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Al prohibir a la gente cosas que le gustan o que tal vez podrían disfrutar, no se consigue más que crear una ansia mayor por esas cosas.”Gore Vidal.

UNA INTRODUCCIÓN MORAL

Las palabras de Gore Vidal (mucho más brillante como ensayista que como novelista, guionista o actor) son evidentes. Y la Moral (a partir de ahora siempre me referiré a la moral occidental) suele acabar más bien prohibiendo cosas que en el fondo forman parte de nuestros instintos naturales. Quizá por eso los filósofos a través de la historia han llegado a conclusiones muy similares sobre la naturaleza de la Moral Humana (otra cuestión sería el uso que creen debemos darle). David Hume (influido por lecturas de su compatriota Hutchenson y la influencia de su gran amigo Adam Smith, autor de “La Riqueza de las Naciones” y economista de fama universal) llegó a la conclusión de que la Moral (y los sistemas morales) sólo son un invento humano (nota 1). No existe en la Naturaleza nada parecido a una Moral. Los animales, los planetas, el Sol, el universo entero son impasibles, indiferentes, al crimen y la maldad. De hecho el Mal (como algo esotérico y mítico) tampoco existe. Existe el egoísmo personal, el afán de satisfacer nuestros deseos. Hume en su “Investigación sobre el Conocimiento Humano” deja claro que nuestra moral se basa en nuestras pasiones, es decir: lo que nos da placer está Bien y lo que nos desagrada está Mal. Ver como un hombre le pega una paliza a un anciano nos desagrada, por eso está mal. Dar un beso a un hijo nos agrada, por tanto está bien. Claro que no existe una sola moral y que al final casi toda moral acaba siendo relativa y habrá siempre gente a la que pegar a un anciano le excite (y lo vea bien) y quien no daría un beso a su hijo porque le resulta una cursilería (y no está bien mimar a los niños). También, rizando el rizo, estará el que creyendo que algo está mal sin embargo no puede evitar sentir placer haciéndolo. Le pego a un viejo porque eso me la pone dura pero luego por la noche no puedo dormir por los remordimientos…

Thomas Hobbes (el autor de la muy influyente biblia política “Leviatán”) ya decía que “el hombre es un lobo para el hombre” (más conocida es su versión latina: homo hominis lupus), que el hombre es un ser antisocial por naturaleza que está dispuesto siempre a la guerra y a la pelea por defender su territorio o poseer el ajeno y que por ello había que protegerlo (y protegerse) construyendo un estado fuerte y absolutista que nos impusiera la disciplina que necesitamos para no descarriarnos, matar al prójimo y vivir en paz (porque en el fondo eso es lo que queremos todos, curiosamente). Así pues el ser humano es un peligro para sí mismo y debe ser tutelado por un estado fuerte y totalitario. También apuntaba que la Moral es un invento humano, necesario pero inventado. Sin embargo Hobbes no era el primero que abogaba por la represión y la disciplina para tenernos controlados. Mucho antes San Agustín en su obra magna “La Ciudad de Dios” sentenciaba con eso de: “La paz es la tranquilidad del orden.” Sentencia que un Hitler podría, seguro, compartir e incluso ejercer. No en vano creo que San Agustín mucho antes que Hobbes o Nieztsche inspiró los totalitarismos europeos y los fascismos ideológicos.

Estas parrafadas que os suelto de introducción es para demostrar que el hombre desde que es hombre ha necesitado la Moral y los límites legales para intentar vivir en paz y no autodestruirse (aunque a veces toda precaución ha servido de poco) y que siempre se ha preguntado por la necesidad de esos límites y lo molestos que son. El cine (que como decía Eugenio Trías, filósofo español y cinéfilo empedernido, es el arte que engloba a todos los demás artes, he ahí su poderosa atracción) es el mayor exponente moral del arte actual y toda polémica y escándalo en torno a él general unas oleadas mediáticas y unas tormentas (en un vaso de agua) que son interesantes de analizar. El cine hoy es, pretende, ser un retrato de la realidad, pero un retrato maquillado, disimulado, hipócrita. Porque tiene miedo a retratarnos como somos en realidad…y cuando lo hace se censura, prohíbe y escandaliza.

Nota 1: Francis Hutchenson, David Hume y Adam Smith se enfrentaron al problema del “cinismo” de su época que creía en disposiciones morales innatas benevolentes y solidarias entre las personas. Estos filósofos morales debían investigar si semejantes cualidades podían surgir en una sociedad expuesta a las tentaciones que traen consigo la opulencia material y si la sociabilidad, la virtud y la justicia eran naturales a la humanidad, o sin embargo construcciones artificiales de individuos interesados.

EL CINE COMO TRANSGRESIÓN

Si tuviera que elegir una película como la más importante de la historia del cine elegiría El Exorcista (1973), no solo ya por su extraordinaria calidad cinematográfica, sino porque la considero el inicio del cine moderno de terror (y lo siento por los que piensan que ese inicio empieza con Psicosis de Hitchcock) y junto con El Padrino (1971) el inicio del cine moderno (frente al clásico y al antiguo sistema de estudios) en general. Además es un film que trata todos los tabúes posibles y desafió a la moral y la decencia de la época. De hecho aún me asombra que se pudiera estrenar (y encima con espectacular éxito) mientras en el nuevo milenio algo tan inofensivo comoHounddog (2007) no pudo estrenarse en salas comerciales y acabó enterrada en el moribundo mercado del DVD tras el boicot de grupos cristianos y asociaciones de padres preocupados ante el supuesto contenido de pornografía infantil del film.

El Exorcista mezclaba violencia, sexo y religión (la santísima trinidad de los tabúes morales) y encima con una niña protagonista de por medio. De golpe y porrazo La Naranja Mecánica (1971) parecía un cuento de la Disney y el gore que hasta entonces se arrastraba por las catacumbas de la serie B, Z y los autocines de mala muerte se veía reivindicado con dignidad artística. Aquí en España tuvimos que esperar hasta su reestreno con nuevo metraje para por fin disfrutar de un doblaje no censurado. Yo el film lo vi con 12 años en familia (gracias a aquel entrañable invento ochentero del video comunitario) y aunque nos reímos de lo lindo viendo la peli (ya sabéis, aquello de “¿Has visto lo que ha hecho la guarra de tu hija?” y demás momentos entre delirantes e inquietantes) estuve varias noches sin poder dormir. Es una peli que me traumatizó. Una peli tan enfermiza que es genial. Y que me confirmaba que si bien había dejado de creer en Dios aún creía en el Diablo. Más que nada porque su obra es más evidente entre nosotros ¿no? Siempre he pensado, a riesgo de ser tomado por reaccionario, que lo correcto hubiera sido prohibir un film así, pero es que es tan delicioso que acabas disfrutando de lo que se suele llamar “placeres culpables.”

Pero El Exorcista y las escenas más escandalosas de su metraje no eran más que el comienzo de una carrera (a veces de fondo, a veces trepidante) por intentar transgredir más y más los límites morales del cine (y por extensión de la sociedad en general). Si en los 70’s los documentales mondo usaban el sensacionalismo más cruel para saciar nuestra sed de morbo y sensaciones fuertes el cine supuestamente más artístico también se apuntaba a las ganas de escandalizar. Maladolescenza (1977) era la increíble respuesta infantil a Emmanuelle(1974). Si Emmanuelle se convertía en icono del nuevo erotismo de calidad Maladolescenza hacía lo propio pero protagonizada por niños. Evidentemente el film solo pudo estrenarse en tres países (Alemania, Italia y nuestra querida España) siendo prohibido en el resto del planeta (pocas pelis han conseguido algo así en la historia). Y en el centro de la polémica de Maladolescenza estaba Eva Ionesco, la niña rubia protagonista centro de un escándalo aún mayor ya que su madre, prestigiosa fotógrafa artística, la había utilizado como modelo erótico desde los ocho años (por ahí circula aún su photo-book “Retrato de una Lolita de 8 años“) haciéndola posar sola o con adultos hasta la edad de 12 años y dejando que protagonizara Maladolescenza (aunque un año antes, la niña, ya había participado en el film erótico Spérmula). Ni que decir tiene que lo más suave que le dijeron a la madre desde la prensa sensacionalista es que prostituía a su hija. Algo que no estaba muy lejos de la realidad.

Pero si los 70’s fue una época de ingenua, aparentemente, pasión por transgredir, los 80’s (y hasta la actualidad) iba a ser un imparable sprint por ver quién rodaba la burrada más grande y lograba el escándalo más sonoro con el fin de recaudar más dinero o hacerse con un nombre. De eso estuvo lleno el cine gore de finales de los 70’s y principios de los 80’s. Porque aunque en los 70’s el cine de exploitation (y el recientemente legalizado, en occidente, cine porno) ya había saqueado temas aberrantes (orgias sexuales en campos de concentración nazis, conventos porno, sexo psicodélico, zoofilia softcore) en los 80’s quedaba ahondar en lo descubierto y simplemente ir siempre un paso más allá desafiando la moral y la Ley.

LA TRANSGRESIÓN EN JAPÓN (COMO EJEMPLO DE LÍMITES QUE NO EXISTEN)

Japón siempre ha estado a la cabeza de la transgresión (al menos para la mentalidad occidental) y nos ha dado mucho para ver y hablar (y escandalizar, claro). La historia del cine japonés ya es original desde sus inicios pero cuando en 1979 aparece Star Of Dave (orgía gore y sexual de padre e hijo que torturan, violan y matan a todo lo que se mueve, aunque preferentemente colegialas) dirigida por Noribumi Suzuki empieza de verdad la carrera por el no va más. En los 80’s es Hisayasu Sato el rey del escándalo combinando historias de incesto, pederastia, violaciones y sadomasoquismo en títulos como “Lolita: Vibrator Torture“, “Wife Collector“, “Abnormal: Ugly Abuse” o “Promiscuous Wife: Disgraceful Torture” dentro de una extensa filmografía.

Claro que la pornografía japonesa se llevaría la palma con cosas como All Women Are Whores (1985) de la productora Nikkatsu mientras su directa rival, Cinemagic, le tomaría ventaja en los 90’s con productos como “SM Torture Freaks” 1 y 2 (1992-93) cuya escena culmen es la paliza real a puñetazos a una chica hasta que esta defeca.

Claro que aquí en España nos contentábamos, por entonces, con pillar alguna copia infecta de alguna entrega de la serie Guinea Pig, Guts Of A Virgin (1985) o las pelis de importación de los sex-shops que a veces nos regalaban barbaridades de la serie Bushido (especializada en sadismo,… vamos, básicamente maltratar a mujeres, sin interacción sexual, para verlas sangrar y amoratarse)

Mientras en Japón se lo pasaban en grande aquí nos escandalizábamos (e intentaban prohibir y perseguir) con tonterías (en comparación) como los dos Nekromantik, The Burning Moon, Black Past y todo el delirante ultragore alemán.

LOS AÑOS 90’s: NORMALIZANDO LO ANORMAL

Los 90’s fue la época de la normalización del concepto freak (“friki “por nuestra tierra) y del gore y el porno (con el fenómeno “gonzo” a la cabeza) más salvaje. Ya no era tan escandaloso el cine transgresor (al menos para el aficionado que empezaba a tener callos en el estómago) y se normalizaba (o insensibilizaba) el espectador que consumía estos productos (y a los demás. padres de familia-amas de casa incautas- jubilados aburridos, se les empezaba a habituar en los videoclubs con el amontonamiento de pelis de mal gusto en las estanterías, que en España se logró gracias a Manga Films y sus filiales de Gorgon Video, Made In Hong Kong, etc). “Sick: The Life & Death Of Bob Flanagan Supermasochist” era el documental firmado por Kirby Dick en 1997 que retrataba la vida y la agonía de un masoca como Bob que, enfermo ya terminal, decidía hacer sus últimos y más brutales experimentos con el dolor, cuyo colofón fue clavarse el pene a una tabla. Y nos acabó por hacernos más gracia que otra cosa.

De ahí la última frontera (o al menos eso creían algunos) eran los vídeos de modificación corporal como los de la colección BME, subproductos difundidos por internet donde la gente compartía sus vídeos caseros de autocastraciones, penes seccionados y divididos en dos, amputación de dedos con un cincel y delirios inclasificables de personas cuyo objetivo en la vida era dejar de ser…humanos normales y convencionales, no querían ser parte de la manada que siempre hace lo que se le ordena. Lo cual tiene su mérito, lo admito.

EL NUEVO MILENIO

Solo hay que comparar cuando en los 70’s se estrenaban cosas como “Holocausto Caníbal” o “Adiós África” provocando un lógico escándalo y revolviéndote el estómago (a poco que fueras sensible al dolor ajeno) y en el nuevo milenio cositas inofensivas como Saw VI,A Serbian Film, 9 Songs o Nymphomaniac acaban con los propios cinéfilos y autoridades competentes poniendo el grito en el cielo y participando en absurdos debates y polémicas.

En el Nuevo Milenio si alguna vez hubo límites morales en el cine deberían estar ya superados pero hemos entrado (quizá porque olvidamos fácilmente el pasado y por eso nos condenamos a repetirlo, que es la famosa consigna que nos legó el filósofo Santayana) en una nueva era de hipocresía, censura (y autocensura) y ganas de ser políticamente correcto. Pero siempre habrá cineastas que quieran jugar a ser transgresores (con transgresiones infantiles, porque ya está todo muy visto y experimentado) y espectadores que se quieran sentir muy ofendidos o impactados (las nuevas generaciones de cinéfilos y cinéfagos aún les queda mucho que aprender sobre los límites del cine, si es que creen que A Serbian Film es el colmo de la brutalidad cinematográfica… de nuevo el desconocer el pasado nos hace creer ingenuamente que las nuevas propuestas son más crudas de lo que son en realidad, nos (les) faltaba perspectiva histórica…)

EL CINE Y LOS NIÑOS

En el tema de los menores (o mejor dicho de los niños) en el cine yo siempre he sido muy tajante y radical: si es ilegal e inhumano hacer trabajar a los menores de 16 años pues respetemos al menos eso. Pero en la hipócrita sociedad capitalista a los niños aún se les hace trabajar (luego nos quejamos del tercer mundo) en el cine, la televisión y la publicidad (por no hablar del mundo de la moda y derivados). No se salvan ni los bebés para los que se inventó (en el cine y la televisión) el truco de contratarlos por parejas y gemelos para así tener siempre uno disponible para filmar o grabar (todo esto que parece tan normal en el mundo laboral a mí me parece poco menos que una aberración). Sin embargo ¿a quién no le gusta ver niños en pantalla con lo monos y entrañables que son? ¿Qué harían emporios como la Disney si no pudieran explotar a los menores a su antojo (para que luego acaben en despojos tipo Demi Lovato o Miley Cyrus)?

Pero dejemos el tema laboral y centrémonos en la pura utilización perversa, que es lo que más ha escandalizado en la Sociedad. Léolo(donde unos críos aparecían violando un gato o manteniendo relaciones sexuales con prostitutas), La Pequeña (con Brooks Shields ejerciendo de prostituta de 12 años y realizando desnudos integrales en formato erótico), Lolita (la versión de Adrian Lyne que fue tachada de pornografía infantil y tuvo problemas para estrenarse en USA), For A Lost Soldier (film holandés y autobiográfico, basado en una biografía real, donde un niño de 12 años se enamora de un soldado americano en plena Segunda Guerra Mundial que le inicia en el sexo anal, y que se ha convertido en icono para ciertas asociaciones de pedófilos que reivindican sus derechos), Misterious Skin (film sobre las secuelas de los abusos a menores cuyo director tuvo que salir en rueda de prensa asegurando que las escenas de sexo pedófilo fueron rodadas con los niños por un lado y los adultos por otro, como si eso nos inquietase menos) o Kick-Ass (cuya polémica se centraba más en la desaforada violencia de hit-girl, interpretada por una Chloe Moretz de 12 añitos). Esos solo son algunos de los ejemplos de films que supuestamente (y a veces sin el supuestamente) se pasaron de la raya. Aunque a mi parecer creo que casi son más tóxicas las series de Disney Channel que hacen apología de los estereotipos sociales (los gorditos son graciosos, los que llevan gafas empollones, los “maricas” peluqueros o modistos) y nos regalan un mundo pretendidamente aséptico y seguro donde no existe el sexo, el racismo ni ninguna clase de bajas pasiones humanas. A mí me divierten las primeras temporadas de “Hannah Montana” y “Sunny Entre Estrellas” pero jamás se las pondría a mi sobrina de 4 añitos, más que nada porque deforman la realidad y acabarían confundiéndola y adoctrinándola con una filosofía hipócrita, machista, consumista y de roles estereotipados que me parece más perjudicial que un desnudo a destiempo. (Como anécdota añadir que el bebé que sale en “Los Zombis Paletos” de la Troma empapado en sangre y vísceras falsas parece que tampoco escandalizó mucho, bueno a mí me escandalizo un poco, para qué engañaros).

Y es evidente que el tema de las colegialas da mucho juego, tanto que incluso en una remota época (los 70’s) fue motivo de una moda europea y mucho escándalo, un solo ejemplo: la alemana “Confesiones de una Chica de Sexto Grado“, dirigida por Ernst Hofbauer en 1970 explotaba el morbo por las colegialas y el fetichismo hacia ellas. Así mezclando escenas eróticas con actores y entrevistas reales con menores contando sus primeras experiencias  (si, casi al estilo documental mondo) tuvo un éxito tan provechoso que su productor, Wolf C. Hartwig, no perdió el tiempo y rodó más de una docena de secuelas explotando la fórmula bajo títulos tan evidentes como “Los Juegos de las Colegialas“, “Los Secretos de las Dulces Quinceañeras” o “14 y Menores.”

ESA PALABRA TAN FEA: PORNOGRAFÍA

A veces las polémicas no tienen mucho sentido. Cuando se estrenan cosas como 9 Songs (2004) o The Brown Bunny (2003) parece que nunca hubiéramos visto una mamada en pantalla. Entiendo que esas pelis puedan escandalizar porque alguien vea un supuesto mensaje machista en ellas (sobre todo en The Brown Bunny con toda una Chloe Sevigny haciéndole una felación real a Vicent Gallo en primer plano, por entonces su pareja así que casi es hacer trampa, mientras éste la trataba poco menos como a una puta) o simple pornografía recaudatoria pero no tiene sentido ofenderse por el sexo natural y real entre seres humanos. Otra cosa es el debate entre pornografía y erotismo. Pero lo dicho, son debates estéticos que a mí por lo menos me parecen de muy poco interés. Y recuerdo que mucho antes de que las actrices anglosajonas intentaran escandalizar haciendo felaciones reales en pantalla nuestra Lina Romay ya lo hizo en Rolls Royce Baby, film de 1975, (de hecho una estupenda felación real que no venía a cuento) y nadie puso el grito en el cielo.

EL CASO MAX HARDCORE

Cuando un día voy y me entero que a Max Hardcore lo han metido en la cárcel por un delito de obscenidad lo primero que pensé es “Pues sí que han tardado.” Porque si alguien, dentro del más que tolerante mundo del porno mainstream ha flirteado con el escándalo y el mal gusto ese es Max (en el pasado también conocido como Max Steiner). Desde su saga Cherry Poppers en los 90’s (donde simulaba iniciar en el sexo a colegialas con pinta de tener 14 años, de hecho solía usar actrices asiáticas porque aparentaba mejor ser menores) tan exitosa como provocadora (uno veía las carátulas y dudaba si aquello no era porno con menores de verdad) acabó por rodar ya en el nuevo milenio vídeos cada vez más salvajes en una frenética competición por la brutalidad con su alter ego europeo Rocco Siffredi. Ambos, Hardcore y Siffredi, eran los iconos del porno machista (el de más éxito a tenor de las ventas) que ya no se conformaban con practicar el sexo de todas las formas posibles sino que para superarse a sí mismos debían alcanzar nuevos niveles de brutalidad y humillación sexual. Lo de empezar a escupir a las mujeres en la cara mientras eran sodomizadas o pegarles de verdad porque sí no lo inventaron ellos pero si lo popularizaron (mientras en los festivales especializados les regalaban premios a diestro y siniestro). Llevaron muchas de las prácticas del porno más sórdido y underground al mainstream para uso y disfrute de los padres de familia que podían así desahogar sus más bajos instintos (es decir, con Max Hardcore saciar la posible fantasía de follar con preadolescentes, con Siffredi tratar a las mujeres como si fueran una mierda, cosa que también procuraba con ahínco Max Hardcore)

Pero Max cometió un terrible error. Si en el pasado se había jactado de vestir a sus chicas como niñas de colegio religioso, simular desvirgamientos e iniciar en los vicios de la vida a las chiquillas (muy habitual era hacerlas fumar, maquillarse o ponerse la ropa de sus mamás mientras fornicaban) y nadie parecía indignarse por ello cuando hizo que una de sus actrices dijera ante la cámara que tenía 12 años (que evidentemente era falso) entonces la Ley vio la ocasión de por fin pillarlo y empapelarlo. El resultado dos años en la cárcel y su web cerrada por el FBI. Eso sí, Max se lo tomó con buen humor y organizó una fiesta el día antes de su encierro invitando a grupos de rock y actrices porno para celebrar la alegría de vivir (impagable la imagen que se difundió de la fiesta con Max en un escenario guitarra eléctrica en mano junto a una chica desnuda)

¿Qué podemos pensar del caso Max Hardcore? Yo la verdad es que no tengo ni idea de qué pensar…sinceramente.

REPRESIÓN, AUTOCENSURA E HIPOCRESÍA (ESTAMOS HABLANDO DE USA, CLARO, NUESTRO PADRE CULTURAL ACTUAL)

Y es que la represión en los USA (y la autocensura) es el pan de cada día, y no solo ahora. ¿Es que nadie se dio cuenta de lo absurdo que era que un asesino de niños como Freddy Krueger no asesinara a ningún niño en todas las pelis que protagonizó? A veces detalles como esos son más enfermizos que los supuestos contenidos irreverentes del cine gore y de terror. Supongo que nos toman por tontos, a los espectadores digo. Y es que Sade tenía razón cuando escribía aberraciones no solo para escandalizar a la sociedad represora y bienpensante sino como expresión de libertad. Solo mi Deseo es la ley, sentenciaba cada vez que  podía. A finales del siglo XIX estaban muy de moda los Dandys, el Simbolismo y toda una revolución cultural que en parte reivindicaba la rebeldía, el Mal frente al Bien burgués e hipócrita. Había que elegir el Mal, en palabras de Luís Antonio de Villena, para no acabar asfixiado por la represión religiosa, social y pseudoliberal. El Malo era libre frente al buen ciudadano aburrido pero que era más peligroso ya que sustentaba una sociedad materialista, consumista y enjaulada en las buenas costumbres y la hipócrita moral cristiana. A veces el cine más impactante solo tiene un objetivo: sacudir las mentes y despertarlas de su sueño dogmático (al estilo Kant). Hacernos dudar sobre lo que está Bien y Mal, y de que hay algo más allá de nuestras estrechas limitaciones morales, políticas y sociales.

Y es que como decía Jesús Palacios en el que quizá sea su único artículo interesante: hay artistas, como Clive Barker por ejemplo, que acabaron teniendo miedo de dar miedo. De traspasar ciertas normas no escritas (pero también las escritas) y perderse ellos y quedarse fuera del pastel comercial del mundo real (que al fin y al cabo todo se hace por dinero, el arte siempre es lo primero que se sacrifica). Siguiendo con el ejemplo de Barker, el buen hombre acabó facturando novelitas de fantasía inofensiva que casi parecen escupir a la cara de los antaño míticos “Libros de Sangre“. De sus pelis puede decirse lo mismo. Miedo a dar miedo. Miedo a transgredir “demasiado” la moral imperante…

Rimbaud y Verlaine (que acabaron fornicando e intentándose matar) escribieron un “Soneto Al Ojo del Culo” para reírse de la sociedad hipócrita de su época. Pocos poemas han sido tan nauseabundos y necesarios. Porque hasta los poetas tienen la necesidad de decir que el mundo es algo más que flores y bellos sueños. Los cineastas también tienen esa necesidad, aunque casi siempre con el objetivo de amasar dinero no de decir algo que realmente necesiten expresar.

LA MODA/EL FENÓMENO/LA LEYENDA SNUFF (MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES)

Tesis (1996), la peli de Amenábar, puso de moda entre los jóvenes españoles el fenómeno de las pelis snuff, aunque justo un año antes ya había iniciado la moda “Historias del Kronen” (1995) con aquel personaje interpretado por Jordi Mollá que se sentía fascinado y ansioso por conseguir alguna peli que mostrara la tortura, violación y asesinato de una mujer o niño (yo, en esa época, conocí a más de un chaval pensando lo mismo, encontrar y visionar una peli snuff al precio que sea). No tardó en reflejarse también el fenómeno en USA con su más claro exponente: “Asesinato en 8mm“. Ni que decir que todas, con relación al tema snuf, eran pelis inofensivas pero puso sobre la mesa el debate (o mejor dicho el morbo) por un fenómeno que aunque se ha intentado maquillar (incluso por una supuesta autoridad como Román Gubern que a pesar de  los propios datos que aporta en su libro “La Imagen Pornográfica Y Otras Perversiones Ópticas” sigue manteniendo que el cine snuff es una leyenda urbana…) ha acabado influyendo en el cine moderno, para bien o para mal, en pelis recientes como las de la saga Hostel o Train (ésta protagonizada por la tetuda de Thora Birch, que ha acabado, con el futuro prometedor que tenía, protagonizando subproductos de esta calaña) que en sus hipócritas propuestas acaban retratando la Europa del Este como único caldo de cultivo de las más aberrantes prácticas cinematográficas. En realidad el fenómeno snuff es mundial, universal, y muy antiguo (desde los inicios del siglo XX, casi con la invención del propio cinematógrafo) Pero queda siempre mejor cuando el horror está fuera de nuestras fronteras.

Siempre que me preguntan por lo más fuerte que he visto en cine siempre respondo lo mismo: no lo más fuerte (de eso jamás voy a escribir) pero lo que más me impactó fue una peli porno de zoofilia rumana que me encontré en un viejo sex-shop. Alquilé la cinta por pura curiosidad (un VHS de importación, era finales de los 90’s) y quedé impresionado por lo que pude ver. Mujeres masturbándose con cabezas de pollos muertos (con el añadido, mira que sanas, de poner preservativos a las cabezas de los cadáveres) o esas mismas mujeres sujetando a un lechón (cría de cerdo) para que un paleto de campo lo sodomizara mientras el animalillo chillaba como un condenado. Después de eso pensé que no podía haber nada más desagradable para contemplar en una pantalla. Por supuesto me equivocaba (el ser humano siempre está dispuesto a ir más allá, es pura necesidad existencial) pero sigo recordando aquella sórdida cinta rumana como lo más desagradable e incomprensible (sobre todo esto es lo que me inquietaba, lo poco lógico de la propuesta sexual…) que ha pasado por mis sentidos.

CONCLUSIÓN (EL CAMINO DEL EXCESO CONDUCE A LA SABIDURÍA…O A LA AUTODESTRUCCIÓN)

Después de este viaje por los límites (morales, legales, sociales) del cine acabo concluyendo que El Exorcista sigue siendo la película más transgresora de todas. No ha sido superada (¡) y todo lo que vino después creo que resultó hasta redundante. ¿Se puede superar la imagen de una niña de doce años intentando masturbarse con un crucifijo ensangrentado? Lo dudo, el nivel de transgresión (sexual, violento, religioso) es tan profundo que el espectador medio apenas puede asimilarlo y por ello, a veces, tiene menos efecto del esperado (también, a día de hoy, el espectador medio está más insensibilizado, como la mayoría de la humanidad habituada a ver cosas atroces cada día en los medios… pero solo preocupados por llegar a fin de mes no si en Gaza han muerto diez niños en una nueva masacre) pero a poco que me paro a reflexionar el horror mítico y ancestral del film, sus implicaciones metafísicas, la lectura psico-sexual (algunos lo describían como una metáfora del despertar sexual de una pre-adolescente!), las provocaciones religiosas, la interpretación social (madre divorciada cría a hija sola…para algunos eso aún está mal visto, el hogar sano es aquel con padre y madre y buena relación conyugal y filial) y la fascinación por el Mal puro (en contraposición del Bien puro de una niña inocente). Cuando visiono El Exorcista los delirios japoneses, el ultragore alemán, las pelis de erotismo infantil europeas y el porno más salvaje dejan de tener importancia. El miedo que me provoca aún el film, la sorpresa que aún me depara cada escena impactante, lo transgresora que es la obra en sí y los múltiples análisis que resiste aun me fascina. Y es una fascinación que me dura desde los 12 años, cuando la vi por primera vez. Así, pues, en estos últimos 40 años de cine, al menos para mí, casi no ha pasado nada de relevancia. Si, muchas polémicas, muchos escándalos, ríos de tinta, análisis sesudos, libros a favor y en contra del cine transgresor, tirones de pelos entre críticos de cine, cineastas, intelectuales y hasta políticos, casos flagrantes de censura, conflictos judiciales, niños explotados en el cine, padres indignados…pero todo eso ya estaba en El Exorcistay su estreno (y su época). No hay mucho de nuevo en todo lo acontecido en estos 40 años. Si, ha habido pelis más burras menos sutiles, intentos de desagradar y hacer que apartemos la vista de la pantalla. Pero eso también estaba en El Exorcista. ¿Qué ha aportado el cine de transgresión en estos 40 años que no lo hiciera ya en su día El Exorcista?

La teoría que voy a aportar no es nueva, ya San Agustín tenía una visión estática (quietista) de la historia de la humanidad. Es decir; la historia se mueve de forma cíclica, el mundo y las personas parecen condenados a no salir de cierto círculo vicioso. Todo cambia un poco (o eso parece) para seguir igual. No hay un infinito de posibilidades para el ser humano (aunque en su arrogancia lo crea). Thomas Hobbes quizá lo explicaba muy bien: “Cuando decimos que algo es infinito, lo único que queremos decir es que no somos capaces de concebir la terminación y los límites de las cosas que nombramos. No tenemos concepción de esas cosas, sino de nuestra propia incapacidad.” Nuestra mente es finita y por eso nos repetimos. La historia del cine, como la del mundo, es cíclica, se repiten errores y aciertos. La neofilia (pasión por la novedad) se impone pero olvidando lo viejo acabamos por reinventarlo o redescubrirlo (o peor aún: repetirlo) bajo supuestas nuevas formas. Todo está inventado, solo queda darle apariencia de novedad. Los jóvenes cinéfilos se aburren de los veteranos y viejos cinéfilos. De las viejas costumbres y legados pero sus nuevos inventos, sus nuevas sensaciones se basan en viejos vicios. No salimos del círculo vicioso. Pueden, a veces, cambiar las reglas (y las leyes) pero no así los instintos y deseos básicos del ser humano. Como las crisis económicas y los revivals en el mundo del arte y la moda, el cine está condenado a repetirse, a reciclar, aremakear hasta el infinito. Hay falta de ideas, se lamentan algunos, Hobbes ya dijo que nuestra mente es finita, que no nos hagamos ilusiones. Borges, añadió, que la eternidad solo duraría lo que la raza humana durara reproduciéndose. No hay infinito posible. No hay infinitas posibilidades para el ser humano. Aunque soñamos con que la Voluntad humana (y la imaginación, claro) no tiene límites. Y quizá todo tiene una base capitalista, que es la religión que nos tiene hipnotizados, que ha hecho del mundo algo aún más cíclico, estático. Así cabe recordar lo que Vattimo dijo en su libro “El Fin de la Modernidad. Nihilismo y Hermenéutica en la cultura posmoderna“: “Ahora en la sociedad de consumo, la renovación continua (de la vestimenta, de los utensilios, de los edificios), está fisiológicamente exigida para asegurar la pura y simple supervivencia del sistema. La novedad no tiene nada de revolucionario, ni de perturbador, sino que es aquello que permite que las cosas marchen de la misma forma.”

El cine tiene límites, sí, al final hemos llegado a atisbarlos. No hay un infinito más allá. Pero aun así existen más limitaciones que las materiales o de la imaginación. La limitación moral. Algunos cineastas (y no cineastas) han intentado romper esos límites para llegar al más allá (quizá con la única intención de saciar la muy natural curiosidad humana). Pero fuera de la moral, como ya advertía Hobbes, solo hay anarquía y horror, y peor aún: autodestrucción. Más allá del cine solo está el fenómeno snuff…y más allá del snuff no hay nada. Absolutamente nada.

SELECCIÓN DE BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y RECOMENDADA:

The Incredible Strange Film Book de Jonathan Ross (Simon & Schuster, 1993)
Deathtripping. The Cinema Of Transgression de Jack Sargeant (Creation Books, 1995)
Incredible Strange Films de Vicky Vale y Andrea Juno (1986)
Inmoral Tales. Sex And Horror Cinema In Europe 1956-1984 de Pete Tombs y Cathal Tohill (Titan Books, 1995)
La Noche de los Sexos Violentos de Álex Zinéfilo (Glénat, 1999)
Nuestro Lado Oscuro. Una Historia de los Perversos de Élizabeth Roudinesco (Anagrama, 2009)
La Imagen Pornográfica y Otras Perversiones Ópticas de Román Gubern (Anagrama, Edición Revisada y Ampliada, 1989/2005)
La Ceremonia del Porno de Andrés Barba y Javier Montes (Anagrama, 2007)
El Libro de las Perversiones de Luís Antonio de Villena (Planeta, 1992)

 

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