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The Hole in the Ground, título mucho major que el estúpidamente genérico “Bosque maldito” en español (y tampoco ayuda mucho el poster, aunque éste es internacional, que muestra al niño, como si fuera el enésimo calco de película de “niños chungos”), es uno de esos films que tienen dos posibles lecturas: la literal, si te crees (porque quieres creerlo, porque te gusta el cine de terror) que lo que ven tus ojos es exactamente lo que está ocurriendo de verdad en el mundo fílmico de la película, y la  interpretativa, si piensas que lo que vemos es la proyección de lo que pasa por la cabeza de la protagonista. Es decir: punto de vista objetivo vs. punto de vista subjetivo.

Si eliges el primer modelo de comprensión de su trama, estamos ante un film sobre el mito del doppelgänger, con una explicación agradablemente similar a la de Invasores de Marte, y ese arenero tras la cerca de la colina próxima a la casa del niño protagonista, y ese agujero en el suelo que se tragaba a la gente para devolverlas transformadas… Esta forma de tomarse la película es muy frágil a lo largo de todo el metraje, pero parece reforzarse justo en el tramo final. Y vaya, parece que encaja.

Si eliges el segundo modelo, estamos ante la historia de una madre soltera que sufrió malos tratos por parte del padre de su hijo, lo que le ha dejado una cicatriz en la frente, señal de que debió de agredirla muy duro, entre otras secuelas más íntimas y sentimentales. Tiene hacia su hijo sentimientos naturales de amor, pero no exentos de aristas, al fin y al cabo, es el fruto de su dolor, y la razón por la que dejó los estudios y renunció al tipo de vida al que aspiraba. Su hijo es un niño muy mimoso, tímido y retraído, pero de repente ve varios cambios en él, sin duda producto de su maduración normal, que la descolocan y le provocan una crisis de ansiedad, que se concreta en un síndrome de Capgras: comienza a creer que su hijo no es su hijo, sino otro ser que le ha sustituido, y ello le encaja tanto con los síntomas de su nuevo comportamiento, como con ese misterioso gran agujero que hay en el bosque. Obviamente, la lectura buena es ésta, la subjetivista.  La interpretación literal de la película cojea en muchísimos puntos, hay acciones que se cortan con una elipsis, sin más, y de las que no se vuelve a hablar o a las que nadie da importancia; nadie más conoce el agujero del bosque; no se traga a nadie más; no hay consecuencias en su ataque de histeria durante la representación musical en el colegio; no llegamos a ver la prueba en video que se supone que ella sí ve; e incluso los “superpoderes” que tiene el niño cuando revela que no es humano resultan demasiado ridículos.

No, ya dije que la interpretación literal era muy frágil a lo lago de la mayor parte del metraje, y vas recibiendo píldoras aquí y allá, que sugieren que siempre hay algo más. Los estallidos de agresividad del niño y su inmediata disculpa “no lo haré nunca más”, “te quiero”, que son las excusas típicas de un maltratador, los reproches sobre el padre, o la superación de la aracnofobia, forman el detonante de esa sustitución que como tal no se sostiene, y de esa absoluta falta de reacción (¿la protagonista no habla del agujero en el bosque con nadie? ¿Algo que, con ese tamaño, debería verse incluso desde un avión?) Quedaría solo interpretar el final, que no sería así un “Invasores de Marte”, sino un enfrentarse a la verdad de que el monstruo eres tú mismo. Los juegos ópticos ya están presentes desde la primera escena de la película, en la que la protagonista está mirando de un modo extraño a su hijo, no precisamente con cariño u orgullo, y en el que el niño también mira al espejo deformante de un modo ensimismado: no necesita ser sustituido por un sosias, porque el crío en sí ya es bastante rarito en sí mismo. El espejo deformante que simboliza lo que se ve como no es, frente a los espejos de la escena final, que simbolizan el ver las cosas de frente y como son. Y todo esto, cocinado a fuego lento, como corresponde a una película de paisaje psicológico, con una soberbia fotografía y una excelente interpretación de Seana Kerslake. Durante la primera parte del metraje, lejos de producirse aburrimiento, se transmite en todo momento la sensación de que algo no va bien. Una inquietud vaga, pero certera. The Hole in the Ground pertenece a ese tipo de historias en el que también están The Babadook, con la que se la ha comparado mucho incluso por la relación materno-filial, o incluso La bruja.  A menudo se ha esgrimido el compartir familiaridades con estos parientes como algo negativo. Pero yo creo que estamos ante una película con suficiente personalidad propia como para hacerle aprecio por sí misma, y estar atentos a la posible evolución de la carrera de Lee Cronin.

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