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Zach Cregger se descubrió ante el mundo con su excelente primera película Barbarian, si bien aquel era un film finalmente descompensado, que iba de más a menos, empezaba muy fuerte y el desenlace no estaba a la altura. A pesar de que, en cómputo general, el film cuenta con nuestra estima, casi nos dejaba con las ganas de que su autor le diera una última vuelta, y en cierto modo eso es lo que viene a ser Weapons: de uno, como Barbarian, un film construido sobre diferentes puntos de vista e historias que se cruzan, y que sumadas entre todas permiten entender la historia general completa. Y aquí sí que encajan todas las piezas e historias, y el final cierra de forma más que satisfactoria.

La película arranca rápidamente, una voz en off y varios flashes nos introducen la situación de partida, cuando la profesora llega a clase y descubre que todos sus alumnos (menos uno) han desaparecido de manera inexplicable y perturbadora. Se agrade que en medio de un panorama sobrexplicativo como el del cine actual, una película sepa ponerse en marcha como el que arranca una moto y acelera. El misterio sobre el paradero de los niños se convierte en el motor narrativo, empujando tanto a personajes como espectadores a una espiral de ansiedad, paranoia y revelaciones inquietantes que se mantendrá en un crescendo de información hasta casi el final.

Cada personaje, desde la maestra acosada (Julia Garner), el padre obsesionado (Josh Brolin), hasta los niños y secundarios inquietantes, suma una pieza al rompecabezas, pero también nuevos interrogantes. El guion, lejos de buscar respuestas fáciles, opta por la ambigüedad y el suspense.

Uno de los grandes aciertos de “Weapons” es su atmósfera. La tensión crece sin descanso, mantenida por una dirección visual poderosa: planos paranoicos, uso magistral de la cámara de seguridad y una constante sensación de que algo acecha fuera de campo. El espectador se convierte en voyeur involuntario, atrapado en la incómoda y brillante incertidumbre que propone Cregger.

A nivel dramático, la película equilibra el terror con un humor negro perverso y sorprendente. De hecho hay que aceptar ese humor con naturalidad, especialmente durante el desenlace. Hay cosas verdaderamente bizarras y grotescas, y escenas que llevan a la carcajada nerviosa. Pero todo eso debe ser observado como una virtud, un alarde de libertad e imaginación que logra una experiencia tan perturbadora como divertida, un juego de tensar y soltar la cuerda al borde del abismo.

Sus referencias son evidentes: Cregger muestra admiración por Stephen King en la construcción de comunidades sometidas a amenazas incomprensibles, y explora recursos clásicos del género sin caer en un ejercicio nostálgico. El clímax sangriento, la galería de personajes memorables (la tía Gladys de Amy Madigan, digna del bestiario del terror) y su desenlace tan oscuro como cómico consolidan la película como una de las propuestas más originales en taquilla este año.

En definitiva, “Weapons” es una película de terror coral, valiente y perversa, que se atreve a innovar en la mezcla de géneros y a mantener incómodo al espectador. Sus arriesgadas decisiones formales y narrativas la convierten en una de las sorpresas de 2025, una obra destinada a debate, comparación y posible culto. No es perfecta, pero brilla por su capacidad para confrontar, inquietar y renovar el terror dentro y fuera de la pantalla.

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