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Segunda parte de nuestro homenaje a uno de los guionistas y directores más característicos del cine fantástico de los 80, autor de clásicos como “Alien”, “Desafío total”, “El regreso de los muertos vivientes”, “Lifeforce”, “Invasores de Marte”, etc.. No te pierdas la primera parte del monográfico.

Bienvenidos a Potters Bluff

Todavía con las pilas bien cargadas por el éxito de Alien, los colegas Dan O’Bannon y Ronald Shusett siguieron colaborando y buscando nuevos proyectos. Pero como ya anticipé en la primera parte de este monográfico, y contra todo lo previsible, las ofertas no llovieron precisamente desde los grandes estudios, y Shusett tuvo que emplearse a fondo para conseguir el apoyo de una gente independiente y ponerse a filmar una nueva película de terror con un guión de O’Bannon: Muertos y enterrados (Dead & Buried). El tagline publicitario no deja lugar a dudas de cómo consiguieron el dinero: los creadores de Alien ahora traen el terror a la Tierra. Ésta pudo ser una buena oportunidad para que Dan O’Bannon debutase como director, pero así como a los inversores les emocionaba contar con el hombre que escribió la película de ciencia ficción-terror más revolucionaria de la historia, como director preferían contar con alguien con alguna experiencia en el curriculum. Tal vez pensando en repetir la jugada de Walter Hill, David Giler y la Fox al descubrir a Ridley Scott, paraMuertos y enterrados se le encargó el trabajo a Gary Sherman, que como el director de Alien también procedía del mundo de la publicidad, en aquel momento solo había hecho una película (en el caso de Scott era Los duelistas) y si bien no era inglés, sino estadounidense de Chicago, sí que había vivido algún tiempo en Londres. La película que Gary Sherman había hecho anteriormente, por cierto, era La línea de la muerte (Death Line a.k.a. Raw Meat, 1972), realizada precisamente en Inglaterra y protagonizada por Donald Pleasence y Christopher Lee. Y aunque desde ella habían pasado siete años, la verdad es que había empezado a convertirse en un título de cierto culto (algo que ha venido aumentando con el tiempo hasta nuestros días, en que a La línea de la muerte se la considera simplemente i-m-p-r-e-s-c-i-n-d-i-b-l-e), pionera en varios conceptos e imitada hasta la saciedad (Guillermo del Toro confiesa que en cada una de sus películas introduce un homenaje a este clásico, así que les reto a que lo busquen).

Muertos y enterrados es la historia del pueblo de Potters Bluff, en donde están pasando cosas muy extrañas y desaparece gente. El sheriff Dan Gillis (James Farentino) investiga la situación, pero cada vez las cosas son más confusas. El espectador sabrá, incluso antes que el personaje de Gillis, que habitantes a simple vista normales del pueblo, sin ningún motivo aparente, están asesinando violentamente a los forasteros y entre sí, y que luego los cadáveres de los asesinados desaparecen de la funeraria o son desenterrados de sus tumbas. Nadie parece librarse del comportamiento extraño, ni tan siquiera Janet, la esposa del sheriff Gillis. Es muy difícil hablar del argumento de este guión de Dan O’Bannon sin revelar cómo termina, chafando así la sorpresa a los que no la hayan visto. Trataré de no hacerlo aunque para ello tenga que detener mi lengua aquí y no abordar cierto asunto interesante del desenlace. Sí que diré que todo el guión está orientado hacia ese final sorpresa, que es lo único que le da sentido. Pertenece plenamente al subgénero del gótico americano, y sobre toda el relato planea la reminiscencia de H.P. Lovecraft y esos pueblos suyos, con Innsmouth a la cabeza, en la que algunos velos de la realidad parecen haberse rasgado y todo el mundo está en el ajo de algo esotérico y terrible.

A este guión, sin embargo, se le achaca no sin razón el tener una historia bastante inverosímil, y crudamente así es. Podría haber llegado a convertirse en un problema en manos de un director torpe. Pero afortunadamente Gary Sherman (que años más tarde también será autor de la infravalorada Poltergeist III) consiguió dar con el tono que la película necesita, convirtiéndola en una pesadilla onírica y paranoica, con una atmósfera muy sugerente y fantasmagórica que la emparienta con Phantasma (1979, de Don Coscarelli) y en algunos momentos incluso con La niebla (The Fog, 1980) de John Carpenter, no por casualidad coetáneas y que vendrían a configurar uno de los paisajes característicos del cine de terror de la transición entre las décadas 70 y 80. Así, si lo que se cuenta tal vez no tiene mucha lógica, mientras dura su metraje el espectador ni se da cuenta, los sentidos y la imaginación han sido demasiado bien estimulados como para que la razón repare en lo extraño que es todo.

Muertos y enterrados tiene una fotografía muy interesante obra de Steven Poster (que últimamente trabaja en todas las películas de Richard Kelly, incluida Donnie Darko), y Sherman practica una puesta en escena muy pensada y significativa, jugando con la profundidad de campo y el plano de fondo (sirva de ejemplo: la excelente escena en la que, mientras en primer término del plano están encuadrados el sheriff Dan y el médico del hospital con el que está hablando del estado de un superviviente y posible testigo, por el fondo vemos aparecer y entrar en la habitación del desdichado a una de los asesinos vestida de enfermera, y sabemos lo que va a hacer). Incluso se atrevió a establecer una significación cromática, trabajando con Poster que en toda la película no hubiera ningún color rojo salvo en la escena en la que el personaje de Mr. Dobbs (Jack Albertson) comienza a sangrar, y ello tiene una explicación relacionada con ese final sorpresa, que daré en la nota (1). En lo que también es muy importante la labor de Stan Winston, encargado de los efectos especiales, que consigue crear escenas de muerte y mutilación realmente impactantes sin usar para ello la exposición de sangre (de nuevo como ejemplo: la escena de la jeringuilla clavada en el ojo, o la muerte quemados vivos de los ocupantes de un coche). Lamentablemente, exigencias de los últimos inversores incorporados a la película, que pensaban que necesitaba más gore para estar a la moda, hicieron que después de acabada la película se rodasen escenas sanguinolentas adicionales, ahora sí usando el rojo de la sangre, y en las que no tuvieron nada que ver ni Gary Sherman ni Stan Winston. Cosa que se nota en el hecho de que son escenas más feas e innecesarias y no encajan del todo bien con lo demás.

Pero volviendo a la labor de Dan O’Bannon, aunque en ningún momento ignoremos que el éxito y los logros de Muertos y enterrados se deban sobre todo a su calidad cinematográfica en ambientación, puesta en escena y ritmo: tampoco sería razonable poner en duda que a pesar de su ya citada inconsistencia general, la historia escrita por O’Bannon presenta una estructura de película de investigación modélica, y gestiona los mecanismos del suspense con mucha eficacia. Forzando un poco la recurrente paráfrasis de Alfred Hitchcock sobre el macguffin, podríamos decir que la explicación del misterio de Muertos y enterrados sería un macguffin exterior al propio film (como también pasa en muchas películas de Dario Argento) aunque justificado por su conclusión sorpresa, capaz de generar el clima y la angustia presentes en todo el metraje, que no son poca recompensa para un espectador que busca una buena película de miedo.

Otro elemento que me gusta mucho de la película y que es parte de guión y parte de puesta en escena, es la imagen de grupos de vecinos, gente normal, como elemento de amenaza. Desde La invasión de los ladrones de cuerpos, que precisamente por esta época también contaba con un excelente remake (La invasión de los ultracuerpos, de Philip Kaufman), el cine había descubierto que la masa tiene algo inquietante. Tal vez, aunque él lo dijera por otra cosa, Jean Paul Sarte tenía razón cuando decía que el infierno son los demás. Como fuere, hay algo muy turbador en un grupo de personas desconocidas que se te acercan mirándote sin decirte nada. ¿Qué van a hacerte? ¿Qué quieren? Ya simplemente el hecho de mirar y ver a personas en donde se supone que no deberían estar, da miedo (recomiendo La centinela, otro film de la misma época, cuyo clímax anticipándose al metraje descartado de El resplandor llenaba una comunidad de vecinos de gente surgida del mismísimo infierno). Muchos de los momentos más aterradores de Muertos y enterrados tienen que ver con el acoso de los pueblerinos a cada una de las víctimas.

El protagonista del film es James Farentino, que por entonces estaba en su momento de popularidad (acababa de interpretar uno de los papeles principales en El final de la cuenta atrás), antes de que su carrera volviera a la televisión. El resto del reparto se completaba con Melody Anderson (que acababa de hacer de Dale Arden en Flash Gordon), Jack Albertson (que interpreta al que posiblemente sea el mejormad doctor de los 80; fue su última película antes de morir) e incluso un Robert Englud al que aún no conocía nadie.

Muertos y enterrados hoy por hoy es una película de culto. Para la mayor parte de la gente es desconocida, y muchos la han olvidado, pero existe un núcleo atento que la considera, sin parangón alguno, una de las joyas del terror de los 80. Lamentablemente la producción fue un tanto azarosa. Si tal y como comencé diciendo el capital era de una gente independiente, a lo largo del desarrollo de la película fueron necesarias nuevas inyecciones de ayuda, y algunos de los últimos productores incorporados, la PSO International, exigieron los cambios en el montaje que ya he referido cuando hablé del trabajo de Sherman y la adición de escenas gore en la que el director ya no participó. Por otro lado a la película, que fue distribuida por AVCO Embassy (quien distribuía mucho cine de terror de la época: Phantasma, La niebla,Prom Night, Aullidos, 1997 Rescate en Nueva York, etc), le habría venido bien conseguir el apoyo de una distribuidora más grande. En cualquier caso todo eso visto ahora no importa. Lo que sí importa es que Muertos y enterrados funciona como una estupenda película de terror que consigue atraparte todo el metraje, intrigarte y ponerte un poco nervioso.

Años de “heavy metal thunder”

En 1975 el editor de la revista de humor National Lampoon (2), Tony Hendra, también había descubierto Metal hurlant durante un viaje a Europa, y se había quedado tan impresionado por el tono adulto de las historias y lo vanguardista que eran sus planteamientos en materia de ciencia ficción gráfica, que se le había ocurrido lo maravillosa que sería editar aquel material, u otro parecido, en los Estados Unidos. Tras un tiempo de negociación con Jean-Pierre Dionnet, Phillip Druillet, Bernard Farkas y Moebius (Jean Giraud), y de preparar concienzudamente la edición en inglés, consiguió que en 1977 viera la luz la edición USA de la mítica revista de cómic, bajo un título tan roquero como Heavy Metal (3).

Al principio Heavy Metal se limitó a publicar traducido al inglés material que compraban a la Metal hurlant francesa. Poco a poco fueron incorporando artistas norteamericanos que desarrollarían material original, como Richard Corben, Bernie Wrightson, Esteban Maroto, etc, publicaron historietas europeas afines con su filosofía pero que no procedían de Metal hurlant (como RanXerox), e incluso desarrollaron secciones de artículos y textos sobre cine, música rock, y todo lo que pudiera interesarle a un fan de la fantasía y la ciencia ficción, con incursiones en el underground típicas en el cómic para adultos americano. Y en su número 7 aparecido en julio de 1977 (mucho “siete”, ¿tendrá algún sentido esotérico?), y según esa evolución descrita, editaron en inglés The Long Tomorrow, el ya clásico del cómic futurista creado dibujado por Moebius y guionizado por… Dan O’Bannon.

La verdad es que desde que perdiera en contacto con los humanoides asociados por la lejanía, tras abortarse el proyecto del Dune de Alejandro Jodorowsky y tener que regresar a los Estados Unidos, O’Bannon no había considerado la posibilidad de seguir dedicándose a la historieta. A pesar de que no dibujaba mal, y de que había tenido el honor de colaborar con un autor de culto como Moebius, simplemente no pensaba que eso fuera lo suyo. Tal vez una opción muy lógica y sensata para la edición de Heavy Metal en USA hubiera sido contar con la participación del norteamericano que había colaborado en el original francés. Pero O’Bannon no se movió a ese respecto, y la historia que podría haber sido se quedó en eso: lo que podría haber sido. Sin embargo, en Heavy Metal siempre sintieron simpatía por Dan O’Bannon (4), y desde sus columnas de comentarios cinematográficos defendieron y promocionaron sus películas. A raíz de la publicación de The Long Tomorrow se produjo un acercamiento entre la redacción de la revista y el guionista, y en 1979, año pletórico para O’Bannon (el año del estreno de Alien) cristalizó en la única historia original desarrollada ad hoc por el autor para Heavy Metal tituladaSoft Landing, con dibujo de Thomas Warkentin.

En 1978 National Lampoon conoció una adaptación al cine: estoy hablando de Desmadre a la americana (National Lampoon’s Animal House, de John Landis) y aunque no sea cine fantástico mercería la pena que algún día volvamos a hablar de ella. La película estaba parcialmente producida por los editores de la revista así como por Ivan Reitman., quien ya había colaborado con la editorial al haber producido en Broadway un espectáculo basado también en la célebre revista de humor. Desmadre a la americana fue un exitazo, recaudó muchísimo dinero e incluso a nivel de crítica fue sorprendentemente bien, por lo que los editores pensaron que podían poner a disposición de la gente del cine alguna otra de sus publicaciones. Así que a través de Reitman presentaron a Universal un proyecto para adaptarHeavy Metal, y para abaratar costes plantearon la idea de realizarla como film de animación (hacerla de cualquier otra forma habría supuesto superar en mucho el presupuesto de Alien por la cantidad de efectos, criaturas, naves, planetas y ciudades futuras que salían típicamente en las historias de Heavy Metal). Hay que tener en cuenta también que en la época el cine de animación orientado a adultos había dado algunos importantes pasos adelante gracias a los trabajos de Ralph Bakshi (Los señores de la guerra, El señor de los anillos), que la gente de Heavy Metal había seguido con interés (Bakshi incluso había adaptado en 1972 Fritz the Cat, el cómic de Robert Crumb que sin duda leían en la redacción).

En primera instancia Universal acepto hacer la película, y un guión de Harry Harrison (el autor del guión de Cuando el destino nos alcance/Soylent Green que dirigió Richard Fleischer) llegó a recorrer todos los despachos, pero después de un año de reuniones el proyecto fue desestimado, e Ivan Reitman se lo llevó a la Fox, en donde empezaron otra vez de cero. Allí tampoco hubo suerte: allí el principal contacto para hacer la película era Alan Ladd Jr., que en 1979 dejó la compañía, y con él el proyecto Heavy Metal volvió a abortarse. Así que Reitman volvió a moverlo, y finalmente encontró el apoyo de Columbia, si bien a estas alturas ya era 1980.

La película de Heavy Metal respeta la morfología de la revista: cada número recopilaba varias historias independientes entre sí, cada una de ellas con un tema y un tono propios, creados por dibujantes y guionistas distintos. Así pues, la película debía ser un film de segmentos o episodios. La primera intención fue hacer una adaptación de las mejores historias de Metal hurlant, pero cuando pidieron permiso a los franceses éstos dijeron que no, porque tenían el proyecto de hacer su propia película. Algo, por cierto, que nunca hicieron (lo más parecido fue la adaptación del Arzach de Moebius en Arzach Rhapsody, pero ya en 2003). Eso obligó a los norteamericanos de Nacional Lampoon a ser un poco menos tímidos y echar mano de sus propios recursos. Finalmente se decidió contratar a Gerard Potterton, quién tenía experiencia en animación y se había encargado, por ejemplo, de las secuencias de dibujos de El submario amarillo (Yellow Submarine, 1968) de los Beatles, para que coordinase a los animadores, que trabajarían con diseños e historias que realizarían los propios artistas originales que hubiesen hecho las historietas de Heavy Metal que se iban a adaptar.

¿Cine, Heavy Metal? Ahí parecía que sí encajaba Dan O’Bannon, por lo que le llamaron y le propusieron que adaptase a guión de cine su propia historia Soft Landing, que se convertiría en la intro perfecta para la película: su primer segmento. En realidad más bien eso: una impresionante presentación de la película, con música de Riggs y la breve historia (más bien una mera instantánea) de cómo un astronauta vuela en un Corvette descapotable desde la bodega de un trasbordador espacial hasta la Tierra. Toda una declaración de intenciones que adentran al espectador en un mundo en el que todo es posible, e introducen dos de los temas favoritos de Heavy Metal: el espacio y la tecnología. El corto (pues en realidad cada segmento de Heavy Metal es eso) fue dirigido por Jimmi T. Murakami, quien algunos años después dirigiría una de las mejores películas de animación para adultos: Cuando el viento sopla (When the Wind Blows, 1986).

A O’Bannon le entusiasmó colaborar en Heavy Metal, tanto que no contento con encargarse de adaptar su propio guión de cómic, aún presentó una segunda historia para otro segmento, que se titula B-17. Éste lo dirige Barry Nelson, y se desarrolla a bordo de un bombardero de la Segunda Guerra Mundial, en el cual se ha colado algo de procedencia extraterrestre que convierte a la tripulación en zombis. En el guión original pone que el avión es invadido por gremlins,en un homenaje a The Twilight Zone y su mítica capítulo Pesadilla a 20.000 pies, pero al ir a rodar la película decidieron ser más específicos y usar zombis. No hace falta ser muy avispado para ver en B-17el reflejo de Alien, lo cual se debe a que esta historia parece adaptar el relato que O’Bannon escribió entre Dark Star y ésta, y que derivó, convirtiendo el bombardero en la nave Nostromo, en las aventuras de Ripley contra el mortífero ser diseñado por Giger. Como vimos en la anterior parte de este monográfico, el escritor tenía varias variantes de la misma historia (y en cierto modo todas ellas provenían del “balón de playa” de Dark Star).

A Dan O’Bannon le acompañan, desde el resto de segmentos, gente tan importante como el mismísimo Richard Corben, que adapta su propio y famoso Den (5), o Bernie Wrighton, que se encargó del episodio Capitán Stern. Destaca también el segmento Harry Canyon de Juan Gimenez, por su calidad y por la evidente influencia que tendría en El quinto elemento de Luc Besson; y Taarna, versión apócrifa y con otro nombre del Arzach de Moebius, historia repleta de desnudos y top-less en la que una amazona que cabalga una especie de pájaro gigante para enfrentarse a Loc-Nar, la diabólica entidad cósmica que sirve de hilo conductor a todas las historias.

En la animación de Heavy Metal fue empleada a veces la técnica del rotoscopio, que consiste en filmar a personas de verdad en película y luego pintar encima. Esta técnica venía siendo empleada por Ralph Bakshi en frecuencia. Otro aspecto a resaltar sobre la película es su música: una colección de canciones de hard rock y A.O.R. que incluye grupos como Black Sabbath, Devo, Nazareth, Stevie Nicks, etc, y que suenan casi constantemente, empujando hasta cierto punto a la cinta hacia el terreno del musical. De hecho, en gran medida la película no se podría concebir tal y como es sin la música, y algún espectador que no conoce la revista de cómics, puede que piense que se llamaHeavy Metal por la música.

Con todas las ventajas e inconvenientes que suelen tener las películas de episodios, Heavy Metal resulta algo irregular (hay segmentos mejores y segmentos peores) pero nunca aburre, y en muchos de sus cortometrajes resulta espectacular. Como reflejo del tipo de fantasía que vendía la revista es bastante correcto, un buen incentivo para correr a buscarla si has disfrutado de los raros planetas, los animales imposibles, los horrores que moran en las sombras del espacio… Como anécdota, recordar que hubo un segmento titulado Neverwhere Land que después de realizado no llegó a incluirse en el montaje final de la película, porque los productores no querían que durase más de hora y media. Este cortometraje suele incluirse como extra en algunas ediciones en DVD.

En su día el film no fue especialmente bien, pero poco a poco, y sobre todo con el paso del tiempo y a raíz del boca a boca y sus ediciones en VHS y DVD, se ha ido revalorizando hasta el extremo de que hoy en día es una (otra más) película de culto con millones de seguidores en todos los países. Tanto es así, que en 2000 sacaron Heavy Metal 2000, otro film de animación que en realidad no tenía nada que ver con el anterior, más que el hecho de estar también basado en otro cómic para adultos: The Meeting Pot de Kevin Eastman (el actual editor de la revista Heavy Metal, que en efecto: aún existe) y el dibujante Simon Bisley. Volviendo a la original Heavy Metal, desde hace tiempo se rumorea que se podría estar preparando un remake.

O’Bannon fue un artista muy abierto a la colaboración. Hasta donde llevamos visto de su carrera, ya van John Carpenter y Ron Sushett, al que no tardará en unirse un nuevo nombre, el de Don Jakoby, que era joven y quería introducirse en el mundillo escribiendo guiones. En 1990 Jakoby lograría que la Amblin de Steven Spielberg le comprase el guión de Aracnophobia, pero a lo largo de toda la década de los 80 estuvo trabajando y haciendo aportaciones, como las de su tratamiento (aunque luego fuera rescrito por completo) de El experimento Filadelfia (The Philadelphia Experiment, 1984) o sus trabajos para la Cannon (por ejemplo El justiciero de la noche). Pero su carrera comenzó de la mano de Dan O’Bannon, cuya posición, a pesar de que Muertos y enterrados es una de sus mejores películas y tenía la vitola de haber creado Alien, tampoco terminaba de afianzarse. Detalle este último que al aspirante a escritor no le importaba, claro: con O’Bannon esperaba desarrollar guiones de películas al menos tan buenas como Dark Star o las dos mencionadas.

O’Bannon y Jakoby escribieron varios proyectos juntos, y en 1983 consiguieron que Columbia se fijase en El Trueno Azul (The Blue Thunder). Tal y como luego la vimos en la pantalla, dirigida por John Badham, era una historia policíaca protagonizada por Roy Scheider en la que, como peculiaridad, el poli protagonista, llamado Frank Murphy, era un piloto de helicóptero al que se le da la oportunidad de probar un prototipo: el Trueno Azul del título, que es un mega-helicóptero hipertecnificado, con un blindaje, armamento y maniobrabilidad fuera de lo normal. De niño vi la película, y me pareció que era prima de El halcón callejero (Street Hawk, 1985) o El coche fantástico(Knight Rider, 1982 – 1986). Helicóptero, moto, coche… qué más me daba a mí con diez años. Ahora sé que El halcón callejero era posterior, y que en mi percepción de El Trueno Azul me influía mucho la serie televisiva posterior (de ahí que la relacione con series), pero creo que lo que quiero decir se entiende: un policía/justiciero, un caso que resolver, y un vehículo computerizado para ayudarle.

Para ser justos, y una vez soltada la bobada del párrafo anterior, he de dejar claro que El trueno azul de John Badham no parece un telefilm, y que más bien bebe de la estética de los thrillers policíacos de los 70. Ahora bien, eso no es lo que más me interesa contarles: lo curioso de esta película fue que lo que vemos en ella no fue en absoluto lo que escribió Dan O’Bannon, quién siempre la ha considerado un desastre y apenas la cuenta como suya. En realidad la historia de El Trueno Azul se le ocurrió como venganza por una circunstancia personal que estaba viviendo: por las noches a menudo pasaban sobre la casa en la que estaba viviendo helicópteros de la policía (debían de tener la base cerca), sacándole del sueño o molestándole. Para el escritor el helicóptero no era instrumento de la ley y el orden, sino una puñeta. Así que se inventó una historia en la que el policía que pilotaba el helicóptero era un perturbado psicópata traumatizado por sus experiencias en Vietnam, y la escribió junto con Don Jakoby. ¡Era una especie de Taxi Driver en helicóptero! Justo al revés que en la película que vimos, en la que Scheider era el héroe, debería de haber interpretado a un tipo muy oscuro y peligroso ante el que habría que mirar al cielo con miedo. A los productores obviamente les gustó la idea tecnológica del helicóptero, pero debieron de encontrar todo lo demás muy deprimente, así que una vez que el guión era suyo pusieron a Dean Riesner a que lo rescribiera. (6)

Para mí que si bien me gustaría haber visto una película sobre el guión original, esa ruptura entre lo que era la principio y lo que es al final favorece a la película de alguna manera bizarra. Antes de saber nada de esto ya me parecía que El Trueno Azul era una película un poco rara. El héroe, para serlo, es extraño, y sí que conserva un subtexto que le presenta como alguien torturado y obsesivo. Siempre me pareció muy curioso que, siendo la línea general del film el esquema claro y epidérmico de un blockbuster de acción, hubiese en él detalles un tanto sombríos y un protagonista un pelín equívoco. Tal vez esa fricción entre lo conservado del primer guión y lo rodado haga que cueste entrar en la película, pero también la hace más interesante.

Pero se había vuelto a abrir la caja de Pandora. Jakoby no tanto, o incluso en absoluto (he sido incapaz de localizar en toda mi hemeroteca ni una sola entrevista con este hombre), pero Dan O’Bannon se lanzó con furia contra las personas del estudio que le estaban tocando las narices, e incluso cargó también contra John Badham en una entrevista publicada en el número 73 de la revista Starlog (en ella decía que algunos diálogos tontisimos en el helicóptero los había improvisado el director, punto este totalmente desmentido por Roy Scheider). Los productores a su vez respondieron dándole la razón a Walter Hill (quien iba poniendo a parir a O’Bannon desde lo de Alien) y al final, y posiblemente, alguna que otra puerta se le cerró de un portazo al escritor por todo aquello. En una entrevista durante la promoción de la película, Scheider decía que “he conocido a Dan O’Bannon y he charlado con él sobre mi personaje, su visión y la que finalmente hemos plasmado en la película. Le entiendo, pero creo que no debería enfadarse tanto. Al fin y al cabo la película ha sido un éxito, y este negocio siempre ha sido así.”

Aunque a Dan O’Bannon no le gustara, lo cierto es que con El Trueno Azul pasó al revés que con las películas de las que hemos hablado antes de ella: fue en su momento un éxito bastante razonable, que sin embargo con el paso del tiempo ha quedado relegada al olvido y que hoy por hoy no disfruta de una gran reputación. En cualquier caso, y dado el interés del público de aquel momento, al productor Don Safran le pareció que en lugar de hacer una secuela aquello podría dar para una serie de TV, en la cual Roy Scheider se negó a participar, lo que hizo que en su lugar cogieran a James Farentino (Muertos y enterrados, qué pequeño es el mundo), y que es la serie que yo vi de niño. Coincidía prácticamente en el aire con Airwolf, otra serie televisiva sobre un helicóptero de combate que de hecho en USA tuvo mucho más éxito, lo que forzó que solo durase una temporada. O’Bannon se refería jocosamente a ella como “el Equipo A con helicóptero”, pero sin embargo Jakoby y él probaron suerte (más bien aceptaron el cheque) a escribir un par de episodios. Cuando años más tarde se le preguntaba por semejante incoherencia, O’Bannon solía contestar que “quería probar cómo pasar un concepto como el de la película a una serie”, como si para él fuera una especie de experimento. O tal vez había reflexionado sobre las palabras de Roy Scheider y había decidido que tenía razón.

Pero el resto de la carrera de Dan O’Bannon, que repasaremos en la siguiente entrega, hace que no me crea esto último. No parece que nuestro protagonista fuera la clase de persona que se apease de su burro así como así, aunque eso le condenase a la serie B, al cine independiente o incluso al ostracismo.

Próxima entrega: los años de Cannon Group (Lifeforce, Invasores de Marte y El regreso de los muertos vivientes).

Notas

1. SPOILER DE Muertos y Enterrados: El personaje de Mr. Dobbs es el único que está vivo en la película. Todos los demás, incluido el protagonista (que no lo sabe), son muertos vivientes.

2. National Lampoon fue una importante revista de humor publicada en Estados Unidos durante las décadas de los 70, 80 y parte de los 90. La revista lo mezclaba todo: cómics, fotografías divertidas (trucadas o no), relatos, artículos, etc. Se caracterizaba por su intención paródica y su humor inteligente a la par que provocativo. Muchos de sus contenidos estaban relacionados y dirigidos a la juventud universitaria, por lo que Nacional Lampoon fue una revista seguidísima en los campus norteamericanos.

3. Metal hurlant, traducido literalmente, vendría a significar algo como “aullido de metal” o “alarido de metal”.

4. Así lo demuestra el trato que le dieron en 1983 en el especial Alien publicado por la revista, o en las amplias entrevistas que le hicieron en 1983 y 1985, o en los críticas a cada una de sus films editadas en distintos números y a lo largo de los años.

5. Para ser exactos, esta sería la segunda vez que Richard Corben adaptaría Den a película, puesto que en 1968 ya había dirigido él mismo un corto sobre su mundo, titulado Neverwhere. Por cierto y hablando de Den: como sabrán, en el cómic Den no lleva ropa, y sin embargo en la película se tapa con un trapo. Aquel detalle no le gusta a Richard Corben, que en las entrevistas aún se queja de ello. En Heavy Metal, la voz de Den antes de llegar a Neverwhere era la del actor John Candy.

6. El guión original está publicado, así que pueden buscarlo, y si no lo encuentran mándenme un e-mail y yo les envío una copia.

 

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