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En el fino equilibrio que hay entre la utilización de materiales clásicos y puros de género, y la cada vez más esquiva posibilidad de originalidad, este film de Billy O’Brien, con estética de cine independiente americano, nos presenta a un protagonista adolescente psicópata, hasta aquí todo según lo esperable. El elemento novedoso se introduce al darle la vuelta a ese concepto: Max Records, el niño de Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are, 2009, de Spike Jonze), interpreta a John Wayne Cleaver, un chico conocedor de que posee una genética típica de asesino en serie, la orientación biológica ideal para convertirse en un peligro para los demás, y que sin embargo, precisamente porque lo sabe y es inteligente, lo mantiene bajo control. Es algo así como un Dexter que hubiese decidido no ejercer, o más bien como Raymond Langston, el personaje que encarnó Laurence Fishburne en C.S.I.

Sin embargo, el hecho de saberse marcado por esa condición, afecta al personaje atrayéndole hacia todo lo que tenga que ver con la muerte, algo morbosamente sobreestimulado por la circunstancia de que su familia es la propietaria, precisamente, de la funeraria local, y también le empuja hacia una obsesión estudiosa sobre la historia y la personalidad de los asesinos en serie, en un fenómeno de atracción-repulsión motivado por una clara identificación con ellos.

Así las cosas, en el tranquilo y pequeño pueblo en el que el muchacho vive comienzan a producirse una cadena de asesinatos reales que lleva toda la impronta de ser obra de un asesino en serie. Ni que decir tiene que el protagonista no puede evitar inmiscuirse y realizar su propia investigación. La suma trenzada de estas dos líneas: la del desarrollo del personaje y la descripción de cómo le marca su circunstancia, y la de la investigación de los crímenes, son I Am Not a Serial Killer.  En ambas cosas al personaje le apoya su única amistad sólida, que mantiene con el señor Crowley, un vecino de avanzada edad interpretado por Christopher Lloyd, que aporta una capa siniestra y amenazante al carisma con el que se le inmortalizó la saga Regreso al futuro.

Un giro final no para todos los gustos, nos llevará a una conclusión en la que la Monstruosidad resultará ser mucho más literal de lo que podríamos haber esperado. No es un mal final para una película bastante interesante.

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