El debutante Alberto Armas rueda esta comedia de terror en su Córdoba natal de manera totalmente independiente, es decir, con financiación privada, con una parte reuniad por crowdfunding y el resto tirando de ahorros e hipotecando la casa y procurando mantener los costes bajo control. Ya solo por ese loable planteamiento, uno se predispone a enfrentarse con un film pequeñito, con las alas cortas, y al que apetece tratar con cariño. Entiéndaseme: sin llegar a caer tampoco en la condescendencia, claro está.
A pesar de que por el título pudiera parecer una copia de tantas películas americanas (cosa que en el fondo sí es, pero gustosamente, ya que a su director le encanta el género), ésta para empezar se ambienta en zonas rurales de la misma provincia de Córdoba, comenzando hace una década más o menos cuando un asesino llamado el “Demonio Rojo” aterrorizaba la zona. Pero es un asesino psicótico enmascarado con un código moral, que deja en paz a los lugareños y, en cambio, se aprovecha únicamente de los turistas y visitantes. Resulta que el asesino es, en realidad, una especie de “negocio familiar”, y la encarnación actual del asesino es el padre del joven Julio, quién idolatra a su padre y lo que hace hasta el punto de hacer una versión de cartón de tamaño propio de la máscara de madera que usa su padre. Volamos hasta el presente, cuando su madre, Carmen (Monaj) decide que es hora de que Julio (Alguacil) tome el relevo y resucite al Demonio Rojo. Sin embargo, el poder de la máscara tiene un precio, y no es necesariamente uno que Julio quiera pagar. Pocas películas slasher ofrecen una visión tan bien hecha del proceso por el cual su asesino se convierte en uno. Es bueno ver cosas como a Julio, a pesar de su entusiasmo, sentir resistencia en su primer asesinato (cuyo método es ciertamente curioso). Sus dudas acerca de si seguir o no los pasos de su padre proporcionan profundidad adicional, y entre los psicópatas enmascarados, lo convierten en uno de los más… Bueno, dudo en usar la palabra “agradable”, pero por ahí le anda. Los problemas de la película están más en el otro lado de la ecuación, donde el grupo visitante de víctimas, encabezado por Lucas (Gallardo) y su novia Úrsula (Muñoz), va desde soso y poco interesante hasta activamente desagradable. Cosa que tampoco supone una sorpresa en un slasher, que tiende a pecar de víctimas bobas, pero sigue dando rabia.
Supongo que ese punto de adhesión a lo bueno y lo malo del subgénero podría ser la explicación, sencillay y comprensible. Sin embargo, cada escena con esos personajes discutiendo sobre sus relaciones, tomando drogas. etc. me hizo desear que la película volviera al tema mucho más interesante de Julio y su situación, y de paso que se los cargase. Confieso que me reí de sus esfuerzos por parecer “normales” durante una visita de la policía local, cuando estaban puestos de setas. Sin embargo, en general, solo están presentes como prueba iniciática que tendrá que pasar Julio si quiere llegar a ser un asesino en serie en condiciones. Literal y descaradamente en escenas como esa en la que él, dividido entre su deseo por una de las niñas y el imperativo (tanto genético como por crianza) de apuñalarla repetidamente con un objeto afilado, ha de decantarse si quiere realmente ese destino.
También flota la noción, interesante pero no del todo explotada, de que cuantas más personas mata Julio, más invulnerable se vuelve, pero más lento es capaz de moverse. Esta es una idea genial: explica mucho sobre el ritmo al que Michael Myers, Jason, etc. deambulan en la búsqueda imparable de su presa. A la luz de esto, el final tiene mucho sentido y prepara las cosas para una franquicia potencial que me tenía genuinamente interesado en ver a dónde podría conducir. Para usar un viejo proverbio, parece que la familia que mata unida, permanece unida. Si es así, esta unidad nuclear ciertamente debería existir durante algunas generaciones por venir.
En definitiva, y siempre desde la humildad de su alcance por razones presupuestarias y de producción, es un film razonablemente divertido, con toques incluso metalingüísticos, y que merece desde ya su hueco en nuestro cine de terror cañí.
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