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“Creo que un film siempre debe haber algo incompleto, algo que no se exprese completamente, y que el espectador pueda interpretar”. Walter Salles.

Yo que odié con todas mis fuerzas la moda del cine de terror oriental y aún más el delirio de los remakes americanos de esas pelis sin embargo me llevé alguna sorpresa con algunas de esas pelis hechas al calor del momento. El remake USA  de The Ring (2002) me entretuvo sobre todo por contemplar la belleza nórdica de Naomi Watts pero Dark Waters (con otra belleza, Jennifer Connelly, aunque de estética más mediterránea, más latina) era sin duda el film con más calidad que surgió de esa época. Dark Waters estaba llena de sorpresas, para empezar la dirigía Walter Salles (Estación Central de Brasil, Diarios de Motocicleta). Luego, al visionarla, te quedabas fascinado por su estética y porque en realidad no era un film de terror al uso…de hecho el 90% del metraje no tiene mucho que ver con las pelis de sustos fáciles orientales. Dark Water era una rareza en sí misma porque ni seguía al pie de la letra el film original ni seguía la corriente imperante del terror procedente de Japón. De hecho se dice que la peli original de Nakata era la más occidental de sus films. En realidad aquí el productor americano Bill Mechanic (al que no le molaba mucho el género de terror pero se sentía fascinado por pelis como Amenaza en la Sombra o El Resplandor) tenía un interesante guión firmado por Rafael Yglesias y buscó al improbable Walter Salles para dirigir el proyecto. En esencia todo el mundo iba a hacer un remake de un film de terror pero ninguno sentía pasión por el género y querían hacer algo distinto…eso hizo de Dark Water un film diferente..(.y quizá también explica su decepcionante taquilla lo que a su vez explica también lo olvidada que ha quedado).

UNA CUESTIÓN SOCIAL

Que la trama gire entorno a un matrimonio en trámites de divorcio, con una niña pequeña de por medio, con esa madre coraje mudándose a la Isla de Roosevelt (zona deprimente y pobre justo al lado de la opulenta Manhattan) y soportando a gentuza antipática y una vivienda muy mejorable mientras piensa en cómo su idílico entorno familiar se ha ido al traste es más propio de una peli de Mike Leigh que de un remake de terror oriental. Pero precisamente ahí está la gracia del film, el de usar esos elementos cotidíanos y domésticos para crear la perfecta atmósfera de angustia y malrrollo que destilan las imágenes de la peli de Walter Salles. Aunque era su guionista el que sentía fascinación por la Isla de Roosevelt y quien pensó que sería ideal para ambientar la historia: una historia oscura en un lugar oscuro en el corazón de la ciudad más espléndida de Occidente. El mensaje social del film va implícito. Es sólo uno de los muchos matices de Dark Water.

UNA CUESTIÓN ESTÉTICA

El director de fotografía Affonso Beato, viejo conocido de Salles, aporta un estilo simplemente fascinante con esos verdes acuáticos. El film que aprovecha toda la estética deprimente de la Isla de Roosevelt, y el ambiente lluvioso (muy al estilo del Seven de Fincher) para recalcar ese elemento, el agua, que parece impregnar todo el metraje, es una película que rezuma líquido por sus poros, que oxida las emociones y enmohece cada rincón del alma. Casi podemos oír como chapotean los pensamientos grises de los personajes a lo largo de una historia en que el agua turbia (ya decía el filósofo que a algunos les gusta enturbiar el agua para que parezca más profunda, metáfora sobre las ideas pomposas que en realidad están huecas…) es metáfora de la cruda realidad que nos toca vivir cuando las cosas en nuestra vida se tuercen. Una madre con un trabajo mediocre, en medio de un triste y frío divorcio, sacando adelante a una niña pequeña que es la única alegría en un mundo lleno de personajes oscuros e hipócritas, donde la solidaridad y la tolerancia brillan por su ausencia y en que el personaje de Jennifer Connelly se siente aislado, lejos del arco iris en el que había vivido en la babilónica Manhattan. Affonso Beato, con su estética, hace que el film funcione como una pecera podrida tenebrosamente iluminada en que los personajes avanzan como pueden sobre el lodo y el fango del fondo triste y amargo que les ha tocado cruzar…

UNA OBRA MAESTRA A REIVINDICAR

La fascinante fotografía verdosa, los siniestros teleféricos de la Isla de Roosevelt, ese personaje tangencial y extraño de Tim Roth (aquí como abogado del divorcio de la Connelly), el casero ludópata, el malencarado encargado del edificio donde viven la madre e hija protagonistas…todo resulta ajeno y frío, de una humedad que cala los huesos. Jennifer Connelly se tiene que enfrentar a los personajes como puede (incluidos esos adolescentes gamberros que no parecen tener respeto por nadie en el destartalado edificio de apartamentos) y sobre todo a un ex-marido del que no puede esperar mucha ayuda ni comprensión. El terror es la vida cotidiana cuando se pone cuesta arriba. El terror es tu hija a la que parece afectarle el divorcio, ese casero que no te hace caso, el encargado que no resuelve los problemas de tu apartamento, tu propio apartamento cutre, los chavales gamberros que no dejan de molestarte…El infierno son los demás (¿lo dijo Rimbaud?) y la vida que aquí más que áspera y cruel es óxido que lo va royendo todo.

La angustia es provocada en apariencia por esos problemas cotidianos que tiene la gente normal…pero aquí eso se confunde con un horror que viene del más allá, una historia cotidiana que ha rebasado dimensiones y que en el cuarto de hora final del film aparecerá con más fuerza que nunca para dejar claro que esto es una historia de horror y fantasmas y no el amargo ensueño de los problemas de una mujer de clase media (camino de la clase baja) con una hija a la que tiene que proteger a toda costa no ya de la vida despiadada y urbana sino de los fantasmas que no entienden ya los sentimientos humanos.

Dark Water es toda una rareza, un viaje fascinante y difícil al corazón del horror más humano: el de la soledad ante un peligro horrible. Dark Water era una película destinada a no triunfar. Es demasiado profunda y extrañamente hermosa para ser devorada por lo que Valle-Inclán llamaba “la plebe canallesca.

Dark Water, en mi opinión, es un ejemplar film de horror con un equipo técnico y creativo sublime que consiguieron esa rara alquimia que se consigue en las obras maestras. Y Jennifer Connelly demostró que no había que enseñar ni un centímetro de piel para resultar la más bella de las madres y regalarnos una actuación ejemplar sin tics ni exageraciones ni dramatismos de método. En Dark Water todo encaja. Rara vez un film consigue apasionarme así y llevarme a territorios que parecen inexplorados. Qué pena que este tipo de cine escasee tanto, sobre todo en el género del horror.

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