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Los hermanos Philippou surgieron directamente de crear contenidos para YouTube, lo que les convierte en un genuino producto contemporáneo, para dar muchísimo que hablar con su opera prima, Háblame (Talk to me), de la que hablamos el año pasado, y que fue una de nuestras películas favoritas. Así pues, había mucha expectación por ver cómo continuaba su carrera, y la verdad, y entrando ya directamente en valoraciones, no han decepcionado. Devuélvemela es una de esas películas que no dejan indiferente y cuya experiencia va más allá de lo puramente argumental, y que está generando montañas de comentarios y alabanzas este verano.

Los hermanos Philippou han construido aquí un descenso despiadado a los infiernos de la pérdida, el duelo, la infancia violentada y el dolor sin redención. Desde el principio, la película rehúye el consuelo fácil y se instala en un territorio incómodo, donde el desamparo existencial de los personajes se magnifica a cada escena. Uno de los grandes aciertos de la película es su integración del terror y el drama: el malestar no proviene solo de lo sobrenatural o lo explícitamente violento, sino de la crudeza de la situación humana que enfrenta la pareja de hermanos protagonistas tras la muerte de su padre. La violencia —emocional y física— se convierte en una constante, a veces incluso más angustiosa en lo insinuado que en lo mostrado, y mantiene al espectador en un estado de tensión sostenida casi insoportable.

La interpretación de Sally Hawkins como Laura, la tutora perturbada, es de lo más destacado del filme. Hawkins oscila a la perfección entre la compasión y el horror, dotando a su personaje de una humanidad inquietante, impredecible y profundamente turbadora. Alrededor de ella gravitan los jóvenes intérpretes —Billy Barratt y Sora Wong—, que abordan el trauma y la vulnerabilidad infantil con una madurez que engrandece la propuesta fílmica.

A nivel formal, “Devuélvemela” destaca por el uso de recursos visuales y sonoros que acentúan la sordidez del relato. Los Philippou juegan con simbolismos —círculos, el agua, el aislamiento de la casa— y se valen de un montaje inquietante, efectos prácticos gore y una fotografía agresiva para sumergir al espectador en una atmósfera alucinada, de pesadilla claustrofóbica que recuerda al nuevo extremismo francés o a la propia “Carrie” de De Palma, pero aún más descarnado y nihilista.

Los Philippou no escatiman tampoco en la exposición constante del sufrimiento y la explicitud de la violencia, algo que contentará la sector más duro de fans del terror, como un perturbador escaparate de la psicopatología adulta y el dolor infantil. Pero a pesar de esta dureza, el guion sostiene la tensión y justifica la brutalidad con una lógica interna que, aunque en el tramo final se deje llevar por ciertos clichés del thriller, resulta coherente en el dibujo de sus personajes. La relación entre los hermanos y la figura ambigua de Laura están planteadas con una profundidad y ambigüedad que elevan el conjunto, alejándolo del simple “shock value” gratuito.

En definitiva, “Devuélvemela” es un filme difícil, valiente y formalmente sobresaliente, que no teme adentrarse en los territorios más sórdidos del alma humana y de la narrativa de terror contemporánea. Puede dividir y herir sensibilidades, pero también propone una experiencia visceral única en un género que raramente se atreve a mirar de frente el dolor absoluto. Como obra, consolida el sello de autor de los Philippou y confirma que el malestar, cuando está justificado y bien ejecutado, también puede ser arte.

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