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“Ghost Warrior” es uno de los tesoros escondidos de la Empire, un título con una difusión y prestigio muy por debajo de otros de la productora en mente de todos, lo cual está bien, porque permitirá a muchos lectores eso tan gratificante que es el descubrir una buena obra poco conocida. Estamos ante una muy disfrutable película con la mixtura de géneros que era marca de fábrica en las producciones Band: ciencia ficción, acción, policiaco, aventuras y por supuesto las películas de samuráis se dan la mano en un coctel que, siendo francos, no es tampoco preciso e intachable como un reloj suizo, pero que consigue ese punto de entretenimiento e intriga indispensable en un buen ejemplar de película de serie B.  Si además el empaque visual es más que correcto, no lo duden, estamos ante una diversión honesta y positivamente representativa de qué tenían de seductoras las películas de fondo de catálogo de los videoclubs de los 80.

Estrenada con el título de “Swordkill” en 1984, y retitulada definitivamente como “Ghost Warrior” cuando fue lanzada en video distribuida por Vestron en 1986, el argumento bien podría aplicarse a una comedia del tipo “pez fuera del agua”, de hecho es muy semejante al de “El hombre de California” (Encino Man, Les Mayfield, 1994), y al de tantísimas historias de personaje exótico en choque cultural y vital con nuestro mundo occidental, moderno y urbanita (sea Cocodrilo Dundee o Tarzán en Nueva York, Starman o Un, dos, tres… Splash, Kate & Leopold o Big). Pero aquí estamos en el mundo de la Empire (quizás de las citadas la más afín sea Starman), y no importa tanto si la chica se enamora del samurái como el periplo de la ciencia ficción a los escenarios de cine de acción, en la línea de Trancers (Charles Band, 1984) o Zone Troopers (Danny Bilson, 1985).

Tanto la introducción como los flashbacks a la época natal del samurái Yoshimitsu están excelentemente ambientados, y no chirriarían si formaran parte del metraje de un chambara de la época. Le secuencia de lucha en la nieve es inusitadamente bella para un film de tan bajo presupuesto. Los tramos de ambientación en nuestro tiempo, sin embargo, son bastante dispersos, con coqueteos con el cine de justicieros urbanos que tan popular era en el momento con rostros icónicos como el de Charles Bronson (el que más) o Robert Ginty, pero no solo, también entra en el thriller policiaco, tiene un tramo que parece de piloto de TV, e incluso atraviesa un punto en el que ofrece potencial para ser una película de terror (el segmento de la fuga del hospital, que bien podría ser la de Michael Meyers). La nota que da coherencia al conjunto es el tono de desesperanza, de huida hacia delante vagabundeando por una pesadilla nihilista, la de su desventurado protagonista, en la que se refleja que todavía estaba reciente el John Rambo de Acorralado (First Blood, Ted Kotcheff, 1982).

Uno de los puntos más fuertes de la película es la interpretación de Hiroshi Fujioka, muy grave y convincente. Fujioka no es conocido en occidente más allá de círculos muy especializados, pero en Japón es un actor de cierta notoriedad por haber sido uno de los principales intérpretes que han encarnado al Kamen Raider, el celebérrimo héroe del género tokusatsu (variedad japonesa de películas y teleseries sobre superhéroes con FX de estética, por qué no decirlo, un tanto “acartonada” o “gomaespumosa”, como Ultraman o el mencionado Kamen Raider). Tanto es el cariño que le profesan los fans de este personaje, que en 1995 el astrónomo japonés Akimasa Nakamura, tras descubrir un nuevo asteroide, le llamó “12403 Fujioka” en su honor. En distintos momentos de su carrera ha sido invitado a trabajar en producciones extranjeras, sobre todo en Hong Kong, en donde destaca su réplica masculina a Cynthia Khan en “In the Line of Duty III” (Huang jia shi jie zhi III: Ci xiong da dao, Arthur Wong / Brandy Yuen, 1988). Larry Carroll y Charles Band habían acordado contratar a alguien cien por cien japonés para darle autenticidad al personaje de nuestro samurái “descongelado”, y “Ghost Warrior” fue la primera oportunidad de Fuijoka en Estados Unidos. Sin embargo, la experiencia para el actor no fue buena: “Encontré miembros del rodaje que me trataban sin respeto, me llamaban ‘japo’, y me trataban con desdén” (1), ha declarado. Además, profundamente aficionado al bushido o “camino del guerrero”, el código ético que regía las vidas de los samuráis históricos, tampoco ayudó nada el comprobar que en USA todo aquello era solo una excusa argumental que no comprendían: “En seguida percibí que mis compañeros de reparto creían que los samuráis eran carniceros que mataban sin razón”  (2) Los problemas de comunicación con el equipo de rodaje terminaron de redondear una experiencia que el actor siempre recordó como muy mala, y que le desanimó a volver a trabajar en América. Puede ser, sin embargo, que el paralelismo entre lo que estaba pasando el actor en la vida real y la situación de su personaje, influyese muy positivamente en su rendimiento. Su caracterización es magnífica y muy creíble, justo en donde podría haber existido cierto riesgo de que la película pareciera una parodia.

La película abunda de buenos pequeños momentos. Aparte de la introducción en el Japón medieval ya referida, es destacable la escena de acción principal katana en ristre contra la típica banda de maleantes juveniles (como es costumbre interpretados por actores pasados de años) y el clímax de acción final, con helicópteros, caballos y numerosos coches de policía, todo un ejemplo de amortización de costes (la secuencia luce más cara de lo que de verdad costó). Pero sobre todo hay dos momentos muy divertidos en “Ghost Warrior”: el primero, la escena en la que el samurái descubre una televisión (es la primera vez que ve una) en la que están poniendo el videoclip del carismático grupo de heavy metal W.AS.P. interpretando su canción “Tormentor”. En realidad el video tiene truco: se trata de un fragmento editado y ligeramente inflado de la película “El amo del calabozo” (The Dungeonmaster a.k.a. Ragewar, VV.AA., 1984), en la aparecía W.A.S.P. haciendo este cameo. El grupo acortó con Charles Band el derecho a utilizar ese metraje como videoclip, y a cambio la Empire lo reutilizó hasta en dos ocasiones más, una ésta y otra en “Terrorvision” (Ted Nicolaou, 1986). La relación entre Blackie Lawless, el líder de W.A.S.P., y la factoría Band es tan buena (Lawless es muy aficionado al cine de terror), que W.A.S.P también aportó una canción a la banda sonora de “Ghoulies II” (Albert Band, 1988). Volviendo a “Ghost Warrior”: imagínense (si no lo han visto) a un guerrero samurái del siglo XV ante este grupo en plena época shock rock. La otra escena especialmente graciosa es cuando el personaje de Fujioka entra en un restaurante y es confundido con ¡Toshirô Mifune! que es, a modo de parodia, el único nombre japonés que un americano medio puede identificar con los samuráis.

Otro aspecto a destacar es su banda sonora, una de las mejores que ha compuesto en su carrera Richard Band, quien la considera su favorita, y que además no dejó pasar la oportunidad de que fuera interpretada por la Royal Philharmonic Orchestra. Es otro de esos aspectos de producción que, junto con la variedad de localizaciones y exteriores, hacen que el film luzca sólido y competentemente comercial.

El guionista, Tim Curnen, solo escribió dos películas: la también divertida “Galaxia prohibida” (Mutant, Allan Holzman, 1982) y ésta. Pero el artífice sin duda de “Ghost Warrior” es J. Larry Carroll un tipo con una trayectoria profesional muy interesante para nosotros, y que es una lástima que no hable más a menudo en público, porque seguro que tiene unas cuantas historias que contar. Fue el montador de la mítica “La matanza de Texas” (The Texas Chainsaw Massacre, Tobe Hooper, 1974) y también trabajó como asistente de montaje en “Las colinas tienen ojos” (The Hills Have Eyes, Wes Craven, 1975) y “Massacre at Central High” (Rene Daalder, 1976), para en seguida conocer a Charles Band y convertirse en uno de sus más recurrentes colaboradores, sobre todo en tareas de producción, es decir: en el mismo centro de su pequeño “imperio”.  Comenzó a trabajar con los Band, tanto con Charles como con su padre Albert, en la época de la Charles Band Productions, trabajando en la producción tanto de títulos hoy olvidados como sus superadas comedias eróticas (“Cinderella”, “Fairy Tales”) como de alguno de los primeros éxitos fantásticos, como “El rayo destructor del planeta desconocido” (Laserblast, Michael Rae, 1978) o “Explosión galáctica” (The Day Time Ended, 1979) en la que también participó en el guion. En 1979 buscó conseguir su propia Matanza de Texas, y desarrolló junto con el debutante David Schmoeller “Trampa para turistas”(Tourist Trap, David Schmoeller, 1979), que co-guionizó y produjo personalmente, y que se convirtió en el título más prestigioso de la escudería Band pre-Empire. Siguió colaborando con Band convirtiéndose en uno de sus productores de confianza en títulos como “Parásito” (Parasite, Charles Band, 1982) o “El alquimista” (The Alchemist, Charles Band, 1983), aunque a mediados de los 80 inició una nueva faceta sorprendente, la de guionista de series infantiles/juveniles de animación, algunas tan populares como Daniel el travieso, Masters del Universo, BraveStarr, Thundercats, Las tortugas Ninja, etc. Esto no impidió que a temporadas regresase al equipo Band, ahora ya en la Productora Empire (o su apéndice Beyond Infinity), retomando sus labores de productor de “Dreamaniac” (David DeCoteau, 1986), “Ciudad fantasma” (Ghost Town, Richard Governor, 1988), “The Occultist” (Tim Kincaid, 1988), “Arena ring de las galaxias” (Arena, Peter Manoogian, 1989), “Deadly Weapon” (Michael Miner, 1989), etc. “Ghost Warrior”, que también producía, fue su única experiencia como director. La diversificación del resto de tareas antedichas, sumado a la venta y posterior cierre de la Empire, nos privaron de la ocasión de que volviera a repetir.

Ghost Warrior” a pesar de sus virtudes ha dejado una huella moderada en los anales de la Empire, si bien cada vez son más las reseñas que la vienen a reivindicar, y en Asia, seguramente debido al protagonismo de Hiroshi Fujioka, hace ya tiempo que goza de cierto status. Tanto es así, que en numerosos estudios suelen catalogar a “The Iceman Comet” (Ji dong ji xia, Clarence Yiu-leung Fok, 1989), el clásico de artes marciales de Yuen Biao, como un remake de “Ghost Warrior” más o menos inconfeso. En España fue distribuida por Lax Video en VHS bajo el título “El hombre de hielo”.

Notas

1. Entrevista a Hiroshi Fujioka aparecida en la revista húngara InterJapan Magazin en junio de 2012.

2. Ibídem

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