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En 2001, todavía con la saga de Harry Potter en curso, concretamente entre la publicación de las novelas Harry Potter y el cáliz de fuego y Harry Potter y la Orden del Fénix, su autora, J.K. Rowling, presentó un interesante libro complementario, que es una reproducción (o más bien el desarrollo completo) de un libro que tiene Harry Potter en su ficción: Animales fantásticos y donde encontrarlos, una especie de bestiario o tratado de “magizoología” escrito por el eminente mago de principios del siglo XX Newt Scamander. El hecho de poder tener el mismo libro que tiene Potter no es solo un guiño muy apetecible para los seguidores de la serie y una pieza muy curiosa para los aficionados a la fantasía en general con montones de descripciones de animales maravillosos; para la autora fue también un divertimento, y por añadidura todos los beneficios obtenidos con su edición fueron destinados a fines benéficos. Una década más tarde, en 2011, se estrenó la película Harry Potter y las reliquias de la muerte: parte 2, y Warner Bross debió de sentir que se les moría la gallina de los huevos de oro, así que los ojos de los productores se volvieron ávidamente a la escritora, buscando la manera de expandir el éxito, al menos mientras los espectadores estuvieran de acuerdo. El problema, como hemos dicho, es que Animales fantásticos no era más que un catálogo de criaturas, no era una novela. Pero Warner debió de usar dos argumentos muy convincentes: el primero, que los potterheads (los fans de Harry Potter) se habían quedado con las ganas de explorar más el Wizarding World, también llamado Mundo Mágico o UCMM, el mundo de Harry Potter más allá de los muros neogóticos de Hogwarts, todo un universo del cual tangencialmente a las aventuras del joven mago solo se había vislumbrado la punta del iceberg; y vaya, es un argumento del todo cierto. El segundo argumento, es que le ofrecían escribir ella misma los guiones, de manera que siempre podría mantener el control creativo. Como fuere, lo que hablasen funcionó (riéguese además con mucho dinero, por supuesto), y en 2016 surgía una nueva saga fílmica, cuyos títulos ahora ya no están basados en ninguna novela, sino que Rowling los concibe directamente para el cine, y cuyo primer film fue precisamente Animales fantásticos y dónde encontrarlos, dirigida como todas las últimas de Harry Potter por David Yates, y que contaba las aventuras de un joven Newt Scamander, interpretado por Eddie Redmayne, junto a otros carismáticos personajes, magos y muggles, y sobre todo muchas criaturas fantásticas sacadas del bestiario del libro de 2001.

Aquella primera película, la que da título a la nueva saga, fue fresca y entrañable, y a la vez que presentaba una cuidada ambientación años 20 del siglo pasado, nos enseñó muchas cosas del mundo de la magia, cómo viven magos y brujas, cómo se organizan y agrupan, su Ministerio, o cómo funciona ese tema en cada país y más concretamente cómo se organizan los magos en los Estados Unidos… Pero sobre todo mantenía en su pisca central a Newt Scamander y a los animales, que era lo que queríamos ver. En 2018 nos llegó Los crímenes de Grindelwald, segunda entrega en la que tomaba velocidad un arco argumental que terminará por devorarlo todo, y que no es otra cosa que la enésima traslación del alzamiento del nazismo: Gellert Grindelwald es un poderoso mago y carismático líder que busca liderar un Nuevo Orden Mundial Mágico en el que no tengan cabida ni los humanos muggle ni los magos sangre sucia. Supremacismo, identitarismo, culto al líder, puesta en escena muy potente… las metáforas son inequívocas y sabemos de qué nos están hablando. Pero al menos en ella nuestros protagonistas seguían ahí, haciéndole frente unidos, pero sin dar de lado a los animales, y viajábamos a un par de sitios interesantes para conocer el funcionamiento burocrático de los magos. ¡Ah, y salía Hogwarts y un jovencísimo Dumbledore, interpretado por Jude Law, que queda muy bien!

Pero esta Los secretos de Dumbledore… me temo que ya queda claro que todo lo que daba sentido a esta saga spin off ha sido olvidado o destruido, salvo la mera sensación de fan service. Para empezar, los personajes. El protagonista de este film es Dumbledore, y realmente es el único que pinta algo en la película como opositor a Grindelwald. Los demás… el mismísimo Scamander tiene un papel secundario, con algún momento a destacar, pero poca cosa. A Jacob Kowalski, que es un personaje que hace gracia al público, le conceden bastantes minutos. Pero si lo piensas, su personaje se podría suprimir por completo de la trama, sin perder nada, porque no aporta nada. Tina ni siquiera sale, más que en un cameo. Y así sucesivamente. Hay personajes cuyo desarrollo es tirado por la borda. Credence Barebone ha pasado de ser un muchacho misterioso y torturado, a un vulgar esbirro cuya evolución y cambio de bando no resulta satisfactorio. Lo mismo que le pasa al cambio de opinión de Queenie, que no está bien explicado…

No se entiende, estando en el proyecto J.K. Rowling, que la película ni siquiera sea capaz de respetar el canon del mundo que ella creó. Por poner un ejemplo: se suponía que un muggle no puede ver Hogwarts, un hechizo mágico protege la escuela y ante ojos no-mágicos aparece como un lugar en ruinas a punto de desmoronarse. Sin embargo, Kowalski no tiene ningún problema en ser recibido allí. Incluso las adiciones al mundo mágico, los nuevos organismos, costumbres y lugares que conoceremos en esta entrega, parecen tramados deprisa y corriendo, y sin considerar cómo encajan en la continuidad de este universo.

Precipitación y falta de desarrollo, cosas muy mal contadas y peor justificadas, es lo que sobra todo el rato. La acción va de un lado para otro casi porque sí, y hay escenas que, estén mejor o peor hechas, no contribuyen a avanzar la trama. Algo, por cierto, que ya le pasaba a las películas de Harry Potter. El metraje está muy inflado, y de golpe en muy poco tiempo parece desenredarse todo.

Hasta la ambientación histórica en los años 30 falla por culpa de su forzada inclusividad. Me refiero a que es uno de esos casos en los que con tal de dar papeles a actores de todas las razas y clases posibles, no duelen prendas en restar calidad y veracidad de ambientación. Ejemplo: si la lucha por los derechos civiles de las personas negras en Estados Unidos tuvo lugar en los años 60, resulta un ejercicio de revisionismo el considerar que en una aventura ambientada en los años 30 deba considerarse a las personas de otras razas de la misma manera que lo haríamos en 2022. Claro que si Ana Bolena pudo estar interpretada por Jodie Turner-Smith, está claro que en la balanza pesa más tener unos valores correctos que la exactitud del contenido, al menos para los grandes medios de producción. Personalmente me parece una decisión peligrosa, ya que en cierto modo supone una reescritura de la historia, presentando cualquier tiempo pasado muy blanqueado, faltándole al respeto y a la verdad a las personas que sufrieron discriminación. Claro que en un mundo de basiliscos, elfos, centauros e hipogrifos, tal vez esta reflexión pueda resultar fuera de su medio natural. Y no obstante, la retrocontinuidad que supone que Dumbledore sea ahora gay, que haya agentes del Ministerio de la magia negros, o hispanos en importantes cargos políticos, suena más a fantasía de Star Trek que a una ambientación que aporte algo más que ropas y modelos de automóvil.

¿Está todo mal, entonces? Siento decir que está todo básicamente mal, sí. Aunque a pesar de todo el film sea razonablemente entretenido y tenga momentos muy vistosos. Hay que valorar también que esta entrega no lo tuvo muy fácil, y que su rodaje fue cuanto menos accidentado: primero por el cambio de actor que interpreta a Grindelwald, cuando Warner injustamente volvió la espalda a Johny Depp debido a sus problemas con las acusaciones de violencia de género de su ex pareja, Amber Head. Me pregunto qué piensan ahora, que esos problemas han quedado aclarados, no precisamente a favor de la actriz. Le tocó la papeleta de reemplazar a Depp al magnífico Mads Mikkelsen, que ha desarrollado su propia versión del personaje, alejada de la anterior, otro de los detalles que chocan en la continuidad de la serie. Después, llegó la pandemia de COVID-19, y el rodaje tuvo que suspenderse y atrasar su estreno. Todo esto le ha afectado en su rendimiento en taquilla, recaudando menos de la mitad de la primera película, y por supuesto a años luz de los registros pasados de las películas de Harry Potter.

En definitiva, un título que llegó maldito, de una serie que entre pitos y flautas ya no parece estar entre las favoritas del público. Y así y todo, supongo que la terminarán. Y nosotros la veremos, a ver si consiguen enderezar todos los desequilibrios que tiene ésta, que es bastante para olvidar.

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