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Jack Mircala es uno de los artistas más originales e innovadores que conozco, o por lo menos no tengo localizado a nadie más que haga algo ni parecido. Asemejado como ilustrador aunque no es precisamente por dibujar por lo que se le conoce, posee un mundo personal melancólico y apasionado, poético y lúgubre a partes iguales, gótico y colorido, que le condena a eternas comparaciones con Tim Burton, referente mundialmente conocido con el que en efecto le hermanan no pocas afinidades, pero que realmente no sé qué le parece a él (1). Digámoslo ya: Jack Mircala  realiza maquetas en cartulina cuyas piezas diseña y recorta él mismo como un orfebre, montajes escénicos de rica geometría influida por el expresionismo alemán, de cuyos pliegues surgen sombrías fantasías arrebatadamente góticas y ensoñadoras. A continuación, dichas maquetas son primorosamente fotografiadas, y esas fotografías son servidas como ilustraciones de sus libros acompañando a textos más o menos breves pero congruentemente a juego con el mundo plástico de las maquetas/fotos. El resultado, es que es un creador de mundos fantásticos y asombrosos. Las maquetas, a todo esto, lejos de convertirse en un “residuo” de la Obra, pueden ser exhibidas en apabullantes  exposiciones, como aquella que le dedicó la Semana de Terror de San Sebastián en 2006 en la que nos enamoramos de su trabajo.

Mircala (obviaremos su nombre en ésta, aburrida, vulgar, así llamada “vida real”, y hablaremos en todo momento de su identidad maravillosa artística) estudió diseño industrial e interiorismo, y esto último, el interiorismo, fue lo que le condujo al hallazgo de su técnica y su Arte. Desde finales de los 80 ha publicado numerosos libros, siendo los más “encontrables” “Ciudad Monstrualia” (2001), “El acertijo de Valpul” (2002), “Gamusoides mircalianos” (2004), “Siniestras amadas” (2008) “Eclipse en Malasaña” (2010), “Lobrego romance, pálido fantasma” (2010), etc. En todos ellos deja ver su pasión e influencia vital por Edgar Allan Poe (“Siniestras amadas” es un libro enteramente dedicado a las mujeres que aparecen en los poemas y cuentos del escritor de Boston); el propio Mircala parece un personaje de Poe, o un alumno especialmente aventajado (esperamos que no en la forma de vivir y malvivir…). También es relevante en su arte la influencia de la música sombría y preciosista de grupos de los 80 como Depeche Mode (de los que Mircala es fan declarado como ha demostrado por activa y por pasiva –el protagonista de su “zarzuela gótica” “Eclipse en Malasaña” era un fan de Depeche Mode-), The Cure, Anne Clark, Kraftwerk, etc, que a menudo es citada explícitamente por los textos, o por algún detalle de la imaginería de sus escenarios.

Recientemente, y gracias a la Editorial Sins Entido (2), ha aparecido Pentagonía, el nuevo libro de Jack Mircala, y Revista Fantastique estuvo en su presentación, que tuvo lugar en la librería Cervantes y compañía (3) de la C/Manuela Malasaña (Madrid).

PENTAGONÍA, de Jack Mircala

De todos los libros de Jack Mircala, Pentagonía es el más personal e intimista. Con él su autor ha sacado de muy dentro un buen pedazo de sí mismo, a corazón abierto, y nos ha regalado la que estamos seguros que pasará a la posteridad como una de sus obras más relevantes, quizás junto a “Siniestras amadas” (con la que guarda no pocos parentescos) su mejor libro. La evocación mircaliana a las amores enfermos, los cadáveres amados, los infiernos psicológicos y las obsesivas maldiciones de los sentidos de Edgar Allan Poe, de las que tanto se impregnó al desarrollar la citada obra (o en menor medida cualquiera de las otras)  aquí ha cristalizado en el siguiente paso, una obra que es puro Poe y que sin embargo no resulta imitativa ni adaptativa en ningún momento, que brilla con personalidad propia.

Pentagonía
es la historia de cinco mujeres, cinco criaturas infernales y de perdición surgidas del inframundo de los deseos, de nombres ostentosamente románticos: Esquirla, Cianótica, Vulpécula, Anemia y Deletérea, que dejan tras de sí una estela de llanto y desolación a la vez que un recuerdo insuperable y un perturbador enganche obsesionante en el poeta que las evoca en primera persona cuando ya las ha perdido (y le han destrozado la vida). En palabras del propio Jack Mircala: me lo han preguntado varias veces, y he de aclararlo: no son mujeres reales. Son figuras alegóricas que representan frustraciones, anhelos, dificultades que surgen en la vida de un adulto y que marcan inevitablemente su evolución.

La figura alegórica es una constante en esta nueva obra de Mircala, que vuelve a practicar con su prosa ese estilo afectado y febril que tanto le gusta (y nos gusta) y que trata de prolongar en nuestros días (tiempos cyberpunks y distópicos donde los haya) la manera en la que escribían los maestros de la literatura fantástica del s.XIX. En este caso, de hecho, los textos nos han parecido especialmente relevantes, especialmente cuidados, fantásticos y muy sugerentes. En cuanto a eso, él nos cuenta: normalmente los textos de mis libros suelen surgir al mismo tiempo que las ilustraciones, de manera paralela y alimentándose mutuamente. En este caso los textos son anteriores, primero los escribí y luego los proyecté ilustrándolos con imágenes que resultasen interesantes.

También el estilo plástico de las “ilustraciones” (las fotografías de las maquetas) ha dado un paso adelante en Pentagonía. Aprovecho de nuevo las palabras que pudimos escucharle al autor durante la presentación del libro: siempre había sido muy pulcro, muy “ortodoxo” en el tratamiento de la cartulina, con cortes muy limpios. Pero en este libro me ha gustado experimentar con los valores expresivos de hacer algo más con la cartulina: arrugarla, cortarla a mano, quemarla… En alguno de los cuadros he llegado incluso a confrontar cartulinas “en crudo”, sin retoques posteriores. Con todo ello creo que he conseguido una expresividad parecida a la que buscaba el expresionismo pictórico.

Ligando lo dicho en los dos párrafos anteriores, sigo citando literalmente lo que Jack Mircala revelando ante los asistentes aquella tarde:Como acabo de explicar, primero fueron los textos, que surgieron prácticamente por sí solos, como en un ejercicio de escritura automática, y luego las ilustraciones, puesto que sentí una necesidad extraordinaria por ilustrar esas escenas. Y tal vez de este orden de trabajo, de tener unos textos completamente descriptivos con poca cosa que poder variar, me surgió la idea como aliciente artístico de tratar de manera distinta la cartulina, buscando la influencia de las vanguardias artísticas del s.XX, como el dadaísmo, o el minimalismo… Verdaderamente hay ilustraciones muy minimalistas, junto a otras con el surrealismo barroco tendente habitual en el artista.

Rodeados como estábamos por algunas de sus preciosas maquetas de cartón, un asistente a la presentación le pregunta maravillado al artista: ¿Cuánto tardas en hacer cualquiera de estas representaciones?

Mircalla contesta: Eso depende, depende del cuadro y de la obra. En “Eclipse en Malasaña” los decorados fueron especialmente barrocos e hiperdetallistas, y cada uno me llevó varias semanas. Lo bueno es que luego se podían rentabilizar, como en el cine, porque había varias ilustraciones que podían tener lugar en el mismo decorado, aunque los personajes o la situación en primer término fueran distintas. En “Pentagonía” he tratado de trabajar más deprisa, buscando algo más espontaneo, casi improvisado, y hay maquetas que solo me han llevado un par de días.

En lo que respecta a su método de trabajo, contó que usaba storyboards previos como bocetos en los que basarse sobre todo para distribuciones espaciales; pero que por las propias características de las maquetas, había muchísimo espacio para improvisar y no atenerse a ningún concepto previo.

En nuestra fascinación por su trabajo, le preguntamos si le han planteado alguna vez un proyecto para cine de animación o algo más escénico para teatro o similar, dado que en sus libros, habiendo visto sus maquetas, se echa en falta la tercera dimensión, y nos dijo: Me lo han propuesta a veces, pero nunca un proyecto serio en concreto, y casi me gusta el hecho de que no lo hagan porque prefiero mantenerme en lo que hago, que me permite tener el 100% del control del trabajo, cosa que en el cine nunca sabrías quién va a participar o cómo va a acabar.

Aprovechando que habíamos tomado el turno de preguntas, le hicimos también la inevitable:  en esta época de Photoshop y borrachera de tecnología, si él usaba ordenador en algún momento del proceso y cómo, y si se siente amenazado por la tecnología siendo su trabajo tan eminentemente artesanal…  A lo que contestó: no,  no suelo usar el ordenador más que para recoger las fotografías, que por supuesto sí son digitales, pero que ni las trato con programas de manipulación de imágenes ni nada por el estilo. Me parece muy bien el Photoshop, me parece muy interesante lo que está haciendo mucha gente con fotografías e imágenes generadas por ordenador, pero yo no lo hago, eso me pilló ya muy mayor y me mantengo en lo mío, que creo que resulta original y ha terminado encontrando su propio hueco. Por lo que no, tampoco me siento amenazado por la tecnología. Cada uno utiliza el medio que controla.

Notas
1.    Supongo que no le debe de parecer muy mal, ya que su mismo pseudónimo nos remite al nombre del protagonista de Pesadilla antes de Navidad (The Nightmare Before Christmas, 1993) dirigida por Henry Selick sobre el universo de su productor y guionista Tim Burton. Ya puestos, diremos que el apellido Mircala también encierra su guiño abierto, a Sheridan Le Fannu y su inmortal, imprescindible, novela fundacional Carmilla.

2.    Gente arriesgada y tan idealista como el propio Mircala que hasta hace no mucho tenían su propia librería y espacio para interesantes eventos y exposiciones en el barrio de Chueca, pero que mucho nos tememos que ha cerrado y que ya solo queda la iniciativa editorial, que no es poco.

3.   Y para seguir con “locos” maravillosos, estos otros, los dueños de la librería Cervantes y compañía, que ha abierto precisamente el pasado verano… ¡Abrir una librería, con libros, en este mundo que vivimos! ¡Ya hay que estar pirado… y qué deliciosa demencia, qué fantástica enajenación que ojalá no cesé jamás y pudiera ser contagiosa!

 

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