pero no hubo muchas dudas, en cuanto Ellen Page leyó su texto de prueba estaba claro que tenían ya a Hayley, la cría aparentemente dulce e ingenua que luego se volvía poco menos que en una refinada psicópata que haría temblar a todo un Gilles de Rais.

Ellen Page es para mi gusto no solo la mejor actriz de su generación o del Nuevo Milenio sino la mejor de las actrices norteamericanas de las últimas décadas (en reñida competencia con Michelle Williams. Si incluimos a las británicas debería mencionar a Carey Mulligan). De hecho no se me ocurren muchas actrices norteamericanas que como ella se puedan comparar con los grandes talentos franceses (Juliette Binoche, Marion Cotillard, Adèle Exarchopoulos),… y es que la escuela naturalista francesa no tiene mucha competencia ¿verdad?

Canadiense de apenas metro y medio de estatura, Ellen Philpotts-Page, fue una actriz infantil que empezó a participar en películas cada vez más comprometidas. Así desde la muy noña e infantil I Downloaded A Ghost (2002) hasta la muy alternativa Mouth To Mouth (donde se rapó la cabeza) fue pasando por distintos papelitos dramáticos (Marion Bridge, Wilby Wonderful) y series televisivas de culto (Trailer Park Boys, ReGenesis). A partir de su demostración de poder en Hard Candy su vida laboral dio un vuelco y el mismísimo Bryan Singer tuvo que ir a su casa a convencerla para participar en X-Men 3 (lógico que la chica se negara en principio a un papel tan amorfo y poco interesante). Y sin dejar de lado el cine más indie y experimental (The Tracey Fragments, Peacock, Super y el bombazo sorpresa de Juno, nominación al Oscar incluida) se aventuró en el cine de alto presupuesto (Origen, X-Men: Dias del Futuro Pasado) hasta llegar a Woody Allen (A Roma Con Amor) que le escribió un papel a su medida. A día de hoy Ellen Page parece sin embargo muy alejada del cine más comercial y parece más cómoda en el cine indie intentando encontrar proyectos de calidad (como ese film que ha rodado con Julianne Moore sobre una policía lesbiana), aunque uno de esos proyectos fuera la decepcionante The East (2013), donde sorprende su interpretación fría e insípida. Sin embargo ya ha compilado una filmografía realmente potente con títulos de culto desde las ya muy conocidas Hard Candy y Juno hasta derroches de su talento plural en cosas como An American Crime (donde era una adolescente encerrada y torturada en un sótano…de hecho Ellen Page dejó de comer durante el rodaje para sentirse como la protagonista…cosa que no le hizo mucha gracia al director del film), Super (donde se convertía en la heroína de tebeo más cutre, salida y cachonda del cine), Peacock (auténtico film de culto instantáneo dando una vuelta de tuerca a una trama a lo Psicosis de Hitchcock), Roller Girls (donde interpretaba a una adolescente que se volvía loca por las carreras femeninas sobre patines donde se reparten hostias. Fue el debut en la dirección de Drew Barrymore) o Gente Inteligente(en la que interpretaba a una adolescente republicana y puritana que se enamoraba del hermanastro de su padre). Esperemos que al talento de Ellen Page le sigan llegando papeles arriesgados e interesantes (supongo que ya a estas alturas no le ofrecerán más papeles de adolescente!) y nos regale actuaciones tan espectaculares como en el pasado. Y es que estoy seguro que si Ellen Page tuviera las tetas y el culo de Jennifer Lawrence ya tendría al menos dos Oscars.

A VUELTAS CON LA ESTÉTICA.

Es curioso (y de Hard Candy se podrían analizar detalles curiosos hasta el fin de nuestros días) que algunas de las imágenes icónicas del film hayan sido producto de la casualidad (como muchas veces pasa). El aspecto andrógino de Ellen Page (que la hace aparentar mejor los 14 años del papel, ella tenía los 17 ya cumplidos) sólo era debido a raparse la cabeza en su anterior film. Y la tan traída capucha roja que luce Ellen Page (como metáfora de Caperucita Roja en la historia) fue producto de otra casualidad…pero mucho más enrevesada. Uno de las manías más curiosas de Ellen Page (manía fetichista) es su fascinación por las chaquetas deportivas y los abrigos con capuchas. En todos sus anteriores films luce distintas capuchas (en I Downloaded A Ghost salía con una marrón y con un chaleco con capucha también marrón, en Marion Bridge lucía hasta tres tipos de chaquetas deportivas con capucha, una negra y otras dos azules, y en Wilby Wonderfulaparece con la famosa capucha roja que luego se vería en Hard Candy también). Ahora bien el misterio se complica, en torno al asunto de las capuchas, cuando en IMDB.COM podemos leer que Ellen Page asegura que la chaqueta con capucha de Hard Candy era naranja y que le cambiaron el color en el film y en el famoso poster de la película digitalmente. No sé de dónde sale esta información, sólo sé que enWilby Wonderful la actriz ya lucía una capucha exactamente igual a la de Hard Candy de color rojo y que en los audiocomentarios de Hard Candy comenta su afición a las capuchas. Cuando tenga tiempo habrá que investigarlo (!). Otro detalle, igual de fetichista para la actriz, es el asunto de los cinturones. En Hard Candy el curioso cinturón que luce lo sacó de una chaleco salvavidas (!), es el cinturón con que te ajustas el chaleco salvavidas; en su anterior film, Marion Brigde, en cambio, luce ostentosamente en sus vaqueros un cordel bastante burdo a modo de cinturón con un lazo de lo más infantil. Quien quiera seguir con el asunto que revise la filmografía de la Page y cuente las capuchas y cinturones raros con los que suele aparecer (después de convencer a los atónitos directores de turno).

Por cierto, que la actriz Sandra Oh (la única estrella de Hard Candy) participara en el film también se debe a Ellen Page, ella la atrajo al proyecto pues se hicieron muy amigas en el rodaje de Wilby Wonderful donde ambas participaron (aunque no compartieron plano en ingún momento) e incluso participó en la promoción de la película.

LEWIS CARROLL Y HARD CANDY.

Lewis Carroll (Charles Dogson en la vida real) se convirtió en mito de la cultura occidental con su libro “Alicia en el País de las Maravillas” (la obra más influyente y citada de Occidente después de la biblia y las obras de Shakespeare). Pero Carroll (1832-1898) no sólo fue un escritor de cuentos infantiles sino también un religioso (a punto estuvo de ser sacerdote), un matemático (publicó libros importantes sobre álgebra y lógica) y uno de los fotógrafos más reputados de su época, especialmente si hablamos de retratos infantiles (en una época en que la fotografía era una actividad muy compleja reservada a especialistas y que, entre otras cosas, había que conseguir la suficiente paciencia para que los retratados estuvieran quietos durante todo el tiempo que necesitaba una foto para realizarse, por eso era más complicado retratar niños). De hecho se calcula que más de la mitad de su obra fotográfica está dedicada a las niñas y entre ellas llegó a acumular una importante colección de fotografías de niñas desnudas que tuvo la precaución de destruir (y en algunos casos devolver a las familias de las niñas, pues eran fotografías que él mismo había hecho) antes de su muerte (sólo han sobrevivido seis de esas fotografías, aunque se supone que existen más en colecciones privadas que a día de hoy no se han hecho públicas). Así que tenemos a un hombre de treinta años que una gloriosa tarde paseando en barca con su amiga la niña Alicia Lidell le cuenta un cuento nuevo (que acabaría convirtiéndose en Alicia en el País de las Maravillas) y ese hombre es un empedernido solterón cuya vida social se centraba en cultivar la amistad con las niñas (a las que incluso llegaba a invitar a cenar a su casa a solas) y que resultaba que una de sus pasiones era fotografiar niñas (con o sin ropa). ¿Os suena de algo un personaje así? Sí, claro, el Jeff treintañero, fotógrafo y apasionado de las ninfas menores deHard Candy no deja de recordarnos al enigmático y genial escritor británico. Y sin embargo aún no he podido leer ningún artículo de cine o reseña (supongo que la habrá, no creo ser el único que ha visto los paralelismos) que haya señalado o analizado esta evidente referencia (quizá porque casi todo el mundo ha visto más fácil empecinarse con el cuento de la Caperucita Roja, a propósito de la explotación por parte del departamento de marketing del film de utilizar la capucha de Ellen Page como símbolo iconográfico). Sin embargo las reflexiones sobre la fotografía de Jeff, las paredes llenas de fotos de adolescentes, las fotos más delicadas guardadas en la caja fuerte (Carroll también tenía sus fotos de niñas desnudas lejos de la vista de cualquiera, celoso y a la vez temeroso de que alguien pudiera malinterpretarlas) y esa vida dedicada a “captar” menores (Carroll se dedicaba a conocer familias con niñas para acabar haciéndose amigo de las niñas y establecer relaciones de amistad exclusiva que luego refería en sus diarios íntimos, diarios llenos de listas con nombres de niñas que en algunos casos alcanzaban más del centenar de nombres… y también llenos de referencias a un pecado horrible que le atormentaba y que le hacía rogar perdón a Dios… en esos diarios jamás confiesa Carroll a qué pecado se refiere, pero claro es que además, después de su muerte, la familia arrancó varias páginas de sus diarios, y se supone que eran las más comprometedoras…) no puede recordar más al mítico escritor infantil. De hecho Hard Candy incluye una escena reveladora, esa del parking donde el personaje de Jeff se postra ante la adolescente Hayley y diciéndole “A sus pies mi Ama-Niña” le besa los pies desnudos enfundados en sus chanclas. Lewis Carroll, admirador de la belleza infantil como lo era su también famoso compatriota John Ruskin (que también pretendió a Alicia Lidell siendo aún niña), comentaba en algunas de sus cartas a colegas fotógrafos su fascinación por los pies de las niñas y gustaba de compartir ese gusto especial con otros fetichistas del asunto. La fotografía más famosa que le hizo a Alicia Lidell (“Alicia Lidell caracterizada como mendiga“) y a la que guardaba un especial cariño era en la que la niña aparecía ligera de ropa y descalza. En Hard Candy la escena de adoración de Jeff en el parking resulta, sin duda, para cualquiera bastante babosa e incluso provoca vergüenza ajena en el personaje de Hayley, pero estamos viendo un ejemplo de lo que haría el propio Carroll ante una de sus ninfas favoritas.

Curiosamente en el resto del film (y como señalan Ellen Page y Patrick Wilson en los audiocomentarios del DVD) Hayley y Jeff casi ni se tocan y apenas hay tensión sexual entre ellos (Jeff toca a Hayley al principio del metraje y al final y sólo en una conversación cuando Jeff está atado hay una leve ambigüedad en el acercamiento de Hayley a su rehén, pero señalemos que al inicio del film en la cita de la cafetería mientras el personaje de Hayley toma más la iniciativa en la conversación el personaje de Jeff se dedica más bien a contemplarla fascinado en una pose casi de adoración platónica… y es que ya decía Platón que la belleza está para admirarla en la distancia no para manosearla). En los relatos que las niñas amigas de Carroll ya adultas (entre ellas, claro, la propia Alicia Lidell) contaron a los curiosos y estudiosos del escritor siempre declararon que Carroll tuvo con ellas un trato exquisito y que jamás notaron nada raro ni se sintieron incómodas ni mucho menos hubo algún comportamiento inapropiado. Pero quién sabe si, como el personaje de Jeff, el torturado Carroll no escondía en alguna caja fuerte algo que no podía permitir dejar ver a nadie, ni siquiera a sus más queridas amigas que fueron la alegría de su solitaria vida de soltero… (La vida de Carroll resulta tan enigmática y misteriosa que hasta han circulado teorías de que el popular escritor era en realidad Jack El Destripador! Vamos, que el personaje de Jeff sigue imitando la vida de Carroll cuando Hayley le acusa de actividades atroces…)

Vladimir Nabokov (admirador de Carroll y del pintor Balthus, otro adorador de niñas que las retrató muchas veces desnudas o en provocativas poses y cuyo algunos de sus cuadros han estado censurados durante décadas) ya explotaba en Lolita el fetichismo por los pies infantiles (y recordemos que años antes había ya escrito “El Hechicero“, novela corta con el mismo argumento que Lolita, que obviamente le obligó a pasarse toda la vida negando ante los persistentes periodistas que le gustaran las niñas) cosa que llevó al extremo en el film de Kubrick, cuyo plano inicial es James Mason pintando las uñas de los pies de Lolita en lo que era una metáfora del adulto sometido a los caprichos de la nínfula, prueba de la pasión admirativa de Humbert por su objeto de deseo (en la versión de Lolita de Adrian Lyne ese fetichismo por los pies de Lolita era aún más exacerbado, con un Jeremy Irons siempre hipnotizado por ellos). No creo que la escena en el parking de Hard Candy sea producto de la casualidad creativa. El guionista de Hard Candy, Brian Nelson, investigó a fondo el tema del que trataban y aportó muchos matices y referencias que en ocasiones son más evidentes que en otras (a todo esto fue el productor David W. Higgins el que se inspiró para hacer el film en varios casos en Japón de colegialas que planearon emboscadas a hombres adultos…).

CONCLUYENDO

Hard Candy es un film para ver varias veces bajo nuevas perspectivas y sacarle todo el jugo. Un guion tan rico en matices y una estética tan depurada no son habituales en el cine (a mí me ha hecho recordar siempre a la filmografía de Kubrick, cuyas pelis, por más que pase el tiempo, siempre están abiertas a nuevas revisiones e interpretaciones). No abundan pelis que además de su calidad cinematográfica nos plateen tal cantidad de dilemas morales, sexuales y filosóficos. Y que lo hagan con una inteligencia especial y una sensibilidad cuidada y encima tenga la suerte de contar con un director en estado de gracia y unos actores incluso por encima de las exigencias (sobre todo en el caso de Ellen Page que a sus 17 años da una lección de interpretación de la que una Meryl Streep debería tomar nota, ella tan aficionada a los acentos imposibles). En realidad me cuesta creer que exista un film como éste vista el encefalograma plano habitual en Hollywood (ya sea el Hollywood comercial o el pretendidamente indie) y del territorio USA en general. Sin hablar de la estrechez de miras y lo difícil que es plantear ciertos temas o simplemente dar distintas opiniones de igual intensidad sobre cualquier asunto moral. Y bueno, aunque escasean sí que ha habido pelis inteligentes, valientes y arriesgadas que podríamos recomendar en una sesión continua junto a Hard Candy. Ahí está El Leñador (The Woodsman, 2004), un film que se estrenó poco antes de Hard Candy que cuenta la historia de un pederasta que sale de la cárcel e intenta reinsertarse en la sociedad, protagonizado por un excelente Kevin Bacon que se tomó el proyecto como algo muy personal y que embarcó en el mismo a su esposa Kyra Sedgwick que acabó siendo la co-protagonista del film. Curiosamente la peli también explotaba la iconografía de Caperucita Roja (en el título, en la niña con el capuchón rojo en el parque que se acaba relacionando con el personaje de Bacon) y tenía un guion valiente y lleno de matices y reflexiones interesantes. También tenemosTrust (2010), otro film valiente sobre una chica de 13 años víctima de un depredador sexual de Internet que acaba seducida en un hotel con un adulto y que es el inicio de un infierno personal que se intensifica en la posterior y difícil relación de la chica con su padre que no sabe afrontar adecuadamente la terrible experiencia de su hija (el film dirigido por sorpresa por David Schwimmer, más conocido por ser el famoso Ross de la serie Friends, fue toda una revelación en su momento y nos descubrió a Liana Liberato una actriz que nos impactó con sus trece años y un talento desbordante cuyo duelo interpretativo con Clive Owen, su padre en la ficción, fue poco menos que antológico). Y actualmente se habla mucho del último film de Atom Egoyan, Cautivos (The Captive), que ya provoca cierta polémica al tratar el tema del secuestro de una niña, de redes de pederastia y de la reacción de los padres… un tema más de moda que nunca, escabroso y que desde luego inspira a un tipo de cine que cuando es valiente nos asoma a los abismos del más profundo horror humano.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y RECOMENDADA:

-“CHASING LOLITA: How Popular Culture Corrupted Nabokov’s Little Girl All Over Again” de Graham Vickers (Graham Vickers Publisher, 2008)
-“Lewis Carroll” de Morton N. Cohen (Anagrama, 1998)
-“Historia de la Sexualidad” de Michel Foucault (3 Volúmenes, Biblioteca Nueva, 2012)
-“Alicia en el Lado Oscuro” de Pablo Santiago (Imagine Press Ediciones, 2004)
-“Ensayos (1952-2001)” de Gore Vidal (Edhasa, 2007)
-“Stanley Kubrick. Biografía” de John Baxter (T& B Editores, 2012)
-“Aquí Kubrick” de Raphael Frederic (Mondadori, 1999)

 

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