El mayor desafío para James Wan ante la idea de hacer una segunda parte de Expediente Warren (The Conjuring, 2013), residía en cuestión nada baladí de responder a las expectativas creadas. Aunque toda película es de un modo u otro sometida a escrutinio por el público implacable, cuando surgió Expediente Warren nadie sabía qué esperar, y los espectadores llegan vírgenes de ideas preconcebidas o de eso que en Internet se llama hype. Pero el resultado en aquella ocasión se saldó de manera espectacular, y la película consiguió encandilar tanto a crítica como a público, siendo anunciada y abrazada por muchos como una de las mejores películas de terror de las últimas décadas. Así que esta vez, ante esta segunda parte, el listón estaba muy alto, y todo el mundo deseaba al menos que se mantuviera el nivel. Pues bien: podemos celebrar con alegría que Wan ha superado la prueba, y Expediente Warren 2: El caso Enfield es tan buena como la primera parte.Para lograrlo, ha prolongado el trabajo de aquella desarrollando las mismas vías, pero aplicándolas a una aventura nueva.
Como el lector ya sabrá, aunque buena parte de las películas de The Conjuring están protagonizadas por otros personajes, que son de hecho los que sufren los mayores terrores, las estrellas de esta saga (creo que ya podemos empezar a llamarla así, estoy seguro de que habrá un The Conjuring 3 hacia 2018 ó 2019) son una versión cinematográfica del matrimonio Warren, Ed y Lorraine. Ed Warren falleció en 2006; Lorraine Warren aún sigue viviendo en Connecticut y siendo la dueña de su célebre Museo del Ocultismo que atesora toda clase de objetos mágicos o malditos (entre ellos la famosa muñeca Annabelle) y concediendo entrevistas a visitantes estudiosos. Ella es clarividente y médium, y él fue un destacado demonólogo y escritor. Juntos fueron la pareja de investigadores de lo oculto más famosos de la historia, y desde luego los más mediáticos, crea el lector en lo paranormal o no. James Wan los ha convertido en dos protagonistas carismáticos, excelentemente encarnados por Patrick Wilson y Vera Farmiga, muy humanos, creíbles y que caen bien. La adaptación cuenta con el beneplácito incluso de la auténtica Lorraine Warren, que ha asesorado a James Wan en ambas películas y seguramente le ha contado detalles que posteriormente hemos visto plasmados en la pantalla.
Éste es un punto muy original e interesante, puesto que la mayoría de las veces (por no decir la práctica totalidad) las series de películas de terror suelen girar en torno al monstruo, el asesino o la entidad maligna de turno. Y muy pocas, y confieso que ahora mismo no me acuerdo de ninguna, giran en torno a uno/s héroe/s. Los Warren son unos personajes sólidos, bien construidos, que toman de la base biográfica el sustrato y embellecen con ficción y mitificación otros niveles más relacionados con las emociones. Su naturaleza da no para dos Expedientes Warren, sino para infinitos, ya veremos hasta donde llegamos.
Otro ingrediente en la receta The Conjuring es el estar basados en casos reales, muy famosos, de las crónicas del mundo de la parapsicología. Además, cada película empieza con un fragmento relacionado con un caso, como si las historias de los Warren no comenzasen sino que se encadenasen solapadamente unas sobre otras. En la primera película el caso de introducción fue el de la muñeca Annabelle, uno de esos objetos malditos que en la vida real está hecha de trapo y no tiene el aspecto siniestro que le ha dado el cine, pero que, si hacemos caso a su historia y su negra leyenda, es una de las cosas más mortíferas y encantadas del mundo. En Expediente Warren 2, el caso de introducción es nada menos que el famosísimo y archiconocido caso de la casa de Amityville, una de las investigaciones que les dieron más popularidad a los Warren. Además, los Warren fueron de los pocos investigadores que sostuvieron que en la casa sí había algo, frente a la mayoría de estudiosos que la inspeccionaron, que opinaron que o la casa estaba totalmente limpia. James Wan recrea una de las sesiones de los Warren en la casa, así como la escena en la que, tal vez, pudo captarse la no menos famosa fotografía del niño fantasma de Amityville, que seguramente cualquier persona interesada en la historia de dicho lugar habrá visto.
A continuación, ambas películas pasan al caso principal, que en la primera giraba en torno al no menos conocido caso de la familia Perron, pero como este artículo trata sobre la secuela permítanme pasar página y si están interesados en los hechos históricos seguramente encontrarán mucha información en Internet. En Expediente Warren 2 el caso principal, enriquecido por la historia (inventada, esta sí) de los Warren y esa espeluznante “monja”, es nada menos que el poltergeist de Enfield, el caso de este tipo más documentado de la historia, por medio de fotografías y grabaciones, muchas de las cuales son reproducidas en la película con fidelidad, aunque siempre mejorando la dramaturgia. El caso llevó a Ed y Lorraine Warren a un suburbio londinense, en Inglaterra, en donde vivía una familia que estaba sufriendo ruidos y movimientos de objetos por sí solos, agravado inmediatamente por la absoluta posesión de la hija menor por parte del espíritu de un anciano que decía haber muerto en aquella casa. La recreación del caso, tanto de lo que está documentado como de lo que simplemente han contado sus protagonistas y que aconteció en privado, es esmerada, y al final de la película incluso se muestran las fotografías reales para que el espectador pueda comprobar, no sin escalofrío, que todo lo que ha visto pasó.
Finalmente, el ingrediente final de la fórmula The Conjuring, y el más importante, es nada menos que la puesta en escena. James Wan, del que muchos cortos de miras solo esperaban truculencias tras haber sido el creador de la serie Saw, tiene un talento superior para la puesta en escena y para crear situaciones de tensión sostenida. La película está repleta de joyas de la planificación, el ritmo y la escenografía, tanto con movimientos de cámara (la escena en casa de los Warren con la aparición de la monja y su fusión en el cuadro) como en plano fijo (el increíble momento de la conversación de Ed con el fantasma de Bill Wilkins a través de la voz de la niña), pasando por las manifestaciones poltergeist, Wan despliega un estilo cinematográfico muy clásico que transita un terreno muy difícil y estrecho entre lo absolutamente honesto y el artificio bien medido. Tan solo la secuencia del Crooked Man resulta discutible, ya que aunque funciona muy bien, parece como sacada de otro tipo de película. Wan es un maestro del terror en todo su abanico, desde el susto hasta el suspense y la inquietud imprecisa pero cierta.
La verdad es que la magnífica Expediente Warren 2 contiene tantas escenas de terror puro, de buen terror, como entrañables momentos de desarrollo de los personajes. Ya he dicho que los Warren, al menos estos de las películas, caen muy bien, importan, y eso es algo que se consigue gracias a escenas tan humanas como la canción de Elvis que entona Patrick Wilson, o la maravillosa interpretación de Vera Farmiga haciendo esa Lorraine tan vulnerable como luchadora.
Otro sobresaliente, y la confirmación de que James Wan ha pasado a ser uno de los contados maestros indiscutibles actuales del cine de terror.
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