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Antes de nada confesar que soy un fan de Norman Bates, lo que me convierte automáticamente en fan de Anthony Perkins y de todas las pelis relacionadas con la saga. Evidentemente hablar una vez más de Psicosis, la obra maestra de Alfred Hitchcock, me da una pereza tremenda (además ya se ha dicho todo sobre ella), por eso me parece más divertido e interesante hablaros de las casi siempre vilipendiadas secuelas oficiales del film original que a mi modo de ver son ricas en detalles y placeres cinéfilos. Pocos críticos se han molestado en analizar y comentar estas pelis, en profundizar en su historia y desarrollo, por culpa de prejuicios. Pero como veréis en los siguientes párrafos el tema da para un profundo estudio, porque entre otras cosas cuando hablamos de las secuelas de Psicosis también hablamos de la vida de todo un mito del cine del siglo XX: Anthony Perkins.

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PSICOSIS II. EL REGRESO DE NORMAN (1983):

LA “MADRE” DE TODAS LAS SECUELAS

Las secuelas, por el simple hecho de ser secuelas, ya tienen una connotación negativa, despectiva. Pocas veces se puede creer que una secuela pueda ser una oportunidad fascinante de profundizar en una historia o personaje. Y una secuela se suele hacer por el éxito de un film anterior, aunque no todos los films de éxito atesoran una historia lo bastante compleja y profunda como para que sea interesante una secuela que permita explorar caminos alternativos o partes de una historia que desconocemos. O simplemente el desarrollo futuro o pasado de unos personajes. Psicosis II, El Regreso de Norman parte de la interesantísima premisa argumental de ver qué ha pasado conNorman Bates 22 años después de los hechos acaecidos en el clásico de Hitchcock, cuando el mítico psicópata se ha curado e intenta reinsertarse en la sociedad.

Anthony Perkins se hizo inmortal al protagonizar Psicosis (1960), pero con el éxito llegó la maldición y el encasillamiento, encasillamiento (solo le ofrecían papeles de psicópata, de malo, que él descartaba uno tras otro) que Perkins no tuvo la gana de soportar y por eso emprendió una larga etapa en el cine francés donde pudo explorar otro tipo de personajes. Sus inquietudes como actor le hicieron tan honesto como invisible para el público general. ¿Qué había pasado con el intérprete de Norman Bates? Trabajó con Claude Chabrol, con su admirado Orson Welles (en Francia) y con otros directores americanos como Curtis Hanson y Mike Nichols. Su regreso al cine anglosajón se fraguó a mediados de los 70’s con films como Asesinato en el Orient Express (1974), Les Miserables (1978) o Rescate en el Mar del Norte (1979). Pero eso no bastó para que a principios de los 80’s Perkins no tuviera dificultades para sobrevivir en una época que ya no parecía ser la suya. Un futuro muy gris se cernía sobre el actor (felizmente casado y con hijos, pero con más de cincuenta años cumplidos y una vida privada que daría para varios libros y películas!) hasta que le llegó la oferta de la Universal de volver a interpretar aNorman Bates. Quizá diez años antes hubiera dicho rotundamente que no, ahora era sin duda una gran oportunidad para volver a estar de actualidad.

Hilton A. Green fue el productor que levantó el proyecto de una secuela de Psicosis con la bendición de la Universal, claro. Y quién mejor que él que no solo había sido el ayudante de dirección en Psicosis sino además estrecho colaborador del propio Hitchcock entre finales de los 50’s y principios de los 60’s. Green inauguró así su carrera como productor, que aparte de las siguientes entregas de la saga de Norman Bates también incluiría la exitosa Dieciseis Velas de John Hughes… o ya en los 90’s Solo En Casa 3, cuyo guión venía firmado, cómo no, también por el propio Hughes, creador de la saga protagonizada por Macaulay Culkin.

El guión de la esperadísima secuela (la expectación en la época fue tremenda, tanto por los fans que la esperaban con ansias y curiosidad como por los críticos que afilaban sus cuchillos para destrozarla) lo acabaría escribiendo Tom Holland (que no tardaría en destacar en el cine fantástico dirigiendo y guionizando pelis como Noche de Miedo o Muñeco Diabólico) que tras trabajar en un telefilm ya había firmado los guiones de Con La Bestia Dentro y Curso 1984 (dos pelis míticas de los 80’s, sobre todo a nivel de videoclub). Holland no defraudó y entregó una historia tan fascinante como retorcida.

Para la dirección del film Hilton fichó al australiano Richard Franklin(director perteneciente a la misma generación que otros cineastas australianos que fueron fichados por Hollywood por aquella época como Peter Weir, George Miller o Phillipe Mora) que ya había destacado con sus dos últimos films, Patrick (1978) y Roadgames (1981), en el terreno del thriller y el terror (curiosamente cuando Franklin pasó una temporada en la Universidad del Sur de California, USC,a finales de los 60’s llegó a conocer al propio Hitchcock y éste le invitó al set deTopaz,1969, que estaba rodando en ese momento). Al equipo técnico se unirían el mítico Dean Cundey (el director de fotografía de las obras maestras de Carpenter) y el compositor Jerry Goldsmith (otro mito que venía de escribir los scores de Alien, Star Trek y Poltergeist), ambos hicieron una labor excelente, a destacar la preciosa Banda Sonora con ese tema central tan nostálgico y triste.

En el casting junto a Anthony Perkins se recuperó a Vera Miles del film original de Hitchcock haciendo de nuevo el papel de hermana deMarion Crane. Mientras que entre las nuevas caras destacarían Meg Tilly como co-protagonista al lado de Perkins, el veterano Robert Loggia (como el psiquiatra que ha curado a Bates) o un desconocido Dennis Franz (muy popular años después por la serie Policías de Nueva York) en un papel a su medida: el de sórdido gerente del motel (dedicado al sexo y las drogas principalmente).

Para el rodaje se utilizó de nuevo la casa original de Psicosis que se conservaba en el parque temático de la Universal, por lo que solo se tuvo que reconstruir el motel que ya no existía. Tan minuciosa fue la reconstrucción que podemos compararlo con el motel que aparece en el film de Hitchcock y ver que es casi exacto, podéis fijaos en un detalle: en el film original en la recepción, bajo el cuadro de llaves de las habitaciones, hay un interruptor de la luz con tres botones, pues bien en Psicosis II aparece de nuevo ese interruptor con los mismos tres botones, ¡tres!

Aunque el rodaje se hizo con un equipo técnico envidiable, un grupo de actores de nivel y no faltó el dinero, no tardaron en aparecer los problemas. El más grave: la tensión que se produjo entre los dos protas del film, Anthony Perkins y Meg Tilly. La Tilly (hermana de la más conocida ahora Jennifer Tilly) no era entonces nadie en el mundo del cine. Su profesión y vocación original era la de bailarina (lo que le valió su breve presencia en Fama, el popular film de Alan Parker) pero tras unos papelitos en la tele y un film de terror (One Dark Night) de culto hoy en día, Psicosis II era su gran oportunidad de ganar popularidad. Sin embargo la Tilly se sentía celosa porque todo el protagonismo se lo estaba llevando Perkins en los medios con su regreso al personaje que le hizo popular (cosa lógica), y cuando Perkins escuchó de boca de la Tilly algún comentario sobre lo injusto que era que él recibiera toda la atención del film, éste intentó que Tilly fuera sustituida por otra actriz; pero el rodaje ya había comenzado y era imposible. El resultado es que a lo largo del rodaje ninguno de los dos se dirigió la palabra.

Una vez finalizado el film el resultado fue brillante. Cosa que no vio la mayoría de la crítica seria que esperaba, como decía, con los cuchillos bien afilados. Las críticas más abundantes hablaban de un guión lioso pero también de que Franklin se había limitado a copiar sin vergüenza alguna los planos “típicos” de Hitchcock. Un refrito, una copia, una infamia en definitiva. Los palos que se llevó el film no influyeron en la taquilla ya que fue un éxito comercial en su estreno en verano de 1983. Anthony Perkins era de nuevo una estrella (leyendo los Diariosde Andy Warhol pude comprobar como el propio Warhol se encontró a un alegre y exultante Perkins en una fiesta en honor de su nuevo film) y lo que dijera la crítica quedó olvidado tan pronto como los billetes fueron entrando en las arcas de la Universal.

A mi modo de ver Psicosis II es una secuela ejemplar. Sí, hay planos “de homenaje” a Hitchcock pero a mí eso no me parece malo, al contrario, lo veo lo más normal del mundo. Anthony Perkins hace un magnífico papel (reconocido incluso por algunos críticos a los que el film no les gustó), el guión es tan ingenioso como retorcido, Meg Tilly aporta toda su cándida belleza y su frescura juvenil como necesario contrapunto a Perkins (La Tilly luego seguiría demostrando su talento en pelis míticas de los 80’s como Reencuentro o Agnes de Dios, por la que fue nominada al Oscar), hay buenos toques de gore (esa Vera Miles con la boca ensartada por un cuchillo!) y el metraje rezuma detalles para satisfacer a los fans más hardcore (por ejemplo: alrededor del minuto 24 del film, versión DVD, cuando Perkins y Tilly entran por primera vez en el dormitorio de la “Madre” de Bates se puede ver la silueta de Hitchcock reflejada como una sombra sobre el armario de la derecha de la pantalla procedente de la ventana, es un detalle que se puede ver claramente porque los protagonistas tardan en encender la luz para iluminar la habitación). Otro detalle para fans es la brevísima aparición de un Norman Bates de niño, interpretado por Oz Perkins, evidentemente hijo en la vida real de Anthony Perkins. Y no olvidemos los cameos de rigor (el director Richard Franklin aparece jugando a un videojuego la primera vez que Perkins entra en la cafetería para trabajar; Tom Holland, el guionista, hace de ayudante delsheriff) dentro de un film hecho con mimo y respeto para con el legado de Alfred Hitchcock.

Para los que somos fan de la saga volver a contemplar la mansión de estilo gótico-californiano es siempre un placer fetichista (aunque en esta ocasión aparezca gris y deteriorada por el tiempo, lógico) y a lo largo del metraje vamos a conocer prácticamente cada rincón de tan legendaria casa. Algunos críticos precisamente se lamentaban de esto aludiendo a que en el film original apenas se mostraba la mansión por dentro con lo que provocaba más misterio. Bueno, yo pienso que eso en el film original era una virtud pero como fan a mi me fascina por fin conocer como era aquella casa por dentro, y además creo que si gran parte de la historia se centra en los recuerdos del pasado de Norman Bates era obligatorio pasearnos por los rincones oscuros de la casa donde creció, vivió y perdió la razón. Por supuesto Franklin aprovecha cada recoveco arquitectónico para colocar la cámara y ofrecernos el más hitchconiano plano posible. A mí eso me encanta.

En esta secuela no podía faltar una escena de ducha, y ahí tenemos a Meg Tilly dándose una luciendo su lozano cuerpo desnudo (bueno, en realidad en el plano donde aparece un desnudo visto desde atrás no es Meg Tilly la que aparece sino una doble, se puede comprobar fácilmente que no es ella por el brazo derecho, en el plano siguiente Meg Tilly aparece con su rostro y podemos ver un lunar bastante visible en ese brazo, lunar que no aparece en el desnudo anterior). Pero en la relación de Norman Bates con la chica joven que acaba en su casa no hay nada erótico. La relación se muestra fraternal como prueba una de las escenas más conmovedoras del film donde Bates, abrazado a la chica en plena noche, le cuenta cómo los médicos se llevaron todos los recuerdos de su vida, excepto el olor de los bocadillos de queso caliente de su madre…

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PSICOSIS III (1986):
MÁS SANGRE, MÁS SEXO, MÁS PERKINS

A pesar del éxito de Psicosis II y la popularidad recuperada, Anthony Perkins no encontró su lugar en la industria de Hollywood en plenos años 80. En 1984 estrenaría esa joyita de culto de Ken Russell titulada La Pasión de China Blue (producida por la New World Pictures) donde Perkins interpretaba a un falso sacerdote psicópata y drogadicto (un papel tan histriónico que dejaba a Norman Bates como un personaje de la Disney) que en realidad tenía mucho que ver con su vida privada. Las malas lenguas no hacían más que hablar del estilo de vida de Perkins por aquel entonces (una orgia de drogas y sexo bisexual, pese a su en teoría feliz vida matrimonial con hijos) pero fue la mismísima Kathleen Turner (la prota del film de Russell) la que comentó tiempo después que Perkins no solo se pasó todo el rodaje drogándose como un tarado (algo que ayudó en su delirante papel, de hecho se sabe que Perkins convenció al guionista de turno para cambiar su personaje como le dio la real gana, en principio su personaje ni siquiera era un falso reverendo) sino que intentaba convencerla a ella para que también se drogara. La Pasión de China Blue se estrenó a finales de 1984 y fue un fracaso comercial. Con Perkins perdido en lo personal y sin perspectivas de mejorar su status en Hollywood no le quedó más remedio que ponerse en manos de la Universal y regresar al papel que le hizo famoso (para rematar la situación los rumores apuntan que en la época de Psicosis III es cuando Anthony Perkins contrajo el SIDA que lo llevaría a la muerte años después).

Psicosis III recaudó la mitad que Psicosis II a pesar de estrenarse en el mismo número de salas y de seguir fielmente las reglas de las secuelas del cine de terror en los años 80’s: más sangre y más sexo (que la peli anterior). Automáticamente Psicosis III fue machacada sin piedad ni remordimientos por la crítica (que si ya le tenían ganas a Psicosis II ¡con esta se pusieron las botas!). Pero para el fan de la sagaPsicosis III era un ejercicio de sano disfrute sin complejos. Teníamos a un Bates más loco que nunca, un montón de escenas de asesinato y sobre todo más sexo, cosa que ya se echaba mucho de menos.

El gran problema de esta segunda secuela es que ya no estaba el magnífico equipo de la primera. Aunque el nuevo director de fotografía era ni más ni menos que Bruce Surtees (por entonces habitual de las pelis de Clint Eastwood, suya es la magnífica fotografía de El Jinete Pálido, peli estrenada un año antes de Psicosis III) y la Banda Sonora firmada por Carter Burwell aunque pegadiza no tenía la belleza, ni mucho menos, de la firmada tres años antes por el mítico Jerry Goldsmith. Pero el detalle más negativo a priori es que el propio Anthony Perkins se encargara de dirigir el film sin haber tenido ninguna experiencia en ese terreno anteriormente (y luego solo repetiría una vez en esos menesteres).

La preparación y el rodaje del film no estuvo exento de problemas, al contrario. Perkins quería rodar el film en blanco y negro (¡!) como homenaje a Hitchcock y la Universal se negó. El primer guión presentaba al personaje de Duane (interpretado por el luego actor de culto Jeff Fahey, actualmente lo podemos ver en la serie Perdidos) como un psicópata asesino que emulaba a Bates, pero eso se cambió (el guionista era Charles Edward Pogue, un novato que provenía de la televisión que ese mismo año firmaría también el guión del remake deLa Mosca dirigido por Cronenberg). Y el estreno previsto para el 14 de Febrero, dia de los Enamorados, se cambió para Junio (hablamos de 1986, por supuesto) entre otras razones porque una vez terminado el rodaje la Universal obligó a Perkins a rodar un nuevo final sorpresa. Pero si queréis más anécdotas cachondas contar que Perkins no pudo convencer a Jeff Fahey para aparecer completamente desnudo en la escena donde contempla a una chica en su cama; Perkins (bisexual empedernido) quería que Fahey (guaperas de ojazos azules) mostrara en pantalla todo lo que la naturaleza le dio. Fahey incómodo al final rodó la escena desnudo, pero tapando ingeniosamente sus verguenzas con…un par de lámparas en la mano!

Demasiado bien, a mi modo de ver, acabó Psicosis III después de tanto cambio y tantas imposiciones de la Universal (por no hablar de la poca experiencia como director de Perkins). A pesar de todo ello el film puede ser de lo más disfrutable para el fan de la saga. Que la historia gire alrededor de una monja suicida (interpretada por una sobreactuada Diana Scarwid, cuyo gran mérito en el cine era haber hecho de yonqui en La Ley de la Calle de Coppola) cuyo aspecto e iniciales del nombre recuerden a Marion Crane y acabe enamorada de Bates (y éste de ella) es un buen punto de partida (algunos críticos decían que se podía haber exprimido mejor esta interesante idea), si a eso le añadimos una periodista (especialista en psicópatas) que investiga a Bates y a un aspirante a cantante que le hace la vida imposible a Bates tenemos un cóctel apetitoso condimentado con unas buenas dosis de sangre y sexo. Quien simplifique el film describiéndolo como delirante y psicotrónico creo que no se ha detenido a visionarlo con más calma. Perkins apunta nuevos e interesantes detalles sobre Norman Bates y su locura (esa escena donde se unta mantequilla de cacahuete con la misma cuchara con la que rellena de serrín los pájaros que diseca) mostrándolo como un auténtico psychokiller que vive en su mundo ajeno a la “normalidad” exterior.

La historia del film continua donde acabó el anterior, en el guión apenas ha pasado un mes desde los hechos relatados en el anterior film (aunque a Perkins se le ve más cascado, no en vano han pasado tres años en la vida real y Perkins ya contaba con 54 años y una vida totalmente disoluta) y se mantienen algunos personajes secundarios (el Sheriff, el dueño de la cafetería). Es de agradecer el amor por el detalle que vemos en el film: ese prólogo de la monja en lo alto del campanario recordando al Vértigo de Hitchcock, el libro In The Belly Of The Beast tirado y destrozado en el jardín (recordemos que era el mismo libro que leía en su habitación en la mansión Bates la joven Meg Tilly en el anterior film), las señales de los dedos de una víctima del anterior film aun presentes en la ventana del sótano…aunque si nos fijamos bien la cafetería donde trabajó Bates ahora es un poco diferente (en vez de dos recreativas tiene solo una y las mesas y la barra están colocadas de forma diferente).

Perkins se esfuerza en presentarnos un film más sórdido y sucio que los anteriores, un claro ejemplo es la escena donde Bates y Duane se enfrentan a causa de la momia de la madre de Bates. La escena ocurre en la oscura y sucia habitación de un depravado Duane sudoroso (tiene la habitación llena de collages hechos con fotos de chicas desnudas, reminiscencia del antiguo guión que lo caracterizaba de psicópata sexual) que no duda en chantajear a Bates con el único propósito de ganar algo de pasta. Claro que Bates no se queda atrás cuando en otra escena se dedica a besar el cadáver de una chica bajo la lluvia de una noche cerrada (escena tan escabrosa como gratuita). Toda esta suciedad y delirio (otra escena sorprendente es cuando una chica le propone a Norman hacer un trío sexual…y éste casi lo acepta…) muchos la achacaron a su colaboración con Ken Russell dos años atrás pensando que Perkins se había empapado del estilo del polémico director británico. Pero yo lo veo más como una necesidad comercial, como ya he comentado una secuela ochentera tenía que cumplir una serie de normas no escritas pero fijadas ya por la taquilla. Claro que Perkins también sabe aportar soluciones visuales brillantes como ese plano surrealista en el que se funde la habitación del hospital (donde ha sido ingresada la ex-monja suicida) con la habitación de la madre de Bates (es decir: Bates pasa de un lugar a otro como si se tratara de un sueño, reflejo de la locura extrema en la que vive aprisionado).

Después de muchas tetas y muertes creativas el final del film, tal como se ideó en principio, no puede ser más brillante: se descubren los asesinatos y la vuelta a la locura de Bates y, mientras Norman está en el coche policial esposado, el Sheriff le dice: “Te encerrarán para siempre“, a lo que Norman contesta: “Pero seré libre. Por fin seré libre“. Refiriéndose a que por fin a dejado atrás a su Madre (en una escena anterior destroza la momia con su famoso cuchillo de cocina). Este era el final original y de haber quedado tal como estaba hubiera gustado a muchos más críticos…pero la Universal exigió un giro sorpresa más (y de paso dejar abierta una puerta abierta a futuras secuelas) y por eso después de la conversación descrita entre Norman y el Sheriff vemos ese plano final de Norman dentro del coche sacando la mano momificada de su madre que ocultaba en su ropa y sonriendo maléficamente a la pantalla mientras la oscuridad se cierne a sus espaldas. Obviamente este plano resulta ilógico e incoherente con lo que habíamos visto un par de segundos antes con un Norman “liberado”. Y es normal que tras este sinsentido muchos tomaran el film como una broma, otra tontería gore más de la época. Pero si nos fijamos un poco más y tratamos de profundizar nos daremos cuenta que quitando todas las tonterías que impuso la Universal, detrás de todo, había una buena historia y unas buenas intenciones.

Un par de detalles para fans: Michael Westmore, habitual de las pelis de Stallone, se encargó de los FX de maquillaje y el prestigioso saxofonista David Saborn (colaborador de grandes del rock como Bowie, Springsteen, Clapton, etc) colaboró en la banda sonora incluso componiendo parte del tema central.

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PSICOSIS IV. EL COMIENZO (1990):
LA INNECESARIA PRECUELA-SECUELA DEFINITIVA

Después de la decepción de Psicosis III (tanto en la taquilla como entre la crítica) hubo un capítulo más en la historia de Norman Bates y si eres un fan adicto y has llegado hasta aquí no te quedaba más remedio que ver Psicosis IV. Aunque esta vez se trataba de un producto exclusivo para la televisión por cable, y aun así la Universal no reparó en toda clase de lujos para el acontecimiento (hasta la mismísima Janet Leigh acabaría presentando el film en la pequeña pantalla, e informándonos de que se ¡habían rodado varios finales para el film con la intención de ocultar el verdadero y que fuera una verdadera sorpresa!), empezando porque fue el primer film que se rodó en sus nuevos estudios situados en Florida.

Psicosis IV, esta vez sin ninguna duda, sí es un film fallido y decepcionante, y aun así nos ofrece detalles que se pueden disfrutar plenamente. Para empezar Joseph Stefano (¡el guionista original del clásico de Hitchcock!) retomaba la historia y firmaba esta secuela-precuela (porque nos cuenta tanto nuevas aventuras de Norman como, y esto es lo más morboso, sus años de infancia y adolescencia con su madre). Stefano no sería lo único que nos recordaría al film de Hitchcock puesto que al contrarío que anteriores secuelas se recupera el tema central musical original de Bernard Herrman para el Psicosis de Hitchcock que podemos escuchar en los títulos de crédito iniciales y finales de este Psycho IV (aunque luego, claro, el score esté firmando por un tal Graeme Revell que entonces no era nadie pero que luego fue haciéndose un nombre en pelis como El Cuervo, Jóvenes y Brujas o Abierto Hasta El Amanecer).

Esta vez Perkins se limitaría a la actuación y la dirección correría a cargo de Mick Garris (mediocre director procedente de la televisión y que se especializaría en adaptaciones de su colega Stephen King), lo cual unido a un casting erróneo (¿Henry Thomas, el que fuera niño protagonista de E.T., como Norman de joven?) y un guión desastroso (¿Por qué Norman anda en libertad condicional solo cuatro años después de sus últimos crímenes? ¿Qué clase de mujer se casa y quiere tener un hijo de un psicópata?…por no hablar de esa recta final amorfa) dio como resultado un lamentable producto televisivo. Y para los más fans de la saga además se comete una especie de sacrilegio cuando en el diseño de decorados se altera el dormitorio de la madre de Norman Bates añadiendo un cuarto de baño y un armario empotrado que no estaban en anteriores películas (de hecho el cuarto de baño está situado en un espacio que corresponde a la fachada lateral y por lo tanto…nunca podría haber estado ahí…en medio del vacío), es más dicho armario empotrado se usa a lo largo del metraje porque allí guarda el famoso cuchillo de cocina nuestro querido Norman escondido bajo una tabla del suelo. Tanto en Psicosis II como enPsicosis III este armario y el baño no estaban, con lo cual suponemos que es un invento arbitrario de Joseph Stefano…el cual no participó en ninguna de las anteriores secuelas. Pero sin duda es una traición al mimo con el que se hicieron las anteriores películas de la saga.

Pero bueno, vayamos a lo positivo: los flashbacks contando la historia del joven Norman y cómo llegó al extremo de asesinar a su madre y su amante tendrá su interés para los fans que lo quieran saber todo y como buen film de la saga está lleno de detalles para los más observadores. Por ejemplo aquí Norman cuando habla por la radio se hace llamar Ed (algunos lo ven como guiño al mítico psychokiller Ed Gein, que inspiró la novela de Robert Bloch en la que se basó el film de Hitchcock), el psiquiatra de la radio se apellida Richmond (el mismo apellido que tenía el psiquiatra que acompañaba a Bates en Psicosis II, interpretado por Robert Loggia), la acción se sitúa en el cumpleaños de Norman (aunque no sabemos cuántos cumple) y ya si nos ponemos frívolos descubrimos que la madre de Norman tiene unas tetas impresionantes (¡Si, la señora Bates sale en pelotas!). Añado además la sorpresa de que uno de los papeles secundarios está interpretado por un torpe e inesperado John Landis.

En esta cuarta parte todo gira en torno a que Norman tiene de nuevo ganas de matar, matar a su esposa por la razón de que se ha quedado embarazada a pesar de que él no quería hijos porque piensa que su locura es genética y estarían engendrando a un monstruo (¿?). A lo largo del metraje, mientras Norman llama a un programa de radio para contar su vida y sus nuevas inquietudes, asistimos a la nueva locura de Norman que sin embargo se curará por arte de magia cuando acabe por pegarle fuego a su vieja mansión matriarcal (todo eso justo después de desistir en su intención de asesinar a su esposa preñada!) y exclame eso de “Soy libre” que ya nos sonaba del final de Psicosis III. Aunque cuando llega el fundido en negro final escuchamos el llanto de un bebé recién nacido (justo antes de los créditos finales) que evidentemente deja la puerta abierta a una futura película protagonizada por…¿El hijo de Norman Bates…que ha heredado su locura?

Con la muerte de Anthony Perkins en 1992 (debido a una neumonía derivada de padecer el SIDA) se cerraba definitivamente la posibilidad de continuar la historia de Norman, en teoría, tampoco, desde entonces, ha habido más intentos de continuar la saga familiar contando la historia de ese hijo cinematográfico de Bates.

Solo concluir, para dejarlo claro, que aunque Robert Bloch llegó a escribir dos continuaciones en forma de novela de las andanzas de Norman Bates (publicadas en 1982 y 1990, respectivamente) ninguna de ellas tuvo nada que ver con las secuelas cinematográficas.

Epílogo:

Si de verdad queremos ser completistas con la saga de Norman Bates deberíamos hablar del remake de Psicosis rodado por Gus Vant Sant en 1998 (de nuevo otro film masacrado por la crítica que, de nuevo, esperaba con los cuchillos afilados, aunque a mí, como fan de la saga, me hizo disfrutar de lo lindo) o del telefilm Bates Motel rodado en 1987 (y escrito y dirigido por Richard Rothstein) que curiosamente se ambientaba en el famoso Motel Bates después de la muerte de Norman y donde llega un compañero de manicomio obsesionado con el propio Bates. Motel Bates era un primer paso para crear una serie televisiva pero los pobres resultados de audiencia en su estreno cancelaron definitivamente los planes de Universal TV. Lo curioso es que el telefilm usa la misma mansión y el motel de las pelis oficiales (aunque en realidad no tenga nada que ver con ellas en cuanto a la línea argumental), incluso aparece Norman Bates en el prólogo (interpretado por un desconocido Kurt Paul). Pero eso ya será en otra ocasión, amigos.

 

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