Huelga aclarar las razones por las que ahora mismo en Europa difícilmente tendría cabida un film de superhéroes como “Vengadores Endgame” (2019). Algunas producciones de Luc Besson o coproducciones en las que a menudo también participan filiales británicas de productoras hollywoodienses pueden llegar a equipararse, pero no es la tónica general. Y no obstante, cada vez más a menudo Europa también se atreve a abordar el tema de los “superhéroes”, o por lo menos de personas especiales, con poderes, como Eric, que bien podría ser un personaje de X-Men. Los cineastas europeos deben compensar la imposibilidad de apostar por los efectos visuales y la acción como en las producciones Marvel, con otros elementos de argumento o de enfoque. En Mortal, ese enfoque hibrida mutantes con mitología y apuesta por el desarrollo de los personajes.
El director y guionista noruego André Øvredal no es famoso pero sí conocido entre los aficionados más avezados u observadores, desde que en 2010 llamara la atención con su segunda película, el ingenioso falso documental Troll Hunter. Fresca y divertida, le permitió acceder a proyectos internacionales de mayor difusión, como La autopsia de Jane Doe (The Autopsy of Jane Doe, 2016), sin duda su mayor éxito de crítica y público hasta la fecha; o codearse con Guillermo del Toro para dirigir por encargo Historias de miedo para contar en la oscuridad (Scary Stories to Tell in the Dark, 2019), que marcó un paso más en su carrera hacia la posibilidad de dirigir un título genuinamente mainstream. Mortal, sin embargo, supone un cambio de marcha muy interesante, con el que el director regresa a su país y renueva su suscripción a un cine más personal. Que podamos tomarnos esto como una declaración de carácter e intenciones es importante, ya que los próximos proyectos de Øvredal son tan decididamente comerciales como Historias de miedo para contar en la ocuridad 2 o El último viaje del Démeter (el Démeter es el barco que en la novela de Bram Stoker transportó a Drácula hasta el Reino Unido) para la Amblin Partners de Spielberg. En definitiva, al noruego las cosas le marchan bien y nos alegramos, pero más nos alegramos aún de que en lo esencial, siga siendo el mismo.
Mortal es un regreso a casa en todos los sentidos. Comparte con Troll Hunter, de hecho, no solo su menor presupuesto y su ámbito de producción (aunque esté rodada en inglés buscando aumentar sus posibilidades de exportación). También su inspiración en los temas populares típicamente escandinavos. Si en aquel, su primer gran éxito, se inspiraba obviamente en los trolls, esas criaturas legendarias de la mitología y los cuentos populares nórdicos, en Mortal regresamos a la mitología de los pueblos vikingos, y tomamos como referencia protagonista a Thor, dios del trueno y la fuerza. La deidad original, no su colorista versión de los cómics Marvel y que forma parte de Los Vengadores, es hijo de Odín y de la diosa Jörð, que representa la Tierra. Thor tiene el don de controlar los elementos meteorológicos, empezando por las tormentas y sus más furiosas armas, el rayo y el fuego en general; también se le atribuye el poder de resucitar a los muertos. Célebre es la leyenda de los dos machos cabríos, Tanngnjóstr y Tanngrisnir, que tiran de su carro volador. Thor los sacrifica y se los come cada vez que tiene necesidad, pero pone cuidado en no perder ningún hueso, y luego con la misma facilidad con la que los ha matado los devuelve la vida, quedando ambos animales ilesos, como si nada. El objeto más característico de Thor es sin duda su martillo de guerra Mjolnir. Creado por los enanos Sindri y Brokk, es un arma infalible, arrojadiza, de un poder inmenso, superior incluso al del propio dios que lo porta. Para poder manejarlo apropiadamente, Thor se ayuda de un cinturón de fuerza y de unos guantes, que se suponen de hierro. En cuanto a un posible linaje de Thor, tuvo varios hijos, como los varones Móði y Magni, y la fémina Þrúðr, que al crecer fue una de las valquirias.
Doy estos detalles de mitología nórdica por su importancia en el desenlace de Mortal. En la primera mitad de metraje son aspectos irrelevantes, de hecho no tratados (que os acabo de contar un spoiler, vamos). El film se puede ver como la tragedia de un joven solitario que tras la dramática e irrefrenable erupción de sus poderes piroquinéticos (es decir: puede prender fuego a las cosas con solo tocarlas, o incluso con solo desearlo), y a falta de un Charles Xavier que lo guíe y lo acoja en su Academia para Jóvenes Dotados, se convierte en un proscrito, escondiéndose cual Rambo en Acorralado en los bosques, aterrado, sin entender que le está pasando, loco de culpa por el daño que ha hecho inintencionadamente con sus poderes (entre otras maravillas, ha matado a su propia familia y ha destruido la granja en la que vivía como un chico normal hasta ese momento), y sobre todo asustado, muy asustado. Y aquejado de terribles dolores físicos, pues también su piel y su carne parecen estar quemándose, como en un acto de psicosomatización de su autodesprecio. Detenido tras un nuevo incidente con desenlace fatal tras el encontronazo con otro chico que pretendía meterse con él, conoce a una joven más o menos de su misma edad, psicóloga en los primeros años de ejercicio profesional, idealista y muy sentida (a principio de la película vemos que arrastra su propia pena por no haber podido ayudar a alguien, que probablemente ha terminado suicidándose) que está colaborando en casos especiales con la policía. Entre ambos se establece un vínculo, y ella le ayudará a descubrir el porqué de sus poderes, que cada vez parecen aumentar en número e intensidad, y es ahí donde la cosa comienza a apuntar, paso a paso, hacia la explicación mitológica.
Øvredal no quiere ponerlo muy complicado ni profundizar mucho y que ningún espectador se le pierda. Lo que explica de Thor y su progenie encaja más o menos con lo que pueda saber cualquiera sin ser experto en la religión original de los pueblos del Norte. Los elementos son tan reconocibles como todos los que he mencionado, con alguno más, como el árbol Yggdrasil. No es siquiera el paganismo lo que prima en su película, sino el homenaje sincero a sus raíces culturales como noruego. La parte X-Men (para entendernos) y la parte mitológica Mortal están bien encajadas, la acción fluye del punto inicial al punto final a base de revelaciones y referencias claras y divertidas a las leyendas, y por el camino la película toca aspectos muy interesantes. El que más, sin duda, es la dimensión mesiánica que cobra el protagonista cuando la gente común, el pueblo, comienza a creer en su naturaleza divina y se empieza a susurrar el nombre de “Thor”. La necesidad de creer, la búsqueda de una verdad transcendente, está bien dibujada en las escenas en las que Eric se encuentra de frente con un público deseoso de tocarle, que no le mira como a una estrella de rock, sino que le mira con genuina veneración.
En el lado negativo de la película, en realidad se trata de una road movie de huída, con dos jóvenes escapando de los agentes del gobierno americano que quieren detener al poderoso joven, aunque no queda muy claro si quieren hacerlo para usar su poder o para destruirlo. Esa trama es la menos interesante con diferencia, y hay que admitir que es precisamente el motor sobre el que avanza media película. Como un Starman, los chicos huyen y la policía y la agente especial de turno tratan de detenerlos. Da pie al menos para una escena bastante espectacular en el célebre puente colgante de Hardanger, el más largo de Noruega y uno de los más largos del mundo. La escena funciona, más por el paraje natural en sí en que está filmada y por el desarrollo de los personajes, que porque lo que suceda sea especialmente memorable. Pero merece la pena verla prestando atención y recreando los sentidos. Otro aspecto manido de la película es la historia de amor entre los jóvenes protagonistas, que funciona por el buen trabajo de los actores, y no tanto por lo interesante de su desarrollo por guion.
En definitiva, y volviendo a lo que decía en el primer párrafo: probablemente no había presupuesto para dar rienda suelta a los aspectos más fantásticos y mitológicos de la historia, y de ahí que el autor, de forma consecuente, se ha quedado con líneas de argumento que sí puede manejar sin atragantarse. Haciéndolo así, la película pasa por altibajos, y tras su visionado probablemente no deja poso, no es de esas que sigas dando vueltas unos días después, o que recomiendes entre lo mejor del género de “superhéroes y cosas afines”. Pero sí se puede concluir que es un film honesto, de pretensiones muy medidas y resultados próximos a alcanzar esas pretenciones, con un final valiente (que no relelaré, claro), y puntos originales, valores apreciables, y un desarrollo dramático de la psicología de los personajes muy adecuado. Una buena película, en definitiva; pequeña, pero buena.
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