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¿Lo recuerdan? Su solo pensamiento podía matar. A día de hoy, tantos años después, la sigo considerando una de las mejores tag lines(frase promocional) de la historia del cine. De esas que te hacía girar el cuello en el videoclub (contando que el viejo diseño de la edición en VHS ya era muy atractivo, recuerdo la edición de venta directa de doble carátula, que si le dabas la vuelta tenías los dos carteles originales, uno por cada lado). Pero, de alguna manera, para una gran parte del fandom, más allá de recuerdos de este tipo, más cercanos a la anécdota que a otra cosa, del tipo “la descubrí en “Noche de Lobos”, no suele detenerse mucho tiempo ante un film que, por extraño que parezca (no tanto por su argumento sino por el como está contada) fue un éxito en su día y generó toda una franquicia de ciencia ficción de serie B fantástica canadiense (toma castaña), con dos secuelas y dos spin-offs, cuyo significado a nuestro idioma vendría a ser algo así como “no es una secuela directa pero sucede en el mismo universo que la original”. Como en Revista Fantastique también prestamos atención a los títulos que ocuparon los rincones más oscuros de los videoclubs, durante las próximas actualizaciones repasaremos la saga “Scanners” al completo. Por que no lo nieguen: les encanta la película original, pero les da miedo echar un vistazo a las secuelas por que tienen un look de baratillo que tira para atrás ya en la misma carátula (la edición en DVD de Filmax de “Scanners III”parece pirata), y cuando quieren buscar información hay muy poca, y al final pasa lo que pasa. En más de una casa de un seguidor del género he visto alguna de las secuelas descansando tranquilamente en una estantería y al preguntar su opinión la respuesta ha sido “aún no la he visto”. Otro diabólico síndrome cuya curación vamos a investigar.

Una serie iniciada por David Cronenberg

Al comenzar hablaba de la poca atención en torno al título original, pero eso no significa realmente que esté infravalorada: es recordada con cariño, pero en si misma sospecho que ocuparía todavía un lugar más importante en los corazones de los seguidores si la hubiera dirigido algún otro que no fuera David Cronenberg (de acuerdo, lo cual es imposible, por que sería una película distinta…). Me explico. Si jugamos a la asociación de ideas con directores y obras suyas, al decir “Jack Sholder” probablemente a usted lo primero que le venga a la mente será “Hidden (Oculto)”. Pero tengo serias dudas (en algún caso concreto quizá sí, pero no muy común) de que si les digo el nombre del director canadiense la primera que me vayan a decir sea el film que nos ocupa. Y esto es debido a que la cantidad de obras extraordinarias que tiene la carrera de este señor ocupan más que los dedos de una mano, y “Scanners”, que sería un film muy destacado en la carrera de casi cualquier realizador, en el caso de Cronenberg siempre termina quedando como si fuera de segunda fila, la película puente entre la primera parte de su cinematografía, más austera, salvaje y visceral, y la segunda, con más medios para llevar a cabo sus ideas y ocasionalmente jugando en el terreno de las grandes producciones. Además de tener algo de gafe, por que es la película previa a“Videodrome”, una de las obras maestras de la historia del cine (sea del género que sea), que a la hora de efectuar un estudio sobre la obra de su director es la que suele llevarse las tesis más extensas y los comentarios más elaborados, al menos en lo que al “primer arco” de carrera se refiere del director.

Cuando trabajaba en “Cromosoma 3” la vida personal de Cronenberg pasaba momentos difíciles, atravesando un duro proceso de divorcio que se vio reflejado (y de que manera) en la inolvidable película protagonizada por Samantha Eggar. Pero en 1980, cuando empezó a trabajar en “Scanners”, la situación había cambiado. “Me he vuelto a casar, tengo otro niño y me siento mucho más optimista sobre todo en general. Ahora me encuentro tan bien, que me dedico a explotar cabezas, exactamente igual que cualquier muchacho norteamericano joven y normal” (1). En una de las definiciones más chocantes que he leído jamás, Cronenberg presentaba su “optimista” nuevo proyecto como “una mezcla entre la saga “Star Wars” y las películas de James Bond”, que sin embargo tiene sentido, aunque a primera vista parezca una comparación absolutamente demencial. Pero el nacimiento de “Scanners” en su forma primigenia proviene de fuentes de lo más diverso:

Primero, uno de los mediometrajes que realizó Cronenberg en su juventud: “Stereo” (1968) era un borrador de ideas que tiene una conexión directa con lo que luego sería la película. En él, la “Academia de Investigación Erótica de Canadá” trataba de descubrir a través de la experimentación con un grupo de sujetos con poderes telepáticos si eran capaces de crear una “super-mente” que fusionara la de todos los individuos del proyecto para ser capaces de crear un nuevo líder. En algunos momentos la relación entre “Stereo” y “Scanners” es estrechísima, sobre todo por algunos elementos del mediometraje que luego se incluirían en el largo (el personaje que intenta taladrarse la mente para llegar a su “tercer ojo”, algo que luego en el film se atribuye Darryl Revok, o el protagonista, el Dr. Stringfellow, una versión primeriza de lo que luego sería el Dr. Paul Ruth). Segundo, una fuente de inspiración que establece la enésima conexión entre Cronenberg y el escritor William S. Burroughs: un capítulo de la novela “El almuerzo desnudo” (que en 1991, huelga decirlo, el director nacido en Ontario llevaría a la gran pantalla, eso sí, de un modo muy suyo) que presentaba a los “senders”, una raza de telépatas que luchaban por la dominación mundial. Tercero, una de las últimas producciones de George Pal, dirigida por Byron Haskin en 1968: “The Power” (“El Poder diabólico”), que presentaba a un asesino con poderes telekinéticos, y que fue considerada en su día por periodistas del medio como John Brosnan (de la revista Starbust) como el precedente más directo. Cuarto, el desagradable incidente real del medicamento conocido como Thalidomide, que fue recetado entre 1957 y 1961 como calmante para mujeres embarazadas en los Estados Unidos y acabó siendo la causa del nacimiento de bebés con problemas de malformación y deformidad, y que en el film se convierte en la medicación “Ephemerol” y es la causante del nacimiento de los Scanners. Y quinto, un guión escrito por Cronenberg en 1976 llamado “Telepathy 2000” (2) situado en el futuro y que presentaba a su protagonista (de nombre Harley Quinn (3) violando telepáticamente a una mujer en el metro. Planteada como una película de espías, tenía ya a dos organizaciones de telépatas enfrentadas, una de ellas para derrocar al Gobierno de Estados Unidos, y es considerado por algunos medios especializados directamente ya como un borrador de “Scanners”.

La suma de las partes da de si el siguiente resultado: Cameron Vale (Stephen Lack) es un indigente con el poder de leer las mentes ajenas y de intervenir en ellas. Pero no controla su poder y sufre enormemente debido a ser incapaz de rebajar la intensidad de las voces que oye en su cabeza. Es reclutado por el Dr. Paul Ruth (Patrick McGoohan, tan inmenso como siempre), el cual inicialmente le ayuda para controlar su don, pero después comienza a encargarle misiones: encontrar a otros que son como él, Scanners, humanos con el poder de la telepatía y la telekinesia, de los cuales hay 237 en todo el mundo. Uno en especial es potencialmente peligroso: Darry Revok (otra de las perlas del film, el descubrimiento de Michael Ironside), el cual obliga a los restantes scanners a unirse a él en su cruel cruzada por hacerse con el poder del mundo, o morir.

Y realmente, en algunos fragmentos de la película, se notan las influencias de las dos sagas citadas por Cronenberg. De un modo muy sui generis, pero se notan. De entrada, una vez Vale domina su poder comienza a trabajar de “agente” de Ruth, el cual vendría a ser una especie de “M” que le encarga las misiones. Por cierto que es en esta etapa del film donde la posibilidad de expandirse como franquicia hubiera resultado de lo más interesante, es una lástima que ningún avispado productor de la época no se hubiera espabilado en hacer una serie de televisión con las aventuras de Cameron Vale como agente de ConSec y enfrentado al revolucionario ejército de Revok. Y en el tramo final de la historia, con las revelaciones de los lazos familiares entre los protagonistas, queda establecido el enlace con “La guerra de las galaxias”, con ofrecimientos de “pasarse al lado oscuro” a Vale por parte de Revok y la desaparición de Ruth convertido en el Obi-Wan (me refiero a Alec Guinnes, no se me vayan a confundir) de la función.

El actor escogido para interpretar a Vale, esa extraña mezcla telepática entre Luke Skywalker y James Bond, fue Stephen Lack, del cual Cronenberg destacó “la fuerza de su inusual mirada”. Bien es cierto es que sus enormes ojos son peculiares y le dan un toque distintivo al personaje, pero el actor tenía unas ciertas carencias importantes, siendo del grupo de personajes principales realmente el más flojo y el menos interesante, pero necesario para comprender el entorno del mundo en el cual se desarrolla la historia. Poco más se supo de Lack como actor más allá de aparecer en cameos en posteriores films del director de “Inseparables”, por lo visto mucho más interesado en su carrera como pintor. La cosa comienza a mejorar con el personaje de Kim Obrist (Jennifer O’Neill), la cual forma parte de su propia organización clandestina de Scanners que buscan el poder de la “única mente” fusionándose entre ellos (de nuevo, igual que en “Stereo”) y que ve como todos sus compañeros, entre ellos su amante, son asesinados por la organización de Revok. Sigue subiendo de nivel la cosa con Benjamín Pierce (Robert Silverman, amigo personal de Cronenberg también visto en “Cromosoma 3”), un scanner con el que Vale tiene que dar para conseguir llegar hasta Revok. Escultor y pintor, Pierce usa el arte para poder exteriorizar los pensamientos ajenos y darles “forma”, y así poder evitar volverse –completamente- loco. En un apunte de personaje especialmente brillante, Pierce vive en el interior de una escultura… de su propia cabeza. Por cierto, las esculturas de Pierce estaban diseñadas realmente por el artista canadienseTom Coulter, del que Cronenberg llegó a decir que sus esculturas constituían “el equivalente físico de mis películas”. (1)

Para el papel de el Dr. Paul Ruth, mentor de Cameron, y “causa y efecto” de gran parte de los sucesos de la historia, David Cronenberg tenía preparada una inesperada pero muy agradable sorpresa. Centrado en la curación de su hija de una grave enfermedad, Patrick McGoohan (1928-2009) se había dejado ver bastante poco por la gran y la pequeña pantalla durante la primera mitad de la década de los 70, re-estableciendo su carrera a partir de 1977 con la serie “Rafferty” (4) y en 1979 regresó por todo lo alto al cine con su papel en “Fuga de Alcatraz”, previo a su feliz retorno al fantástico en el film que nos ocupa. McGoohan había sido una leyenda de la televisión, en términos de éxito, gracias a su papel en “Danger Man” (o “Secret Agent”, como fue conocida en Estados Unidos, donde también triunfó), y en términos de culto, de imaginación, de talento y de personalidad, debido a una de las mejores series de televisión de todos los tiempos: “El Prisionero”, la cual escribió y protagonizó, y le reveló como una de las mentes creativas más inquietas del planeta Tierra. Por desgracia la mencionada enfermedad de su hija le llevó a abandonar el cine y la TV temporalmente y para cuando volvió nunca volvió a desarrollar ningún concepto, limitándose a su (de todos modos impecable) carrera de actor. McGoohan enfoca al personaje de Ruth en ocasiones como un frío manipulador que parece que oculte secretas intenciones, en otras sin embargo se muestra paternalista hacia Vale y hasta cariñoso. Ambas cosas son necesarias para su personaje, el cual también va teniendo su propio viaje en la historia y tiene su propia revelación, la que le señala como el causante involuntario de todos los males (eso sin contar de todos aquellos que fueron voluntarios y que está intentando redimir), algo que de todas formas, por su enigmático comportamiento, parece sospechar inconscientemente. “Es realmente brillante. –decía Cronenberg sobre McGoohan en 1981- Conozco a mucha gente –yo mismo incluido- que se moría de ganas de volver a verlo en el terreno de la ciencia ficción tras “El prisionero”. (…) Contribuyó enormemente a desarrollar su personaje, lo cual era bastante difícil dadas las circunstancias, puesto que escribía el guión mientras rodábamos.” (5)

Pero el verdadero robaplanos de la función, el malvado inolvidable, es Darryl Revok, encarnado por Michael Ironside.Si bien el personaje es un tanto plano y no tiene excesivo desarrollo (es un super-villano convencido de su superioridad, y como tal, debe hacerse con el control del poder), Ironside, que en el film recuerda a un joven Jack Nicholson, le otorga de tal fuerza a su personaje que los momentos los cuales aparece en pantalla son lo mejor del metraje. La presentación de Revok no tiene equivalente todavía y es para ser estudiada en las Academias de Cine Fantástico del futuro (ya lo verán, existirán, al igual que las “Academias de Investigación Erótica”) sobre como presentar a un villano: en terreno enemigo, infiltrado, haciendo una vastísima demostración de su poder: reventando la cabeza a un Scanner de ConSec, en la escena más célebre de todas, y después logrando escapar de un territorio totalmente hostil. En apenas unos minutos se nos ha presentado a un personaje absolutamente seguro de si mismo, poderoso, carismático y además con capacidad de tomar riesgos por su cuenta, no dependiendo de matones (aunque a partir de ese momento si lo haga, ya ha demostrado que para los suyos, es un líder implicado en el cual se puede tener fe, de todos modos los tropezones a la hora de escribir el guión también llevan a pensar en el por quéde algunas incongruencias, como el hecho de que entre los agentes de Revok no haya ningún otro “scanner”) y de que si no fuera por el as en la manga que tiene guardado el Dr. Ruth en la persona de Cameron Vale probablemente se habría salido con la suya. Que habría hecho con el mundo es otra historia, puesto que su personaje no está mucho más explorado, y es una pena. No deja de ser una “fuerza” en pos de una misión, el objetivo es lograrlo, el mañana no importa. El final del film, el cual dejaba a Cameron Vale “vivo” dentro del cuerpo de Revok, presentaba la posibilidad de que en las secuelas Ironside pasase a ser el protagonista, lo cual podría haber sido de lo más estimulante. Pero no se supieron aprovechar del repentino éxito los productores cuando tuvieron la oportunidad y las secuelas llegarían demasiado tarde. Aunque lleva ya una larga temporada perdido en sub-productos, Ironside construyó una carrera que le convirtió en uno de los actores más queridos por el fandom, gracias a personajes como Ham en “V” (1984-1985), o Richter en “Desafío Total” (1990), siendo el solito lo único salvable de “Los Inmortales II” (1991)en su papel de Katana. Recientemente hizo un cameo (muy aplaudido por sus seguidores) en “Terminador: Salvation” (2009).

A pesar de su innegable interés, la narración tiene ciertos agujeros y saltos un tanto extraños, que “enrarecen” el resultado final del film. A veces ocurren lapsos temporales más largos de lo que nos ha parecido (cuando Ruth le hace saber “el tiempo que no ha sabido nada de él” mientras ha estado intentando infiltrarse en la organización de Revok, que ha sido un espacio de tiempo corto para el espectador), otras la estructura del film cambia (hacia la mitad la “estructura episódica” se va al cuerno)… leyendo la declaraciones de Cronenberg de la época da a entender que estos “saltos” no fueron intencionados, si no que fueron producto de una elaborción bastante caótica: “Si la hiciera de nuevo me gustaría pasar más tiempo trabajando en el guión y en la pre-producción. Estaba constantemente escribiendo y reescribiendo en el plató. Es una manera muy enfermiza de trabajar, sobre todo cuando lo haces teniendo que rodar la escena casi de inmediato. A veces estaba escribiendo las escenas finales del film sin haber planeado que las situaciones nos llevaran hasta ellas. En consecuencia acababa creándome situaciones que después se convertían en complicaciones” (6). Por razones de presupuesto, solo hubo dos semanas de pre-producción y el rodaje empezó sin tener el guión terminado. Pero es que aun hay más, el equipo técnico visitaba lugares que pudieran ser idóneos para rodar horas antes de empezar la jornada, y Cronenberg se veía obligado a trabajar por las noches en el guión y por el día a rodar. De ahí que surgieran los extraños saltos… o cambios en el personaje. Si Revok era presentando como una fuerza conquistadora y aparentemente sin un plan, una vez finalizado el rodaje se filmaron nuevas escenas en las que se añadía el plot de la conspiración entre Revok y Keller (el traidor dentro de Consec), como las que se encontraban clandestinamente en el metro.“Sin esas escenas nunca verías a Revok y Keller juntos, la conspiración sería meramente verbal, habría una verdadera sensación de “ausencia”. Creo que clarifica algunas cosas”. (7)

La extraña sensación que producen las primeras obras de Cronenberg, que a pesar de todas sus lagunas, sus fallos y sus incongruencias, luego acaban formando un todo lógico dentro de unos universos por otro lado bastante demenciales, acaba por lograr que lo que en otras manos hubiera sido un resultado menos satisfactorio. Es decir, a “Scanners”, como producto formal, realmente le hubiera venido muy bien un guión mucho más ordenado, sin embargo de su resultado final personalmente yo no cambiaría ni una escena. Toda esta primera etapa de Cronenberg (hasta “Videodrome”, luego todo sería diferente) tiene ese extraño impulso, las tramas a veces avanzan a empujones, se solapan y se aplastan unas a otras, y acabaron formando su propio “universo”, con sus propias “reglas”. Lo que es más sorprendente es que “Scanners” acabó siendo la primera película taquillera del canadiense en los Estados Unidos, recaudando 14 millones cuando había costado 4. Se convirtió en un título muy popular (a pequeña escala), pero como película comercial sigue siendo extrañísima.

Notas

(1) Extraído de Fantastic Magazine, nº8, Abril 1991, dentro del estudio “David Cronenberg, paseo por la razón y la carne”. Por Daniel Monzón.

(2) “Telephaty 2000” también ha sido el título con el cual el film ha sido distribuido en algunos países anglosajones.

(3) Harley Quinn fue años más tarde el nombre que le daría Paul Dini a su más célebre creación dentro de “Batman: The Animated Series”, la demente mujer disfrazada de arlequín que acompaña al Joker en sus fechorías.

(4) No viene muy a cuento con el tema que nos ocupa, simplemente señalar que “Rafferty” narraba las peripecias de un malhumorado médico del ejército que empezaba a trabajar con civiles y hoy en día es considerada como precedente directo de la popularísima serie“House M.D.”.

(5) Extraído de Starlog, Número 43, Febrero 1981, p. 24-28 “David Cronenberg, Canada´s King of Horror Enters the Science Fiction World with Scanners”,

(6) Extraído de Fantastic Films, Vol. 3 nº9, Junio 1981, p. 42-46 “Exploding Heads, Brains on Fire, and Thoughts that Kill! Telepaths on the Warpath in this Spine-Tingling Tale of Extra-Sensory Terrorists. An Interview with David Cronenberg The Man Who Created SCANNERS”

(7) Extraído de Starbust, No. 36, Volumen 3, Número 12, p.40-43 “Inside David Cronenberg”.

SCANNERS II: EL NUEVO ORDEN
Por Javier J. Valencia

Scanners Cops y Scanners Cops II: las aventuras del detective Staziak

De nuevo René Malo en 1994 produjo para su explotación directa en VHS una nueva entrega de Scanners, pero esta vez decidió hacerlo a modo de spin off, es decir, como una serie derivada pero diferente. Cosa, por otro lado, que no hacía falta, ya que como hemos visto las secuelas de Scanner pueden tratar de cualquier cosa, sin relación con los personajes de la original. En cualquier caso, el nombre nuevo no significó ideas nuevas. Toma el control del guión y la dirección el debutante Pierre David, que aquí nos cuenta de nuevo con un lenguaje de telefilme la historia de un scanner policía que usa sus poderes para detener a un peligroso asesino en serie. Lo mejor (es un decir), es que conocemos a un personaje, el detective de policía scanner Samuel Staziak (interpretado por el televisivo Daniel Quinn) que bien podría ser el protagonista de esa serie de TV que nunca existió.

Al año siguiente conoceremos otra aventura del detective Staziak en Scanner Cop II, ahora dirigida por un tal Steve Barnett, que reincide en la temática policiaca retomando a la vez la vieja cuestión de scanners buenos vs. scanners malos, ya que el asesino de turno, nada menos que interpretado por Patrick Killpatrick (lo mejor de la película), también lo es.

Ambas TVmovies adolecen de unos guiones repletos de tópicos y ni siquiera alcanzan el nivel de divertimento perezoso que era Scanners III. .Tal vez Scanners Cop se acerque un poco, a ratos y morosamente, a ofrecer un entretenimiento “modorrero” (película durante la cual dormitar sin complejos). Parece extraño creer que algo así empezara en 1981 con una película de David Cronenberg.

Las secuelas de “Scanners” tienen dos problemas: llegan tarde y mal. Diez años es un lapso de tiempo demasiado largo y el universo de los telépatas que podían hacer explotar cabezas estaba ya más bien frío. Lo cierto es que da la impresión de que al productor Pierre David se le ocurrió la idea de capitalizar el éxito no de la primera entrega, si no el que estaba ganando (sobre todo a nivel crítico) su director y creador, David Cronenberg. El éxito de “Videodrome”, “La Mosca” o “Inseparables” lo había descubierto a una nueva generación de amantes al cine y tal vez David pensó que era un buen momento para resucitar un universo que podía dar mucho juego, puesto que el título que lanzó a la palestra a Michael Ironside ya se había convertido en un clásico de las estanterías de videoclub.

Dos tipos de secuela, y hablo a nivel personalísimo, me molestan. Las que son una parodia de su primera entrega, y loa que básicamente repiten el esquema del episodio previo. Gran parte de “Scanners II” está basado en conceptos de la primera película, lo cual es una pena, por que un guionista un poco más imaginativo que B. J. Thomas (de carrera más bien mediocre, véase sus libretos para títulos para mayor gloria de Chuck Norris (“McQuade, el lobo solitario”) o Lorenzo Lamas (episodios de la serie de televisión “Renegado”) probablemente le hubiera sacado mucho más interés. Y quizá todo aquello que nos huele al primer episodio es la parte más aburrida y previsible de la película. Sin embargo, las (pocas) novedades que aporta si tienen cierto interés.

Todo vuelve a empezar con un scanner vagabundo, que es detectado por una organización clandestina. Pero por suerte, en este caso el vagabundo captado no será el protagonista de la historia, y digo suerte por que la actuación de Raúl Trujillo en el papel de Peter Drak resulta histriónica a más no poder y difícilmente digerible. Drak pasa a trabajar para el Comandante Forrester (Yvan Ponton), el villano de la función, que en uno de los toques más interesantes del filme usa a los scanners para obligar a gente normal a cometer delitos, para luego resolverlos su equipo y quedar él como un héroe, lo cual le hace ganar puntos e ir subiendo escalafones en el juego del poder: su idea es llevar un orden fascista a la ciudad indeterminada donde sucede la acción. No tarda en localizar al héroe de la historia, David Kellum (David Thewliss, popular en televisión por su aparición en diversas series de la franquicia “Stargate”), un pacífico estudiante de veterinaria que ha vivido toda su vida en las montañas junto a sus padres adoptivos y se ha desplazado a la ciudad para terminar sus estudios, y ha comenzado un romance con su compañera Alice Leonardo (Isabelle Mejías). De entrada Kellum le coge confianza a Forrester, y durante unos pocos minutos de metraje el filme se transforma en un pastiche de “La zona muerta”, lo cual también tiene su interés pero el guión de Thomas se lo ventila demasiado rápido. El joven scanner usa sus poderes al servicio de la ley (tal y como hacía el personaje de Christopher Walken en la cinta de Cronenberg) para atrapar a un psicópata que está envenenando la leche y provocando víctimas inocentes, pero sin saberlo también está ayudando a que la popularidad de Forrester aumente. La puntilla será cuando Forrester obligue a Kellum a manipular la mente de la Alcaldesa para que le nombre a él como Comisario Jefe. Una brecha se abrirá entonces definitivamente entre los dos personajes, y nuestro protagonista no tardará en descubrir las verdaderas intenciones de Forrester y su conexión con su verdadera familia.

Una vez terminado el primer acto es cuando realmente la película comienza a flojear. Se sirve de la primera entrega para atar cabos, pero de un modo no muy satisfactorio. Lo peor de todo es que los héroes de la previa no lo consiguieron: Cameron Vale y Kim Obrist fueron asesinados por los agentes de Forrester cuando se negaron a unirse a su organización, y dieron a su segundo hijo en adopción: su hija mayor, Julie Vale (Deborah Raffin) vive oculta en las montañas y Kellum logrará convencerla para que le ayude en su cruzada contra el hombre que mató a sus padres. Ni es un final digno para los dos personajes de la primera entrega (además de completamente innecesario) y no tiene mucho sentido que los rasgos de David “recuerden tanto a los de su padre” cuando sí, David tiene un cierto aire a Cameron Vale… cuando éste tenía los rasgos de Stephen Hack. Pero a Michael Ironside no se parece un pelo, y recordemos que Cameron terminaba poseyendo el cuerpo de Darryl Revok…

El último tercio de la película tiene bastante acción y está rodado con eficiencia por Christian Duguay, un artesano con alguna experiencia más en el género (recordemos “Asesinos cibernéticos”) y se beneficia de unos muy destacables efectos de maquillaje, que es donde parece que ha ido a parar gran parte del presupuesto de la película. Lo cierto es que son muy buenos y el sueldo se lo ganó la gente de Shadoworks Inc con toda justicia. No faltan las clásicas explosiones de cabeza, combustiones espontáneas y una deformación final bastante espectacular. De todos modos narrativamente hablando toda esa parte es un refrito del ataque de Vale contra ConSec en la primera entrega y como en las mencionadas anteriormente, desaprovecha prácticamente las buenas ideas que van apareciendo por el camino y desapareciendo en un chasquido (como los scanners convertidos en yanquis por los malvados científicos de Forrester tras haberse negado a colaborar con él). Y tanto la calidad del reparto, en general, y la banda sonora, a medio camino entre los sintetizadores estilo Mark Snow y el rock AOR de la época, nos recuerdan constantemente el tipo de título que estamos presenciando.

Sus virtudes y sus pocos complejos la hacen digerible y a ratos hasta simpática, pero ya está a medio camino del llamado “sub-producto”, que viene a querer decir algo así como la intención de vender “un estilo” de películas o la “marca” de una saga sin ningún interés creativo detrás y destinado únicamente al mercado videográfico, como anunciando su falta de calidad para la gran pantalla: “Scanners III” , de nuevo con Duguay tras las cámaras, ya estaba lista al año siguiente, en 1992…


Scanners III: el duelo final
Por Javier Ludeña Fernández

Lo más interesante (¡o lo único interesante!) de las secuelas de Scanner es que más que continuaciones son como historias distintas que suceden en el mismo universo de la primera película. Eso me parece en realidad muy buena idea, que podría haber dado lugar a una serie harto curiosa, o incluso (¿por qué no?) a una serie de televisión. Al fin y al cabo, La zona muerta de Stephen King, que ya había sido también otra película de David Cronenberg, alcanzó una nueva vida en la pequeña pantalla. Scanner habría sido una serie como mínimo con mucho potencial.
Pero no, en lugar de eso lo que pasó es que el productor canadiense René Malo decidió explotarla muy tardíamente con algunos productos videográficos de escasa ambición, de los cuales Javier J. Valencia ya les ha presentado Scanner II: el nuevo orden. Scanner III: El duelo final fue rodada acto seguido de esa segunda parte, casi por el mismo equipo, con Christian Duguay al mando, un baremo creativo muy similar y unos valores de producción incluso inferiores. Si la II ya tenía una pinta chunga, esta III viene a ser un telefilme de cabo a rabo, con resoluciones visuales propias de la TV, y una atmósfera que parece chillar todo el rato “¡por favor, soy una película para la sobremesa del domingo en Antena 3!”. Hasta los efectos especiales han caído a niveles de saldo, incluidas las ya imprescindibles explosiones de cabezas.

Eso sí, eliminada cualquier otra inquietud, y si el espectador no espera más de lo que de verdad es, la verdad es que es un telefilme (o videofilme) muy entretenido. Cuenta la historia de dos hermanos, Alex y Helena, que son scanners: Alex ha huido a un monasterio budista atormentado por la culpa de haber matado a su mejor amigo durante una exhibición innecesaria de sus poderes psíquicos; Helena sufre terribles jaquecas que apenas la dejan vivir, por lo que decide someterse a un medicamento experimental. Pero el medicamento provoca en ella una psicosis, y la transforma en otra mujer, maquiavélica, ambiciosa y malvada, que no dudará en asesinar a los que la rodean para salirse con la suya. Sólo Alex puede detenerla, una vez de vuelta de su retiro espiritual. Así que estamos ante otra película de scanner bueno contra scanner malo, y el malo tiene además una pequeña de scanners esbirros a los que ha prometido más medicamento para calmar el dolor habitual en estas personas.

La peliculita, absolutamente prescindible, claro, sí que funciona, incluso mejor de lo esperado, gracias a que Duguay va al grano y el ritmo es el adecuado. Además, para animar la obra, el guión tiene una extravagante tendencia a la salida cómic de tono, que lejos de molestar provocará risas y una extraña sensación de libertinaje argumental nada desagradable. Me refiero a que en general el tono es serio y sobrio, pero de pronto comienzan a surgir escenas esporádicas absolutamente delirantes, cada vez más numerosas según avanza el metraje: estallidos violentos como sacados de una peli de artes marciales serie Z, provocaciones eróticas de erothriller Playboy, inesperados (y sangrantes) alivios cómicos, etc. La estrella de la función, la villana interpretada por Liliana Komorowska, está tan sobreactuada como todo lo demás. Verdaderamente Scanner III puede aburrir, molestar o divertir a la manera más friki según lo a pecho que te la tomes.

Scanners Cops y Scanners Cops II: las aventuras del detective Staziak

De nuevo René Malo en 1994 produjo para su explotación directa en VHS una nueva entrega de Scanners, pero esta vez decidió hacerlo a modo de spin off, es decir, como una serie derivada pero diferente. Cosa, por otro lado, que no hacía falta, ya que como hemos visto las secuelas de Scanner pueden tratar de cualquier cosa, sin relación con los personajes de la original. En cualquier caso, el nombre nuevo no significó ideas nuevas. Toma el control del guión y la dirección el debutante Pierre David, que aquí nos cuenta de nuevo con un lenguaje de telefilme la historia de un scanner policía que usa sus poderes para detener a un peligroso asesino en serie. Lo mejor (es un decir), es que conocemos a un personaje, el detective de policía scanner Samuel Staziak (interpretado por el televisivo Daniel Quinn) que bien podría ser el protagonista de esa serie de TV que nunca existió.

Al año siguiente conoceremos otra aventura del detective Staziak en Scanner Cop II, ahora dirigida por un tal Steve Barnett, que reincide en la temática policiaca retomando a la vez la vieja cuestión de scanners buenos vs. scanners malos, ya que el asesino de turno, nada menos que interpretado por Patrick Killpatrick (lo mejor de la película), también lo es.

Ambas TVmovies adolecen de unos guiones repletos de tópicos y ni siquiera alcanzan el nivel de divertimento perezoso que era Scanners III. .Tal vez Scanners Cop se acerque un poco, a ratos y morosamente, a ofrecer un entretenimiento “modorrero” (película durante la cual dormitar sin complejos). Parece extraño creer que algo así empezara en 1981 con una película de David Cronenberg.

 

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