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La sensación de haber visto ya una película, aunque sepas que no es así –por ejemplo, por ser un estreno-, es común en el contexto de ciertos subgéneros fuertemente estereotipados, y es eso es justo lo que le pasa a Backcountry, el canónico wilderness survival (o peli de supervivencia perdidos en medio de la naturaleza) que marca el debut del canadiense Adam MacDonald en la dirección de largometrajes. Claro que a esta sensación de lo ya-sabido puede acompañarla un bostezo de aburrimiento o, como es el caso, puede que se complete la frase: “creo que esta película ya la he visto…” con un “…y que me gustó”. Oh, sí, en Backcountry  tal vez no se presenten novedosos elementos sorprendentes, pero diantre, es de las que deberían gustar a un aficionado a este género. Yo se la recomiendo.

Jenn y Alex son una simpática pareja de novios que se disponen a internarse en un parque natural en busca de una cascada de espectacular vistas, a pesar de que dicha zona del parque ha sido prohibida para los turistas. Pero ello es muy importante para Alex, que alberga planes románticos (y algo más), y para el que dicho lugar representa un momento de grandeza y libertad de su juventud. Alex necesita, por sí mismo, probar su dominio del terreno (y de la acampada libre), por lo que ha rechazado un mapa del guardia forestal. ¿Verdad que ya te la sabes? ¿Acaso no es evidente que se vayan a meter en un buen lio? Tan solo hay que acordarse de la excelenteLargo fin de semana (Long Weekend, 1978, de Colin Eggleston) o de su más que correcto remake (2008, de Jamie Blanks). La última vez que vimos una pareja tan linda fue… ¿en Eden Lake (2008, de James Watkins)? Pero cuando se atisban los primeros indicios de un oso suelto en la zona… entonces la ecuación queda completa, y sabes que va a tener un Open Water (2003, de Chris Kentis) en la montaña.

Pero si la originalidad no es el fuerte de Backcountry, es algo que debería importar muy poco debido a lo bien que está todo lo demás. MacDonalds ha entendido muy bien el subgénero, ha hecho un survival  tenso, que consigue la implicación desde el principio y sostiene el suspense hasta el final, filmado con un respeto exquisito por tanto por el espectador como por sus personajes. En esta clase de historias la Naturaleza debe ser un personaje más, y en Backcountry no hay grandes subrayados respecto a esto, pero la inmensidad de lo natural es como Rebeca en la película de Hitchcock, los personajes son intrusos en el territorio de otro que parece estar permanentemente ahí, pero fuera de plano. Los personajes protagonistas, lejos de ser planos, van “desnudándose” ante nosotros, ellos y su relación, o su posición en ella. Sobre todo Alex: no tardamos en descubrir que el viaje es un regalo para Jenn que ella realmente no desea (está allí por contentar a su chico), y que por debajo lo que subyace es un serio problema de seguridad de Alex, sin oficio ni beneficio claro, que siente que no es capaz de cuidar de su novia (sic)  y que en su afán de demostrarle algo que ella tampoco pide (¿o sí? Véanse los reproches en la cima de la montaña), no dudará en ponerla innecesariamente en peligro (lo cual es irónico). Pero entiéndaseme, Alex es un buen tipo, un buen personaje, sus motivaciones son comprensibles y humanas, simplemente es un hombre con un ligero complejo. Incluso la escena del encuentro con el personaje de Eric Balfour, que a priori puede parecer innecesario, termina revelándose como una palanca, un indicador para que podamos medir de qué pasta están hechos los protagonistas, más allá de sus palabras. Y eso sin desdeñar que Balfour sabe hacer de su personaje algo eficientemente ambiguo e inquietante, pero a poco que se piense tampoco resulta difícil captar porqué es así y qué clase de opinión le merecen estos urbanitas que se salen del sendero para vivir al límite, y que también bajo esos sentimientos hay posiblemente celos y sus propios complejos. En definitiva, Backcountry funciona muy bien en gran parte porque la relación entre sus personajes funciona muy bien, y porque el guion cuenta lo que tiene que contar en cada momento preciso, sin anticiparse, extralimitarse o quedarse corto.

El otro factor que hace de Backcountry una película tan apreciable es su factura técnica, empezando por la fotografía de Christian Bielz, quien dice que su mayor fuente de inspiración fue Cruce de caminos (The Place Beyond the Pines, 2012, de Derek Cianfrance), lo cual es ponerse un listón muy alto que sin duda le ha ayudado a aprobar con nota alta, y cuya experiencia en el campo del documental le ha aportado no pocos recursos a la hora de captar los ambientes. Y por supuesto la planificación nerviosa y de planos cortos de MacDonald, muy emocional, pero sin llegar a la confusión de la handcam que tanto daño está haciendo al cine independiente de un tiempo a esta parte. En esta última parte, también cabe resaltar la importancia del montaje de Dev Singh, que contribuye a darle intensidad y credibilidad a secuencias claves, como las de ataques del oso…

Adam MacDonald hasta ahora había desarrollado su actividad como actor. Recientemente pudimos verle en el home invasión Home Sweet Home (2013, de David Morlet), aunque su papel no era de los que se recuerdan (era el marido, y… no salía muy bien parado). Interesado desde hace tiempo también en las cuestiones técnicas de hacer cine, para ser su primer largometraje ha hecho un buen trabajo, máxime cuando no es sencillo rodar de primeras y de forma independiente una película como ésta, filmada en 16 días en parajes naturales reales en bosques de Ontario.  Dado que no existe ninguna otra localización (ni interiores ni ciudades), el rodaje tuvo que ser efectuado como si de una experiencia de supervivencia se tratase, con todo el equipo de filmación acampado en el bosque durante ese tiempo, como en unas pequeñas maniobras militares en medio de toda clase de inclemencias medioambientales. Afortunadamente, y dado el tamaño del film, en él solo participan cuatro actores (literalmente). Y creo que ese es otro mérito de la película, el maximizar el resultado de tan pocos ingredientes físicos y materiales.

Para que el proyecto se haya hecho realidad, no se puede soslayar la importancia del apoyo del actor Jeff Roop, amigo personal de MacDonald con el que ha compartido casting en innumerables ocasiones. Roop ayudó a su compañero a sacar adelante la película convirtiéndose en uno de sus productores ejecutivos, colaboró en obtener la financiación necesaria, y se reservó para sí mismo el papel de Alex. Respecto al personaje de Jenn, buscaron a Missy Peregrym, a la que McDonald había conocido como compañera de reparto en la serie de TV Rookie Blue. El rodaje, que como ya se ha dicho fue complicado en general, fue especialmente exigente con ella, que además de su ración sufrimiento normal tuvo que hacer frente a escenas físicas de gran dureza (por ejemplo, la escena del descenso en escalada). En cuanto al pequeño papel de Eric Balfour, él es justo esa cara vagamente conocida que faltaba (desde la serie A dos metros bajo tierra,La matanza de Texas versión 2004 a Skyline), con su físico tan característico y su facilidad para parecer arrogante.

La película comienza con un texto que dice que está basada en hechos reales. Es cierto, aunque MacDonald confiesa que primero tuvo la idea de hacer una película acerca de algo como esto, y que después fue que se enteró del terrible caso real de esta pareja sucedido hace diez años en Ontario. Seguramente de no haber encontrado dicha historia, Backcountry habría diferido poco de cómo es.

Rodar con un oso siempre es complicado, y en un film de bajo presupuesto de un director novel es una machada. Como ya he manifestado, seguramente no sea un film que te vaya a abrir los ojos o digno de figurar en los rankings de lo mejor del año, pero sí me parece un título muy estimable, que aporta emoción y disfrute, y una referencia muy buena de cara a seguir esta nueva carrera.

McDonald se reconoce fan del cine de terror, seguidor de Rob Zombie, y tiene planes para filmar al menos dos películas más, como una especie de trilogía, con protagonistas femeninas que son llevabas al límite. La próxima se llama, en principio, A Wolf at the Door, y conmigo ya puede contar con un espectador seguro.

 

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