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The Wind es una película de terror sobrenatural sin manifestaciones sobrenaturales claras. De hecho, podría interpretarse como una película sobre los efectos del aislamiento. Una pareja que vive en medio de la nada, a muchas jornadas a caballo de cualquier otra casa de algún vecino, sufre un radical cambio en sus existencias cuando otra pareja se muda a otra caballa relativamente cerca. A partir de ahí, una sociedad que estaba condensada en dos personas, que mantenían una relación perfecta a todos los niveles (son marido y mujer, son compañeros en la aventura de sobrevivir, son colegas en el trabajo de sacar adelante la granja…), se ve alterada cuando entran dos personas más, otro hombre y otra mujer, y se abre la puerta a traumas y celos (la pareja protagonista había intentado tener un hijo, acabando la cosa en traumático aborto y sabiendo que no lo pueden volver a reintentar, y la otra mujer es fértil… ), competencia (la otra mujer disfruta habiendo aumentado su “público” de solo su marido a otro hombre distinto, y flirtea descaradamente para ganar la atención de ambos) , los celos, etc. Algo hace clic, y a partir de ahí todo se viene abajo, y lo inhóspito se convierte en algo todavía más inhumano y hostil.

O quizás no. O quizás sí que exista algo ahí fuera vagando por las noches, una fuerza sobrenatural pre-humana, como sacada de un relato de Lovecraft, un ser antiquísimo que gobierna con fuerza satánica sobre el viento que azota persistentemente el árido paraje. Quizás  Ithaqua, el que camina sobre el viento. Una presencia constante en la oscuridad que aspira a poseernos, y a expulsarnos de sus dominios.

O quizás no. O quizás la tormenta de sentimientos desatados por la desconfianza por un lado y por el deseo por otro, provocan un episodio de visiones y locura compartida que hace que los personajes proyecten sus más oscuros terrores en esa esencia cerval y telúrica a la que acabo de referirme.

En fin. Desde la ambigüedad, The Wind tiene elementos climáticos muy interesantes. Su ambientación de western es apasionante (últimamente me parece que el western es un entorno ideal para el cine de terror, como bien vimos el año pasado con ese slasher que era Brimstone (2017) de Martin Koolhoven. Su atmósfera oscura, opresiva, misteriosa y sobre todo tan “de terror cósmico” es excelente. Y técnicamente Emma Tammi ha hecho un trabajo notable en el que da pruebas de que viene del mundo del documental, con su sequedad y concreción que tan bien le viene a una película que, en cualquier otro modo, podría haber parecido demasiado retórica.

No obstante, si The Wind termina por fracasar en una grandísima medida, es a causa de su endiablado y completamente innecesario montaje fraccionado y con saltos en el tiempo, que dificulta la comprensión de lo que nos están contando. Y al final, no es que la película resulte ambigua respecto a la posibilidad abierta de interpretar si hay algo en el viento o solo en las cabezas de los personajes. Es que el espectador terminará el metraje y no se habrá enterado de gran cosa, ni de si hay o no hay, sino de cuándo pasó qué, o de dónde está quién y porqué. Un absoluto lío.

Ya dicen, que el viento afecta mucho al entendimiento, y que donde hay un viento constante, efecto Foehn y condiciones extremas de ionización, aumentan tasas como las de suicidios y ataques de pánico. Un poco de sosiego en la sala de montaje le habría venido bien para rebajar los efectos ventosos.

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