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Laurín es el debut tras las cámaras de Robert Sigl, un alemán que con tan solo 25 años, logró crear una fascinante película, llena de matices, que más bien parece la obra de un director consagrado, que una ópera prima. Con ella ganó el premio al mejor director novel en los Bavarian Films Awards, y fue el director más joven de la historia en conseguir dicho galardón. Por desgracia, posteriormente no ha vuelto ha ponerse tras las cámaras para dirigir otro largometraje, aunque ha rodado varias cosas interesantes para la televisión, como Stella Stellaris (1994), una sofisticada mini-serie rodada en Polonia, una especie de cuento de hadas plagado de humor y aventuras. También dirigió un episodio de una popular serie de acción (Alerta Cobra/Alarm für Cobra 11 – Die Autobahnpolizei) que fue comparado por la crítica con Twin Peaks. Destacar un slasher con toques de giallo titulado School´s Out (Schrei – denn ich werde dich töten!, 1999), que cosechó tanto éxito que rodó una segunda parte (2001), y un par de episodios para la serie de ciencia ficción del canal ShowtimeLexx (1997 – 2000), protagonizada por Malcom McDowell. Actualmente está preparando su vuelta a la gran pantalla y tiene por lo menos cinco proyectos en mente.

El argumento gira en torno a Laurin, una niña de 9 años que vive con su madre y su abuela en un pequeño pueblo costero de Alemania a principios del sigo XX. Su padre es pescador y pasa largas temporadas fuera de casa. La muerte de la madre de Laurín hace que esta empiece a tener extrañas pesadillas sobre las circunstancias que rodearon esa muerte. Posteriormente un nuevo profesor llega a la escuela y este se siente atraído de forma extraña por la niña.

La ambientación que recrea esta película es maravillosa, los paisajes están muy bien retratados y la atmósfera que rodea al filme en tanto perturbadora como poética. Los exteriores se rodaron en Hungría y esa especie de neblina constante que hay, produce una sensación casi fantasmal. Nos encontramos ante una especie de cuento de hadas gótico con un personaje malvado parecido al hombre del saco. Robert Sigl consigue que el espectador tenga la sensación de estar viviendo una auténtica pesadilla, a pesar de no mostrarnos en ningún momento escenas realmente terroríficas, ni usar prácticamente efectos sangrientos ni asesinatos durante el metraje. Para recrear esa sensación se apoya principalmente en los personajes, en una oscura fotografía y en una espléndida música que en ocasiones nos recuerda al cine de Dario Argento. Laurín es una película pausada, algo surrealista por momentos y que ofrece un terror adulto basado más en las sensaciones que en los hechos que acontecen.

Las interpretaciones son realmente buenas, destacando la de Dóra Szinetár, en el papel de la niña, que transmite al espectador una extraña sensación difícil de definir, entre el miedo, la soledad, la tristeza o la melancolía. El resto del reparto aporta a sus papeles unos matices muy interesantes, sobretodo en sus expresiones, que en esta película son muy importantes.

Un aspecto destacable es el retrato psicológico que ofrece de estos personajes. Por ejemplo, el profesor, del que se nos cuenta que en su infancia mataba a los gatos y nos enseña que en la actualidad se queda espiando por la ventana la desnudez de un niño. También su forma de tratar a Laurin, sus miradas y forma de actuar en general, nos muestran a un personaje realmente extraño que consigue inquietar cada vez que aparece. Lo mismo se puede decir de su padre, el cura, que hace todo lo contrario a lo que predica en la Iglesia y tiene amantes por todo el pueblo. La abuela de Laurin, Olga, que se siente frustrada desde que su marido la abandonó por una prostituta y se pasa el día fumando hierba y bebiendo. El padre, el pescador, que antepone el trabajo a su familia.

Como todo debut cinematográfico, se pueden encontrar muchas influencias en esta película, aunque no por ello deja de poseer un estilo totalmente propio y personal. Se nota que el director conoce a fondo el cine de terror. Desde el expresionismo alemán, hasta los maestros del terror italiano, Bava, Freda y Argento pueden verse reflejados en Laurin. Otra de sus influencias puede ser el cine de David Lynch. A veces recuerda a películas como “Picnic en Hanging Rock” (Picnic at Hanging Rock, 1975), la magistral obra de culto de Peter Weir o a “Lemora” (1973) de Richard Blackburn, una especie de cuento sobrenatural que posee una atmósfera muy parecida o “Paperhouse” (1988), la película de Bernard Rose, que trataba sobre los sueños de una niña en la que se le parecía un niño en una casa de papel.

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