Si hiciésemos un estudio de mercado cogiendo a todos los que nos auto-denominamos “freaks”(1), seguramente ocho de cada diez afirmaríamos que Peter Jackson ha tenido culpa en ello (y George A. Romero, Tobe Hopper, Sam Raimi, Stuart Gordon, Mario Bava, Dario Argento, David Cronenberg, John Carpenter, etc., etc.). Teniendo inquietudes por el cine fantástico, especialmente el cine gore, es imposible no acudir antes o después a los clásicos de culto del director neo-zelandés. Tanto Bad Taste (Mal Gusto 1987) como Braindead(1992), se consideran importantísimas e imprescindibles sea cual fuere el libro o la revista relacionado con el “Fantastique” que consultemos.
Sí, Peter Jackson es uno de los padres del gore –con esto no me refiero a precursor, no se nos vaya a ofender Herschell Gordon Lewis-, y sobre todo, fue quién más ayudó a que este menospreciado género se difundiese de forma más o menos comercial gracias al éxito deBraindead (aka Tu madre se ha comido a mi perro –título un tanto largo y tontorrón pero con cierto gancho). Hasta el momento resultaba impensable qué una carnicería tal podría emitirse por televisión como si nada. Es por todo ello y por su fidelidad al fantástico, que consideramos a Peter Jackson amigo de esta revista y le dedicamos las siguientes líneas.
Peter Jackson nació en Nueva Zelanda en 1961, y a muy temprana edad, fascinado por la cámara de cine de 8mm que su familia usaba de forma doméstica, empezó a rodar cortometrajes caseros, ya con atisbos de talento en algunos de ellos, o como mínimo, con tics que luego reconoceríamos a lo largo de casi toda su obra. No todos sus cortos están reconocidos o terminados, pero ya en 1971, rodó The Dwarf Patrol, una historieta bélica en la que para conseguir que sus armas falsas disparasen fogonazos, hizo agujeritos en el negativo, en alguno de los fotogramas de la película –no sé si inventó él este sistema, pero resulta ingenioso y el resultado da el pego-.
Unos años después rodó un corto reconocido oficialmente en su filmografía, The Valley (1976), en el que un monstruo hacía destrozos moviéndose en stop-motion. Con esas imágenes se estaba declarando fan de los efectos de Ray Harryhaussen y demostrando un saber hacer artesanal.
Al año siguiente rodó una especie de homenaje a James Bond pero lo abandonó porqué no le satisfacía el material grabado, luego, en 1981, hizo un corto de zombies al estilo George A. Romero, bien lentos, que se tituló The curse of the grave Walker, pero tampoco lo terminó. Y por fin llegó su primera película, Bad Taste (Mal gusto, 1983).
Este, su primer film, resulta toda una muestra de dedicación, entusiasmo, trabajo, pasión y talento. Tardó cuatro años en terminarla, tuvo que grabar con sus amigos y compañeros de trabajo durante fines de semana y ratos libres. “Nadie se había percatado de lo que estaba durando el rodaje hasta que alguien del equipo reseñó que durante el proceso de producción dos de los actores se habían prometido, otro se había retirado y otro se había divorciado. [Nota: desgraciadamente también murió alguien. Doug Wren, el actor que hace de jefe de los extraterrestres, falleció durante la postproducción y todo su trabajo tuvo que ser doblado por otro actor]. Así nos dimos cuenta de que llevábamos cuatro años con aquello”.
Él mismo la escribió, hizo los efectos especiales, la dirigió e hizo de operador de cámara. Incluso interpretó dos papeles, de hecho, hay una secuencia en que uno de sus personajes forcejea con el otro hasta tirarlo por un acantilado – resulta curioso verlo pelear contra sí mismo, más aún cuando sabes que esa secuencia se rodó a ratos diferentes durante un año. La fabulosa magia del montaje permite estos juegos…-. Tal como apuntaba el director en una entrevista “Aquello era otro mundo, completamente absurdo. Hay una escena en la que al alien le explota la cabeza. Para esa toma estábamos tres personas sólo: el que hacía de alien, otro y yo. Entonces mi trabajo era rodar, mover la cámara, accionar los explosivos y actuar, todo casi a la vez. Así que para ello tenía que plantar la cámara en un trípode mientras seguía filmando en plano fijo, sacar a mi personaje de plano cuanto antes, salir corriendo, ir a por los explosivos, detonarlos y volver otra vez a dirigir en movimiento. Una locura. Casi todo se rodó así, y todo se ve en pantalla, casi siempre es lo que había… la gente si no estaba haciendo una cosa estaba haciendo otra”
Prácticamente toda la película se rodó con una pequeña cámara de 16mm que solamente le permitía grabar trece segundos seguidos, y tanto la steady-cam como las grúas las fabricaron en plan McGuiver, y lo mismo con los efectos especiales; artesanía, látex, fibra de vidrio y las sobras de la carnicería del pueblo. Incluso crearon tres réplicas en madera de la casa que tiene que recibir un impacto de un misil y luego despegar como una nave espacial. Toda una odisea para un grupo de amigos sin más medios que sus pueriles sueldos. Menos mal que finalmente recibieron un ayuda de la comisión cinematográfica de Nueva Zelanda con lo que pudieron hinchar sus película de 16mm a 35mm para poder moverla por el circuito de festivales y meterla en el mercado de Cannes, gracias al que consiguieron despertar curiosidades de aquí y de allí y poder distribuir el film.
Al margen de la superación de la falta de medios y lo laborioso de su creación, Bad Taste cuenta con virtudes narrativas y con un ritmo de montaje excepcional que dejan entrever el talento de su autor. Una cinta muy inteligente que juega con la autoconsciencia de producto serie Z y se rie de sí misma. Amputaciones, acción, machetazos, explosiones, casquería… incluso una secuencia delirante en la que tenían que beber vómito:
-“Hay una anécdota muy divertida… supongo, que es en la escena en la que un extraterrestre (de hecho, yo) vomita y los otros se lo beben. Pues la sustancia esa se hizo con yogurt, porque como se lo tenían que beber yo lo hice pensando en ellos y en que fuera lo menos desagradable posible. Incluso compré un yogurt bueno. Pero la mezcla quedó muy diluida y tenía que estar mucho más espesa. Y yo se la di a un extra y le dije que la hiciese más espesa, mientras yo me iba a rodar otra escena. Y claro, yo creía que él sabía que era para beberla. Después volví, y el tipo lo había hecho muy bien, y había conseguido espesarla bastante. Así que rodamos, y al poco los actores se comenzaron a marear bastante y no se encontraban bien… ¿Sabéis lo que pasó? Pues que el tío que espesó la mezcla había ido al jardín y le había echado barro al potingue, ¡y entonces claro que quedó más espesa! Así que cuando vuelvas a ver esa escena, piensa que aquellos pobres actores estaban bebiendo de verdad ¡barro!”-
Hasta los detractores del cine gore deberían concederle ciertos méritos. Por eso me cuesta de creer que haya gente que no simpatice con él, alguien que se lo ha currado, que ha salido de la nada, sin enchufes, sin padrinos, que ha sudado la camiseta, etc. Es por eso que encabezo el texto diciendo “Peter Jackson, de abajo arriba”, y no de “arriba abajo” que tendría sentido por estar repasando toda su obra, pero me gustaba más invertirlo haciendo referencia a su hazaña dentro de la industria del cine, además sin abandonar su Nueva Zelanda natal para irse a Hollywood, cosa que lo hace más entrañable.
Con más ritmo si cabe y la cámara aún más loca, rodaría Meet the Feebles, toda ella protagonizada por muñecos tipo “teleñecos”. La creación de esta locura llegaría en medio del proceso de pre-producción de Braindead, un film que ya empezó a preparar mientras rodabaMal Gusto, y que dos años después, cuando la presentaron en Cannes, conocieron a Andrés Vicente Gómez y a Fernando Trueba que se interesaron en colaborar con el neo-zelandés. “Lo que sucedió fue que cuando ya teníamos totalmente preparada la producción de Braindead en estas condiciones (con participación de capital y equipo español, y co-producida por Andrés Vicente Gómez), el productor neozelandés, que aportaba el cuarenta por ciento del presupuesto, se echó atrás y nos quedamos absolutamente colgados. El proyecto se desvaneció y todos nos sentimos muy frustrados y furiosos.De aquel sentimiento de cabreo, y de la necesidad de trabajo continuo y constante que exige el cine cuando es una necesidad vital, surgió que algunos de los principales factótums de Braindead nos pusimos a escribir otra cosa, y esa otra cosa fue The Feebles”.
Para dotar de personalidad a sus protagonistas usó todo tipo de técnicas: las marionetas movidas por cables, el muñeco-guante, personas reales dentro del traje de peluche… “Por entonces yo me había hecho amigo de un marionetista, y alguna vez ya habíamos comentado cómo haríamos para hacer un film con marionetas se comportasen como humanos: se metiesen drogas, bebiesen alcohol, follasen, fumasen… Todo se reduce a eso. En tan solo tres semanas preparamos una versión hard de los míticos Muppets de Jim Henson, y en ella desahogamos nuestra frustración a base de bien.”
Pero no nos dejemos engañar por las apariencias. Nada tiene de infantil esta ácida sátira del mundo del espectáculo llena llenísima de humor negro –el mismo director confiesa alegremente su admiración e influencia de Monty Phyton- y acción. De hecho, mantenedla alejada de los niños, o aprenderán todos los tacos y palabras malsonantes del diccionario en lo que dura el film.
Yo mismo no hubiera reparado en ella si no fuese de Peter Jackson, pues es fácil prejuzgar y simplificarla despectivamente diciendo que es una “peli de muñecos”, pero no hacen falta muchos minutos para que nos demos cuenta de que la cosa va en “serio”, a pesar incluso de su fachada de humor socarrón.
Como siempre, el presupuesto fue muy limitado “Una película de las características de Meet the Feebles se rueda en USA con un mínimo de 20 millones, y nosotros la hicimos con 750.000$ y una pequeña subvención de 600 dólares semanales durante el rodaje que nos otorgó el Ministerio de Cultura neozelandés. En ella volvimos a emplear técnicas de rodaje-guerrilla como los que ya había usado en Mal gusto, por ejemplo no teníamos steady cam, era una silla de ruedas en la que yo me montaba y me ponía a dar vueltas”.
Si nos obligan a catalogarla en un solo género tendría que decir que es una comedia, pero es que resulta tan dura y tan amarga que es peligroso recomendarla como tal. También es un musical, tiene secuencias de acción, gore, bélicas, románticas y dramáticas. Cada personaje representa un estereotipo y cada estereotipo está representado por un animal. Hay sorna en cada metáfora, en todos ellos, pero la más obvia sería el personaje de la mosca, reportera amarillista que rebusca entre la basura y los excrementos para sacar a relucir los trapos sucios de los integrantes del show-business –muy visionaria, de hecho, parece estar describiendo la Tele5 actual.-
Una de sus bazas fuertes es ese contraste entre la apariencia infantil y los temas más forzosamente adultos, aunque sea tangencialmente, como la pornografía, el maltrato, el fetichismo, las drogas, las enfermedades venéreas, etc. Todo pasadísimo de rosca y rodado con gran riqueza de planos y un ritmo que te arrolla como un huracán. Muy recomendable para pasar un buen/mal rato.
Y por fin llega Braindead (1992), “En 1990 por fin volvimos a conseguir el dinero para filmar Braindead, pero para entonces la conexión española se había perdido. Afortunadamente conseguimos suficiente dinero como para hacer un film completamente neozelandés, así que no recontacté con el productor español”.
Por muchos considerada su consagración como director de culto -“Estoy muy orgulloso de que los fans consideren bastantes de mis películas “de culto”, claro que sí. Pero eso del “culto” es una cosa muy curiosa, porque hoy en día te encuentras cada vez más con directores que quieren hacer su ópera prima pensando ya en que será una pieza de culto, y eso es un error garrafal, porque si alguien hace de culto a una película de culto ese alguien es el aficionado, y nunca el director. Yo estoy contento de que haya ocurrido así por ejemplo con Mal gusto, porque no fue algo premeditado”- y una de sus obras cumbre. ¿Qué le voy a contar a usted, querido lector, sobre Braindeadque ya no sepa? Solamente por visitar esta revista doy casi por hecho que ha visto este must see del gore, y no sólo eso, sino que luego ha querido compartirla con amigos -si no ha sido así, ya está tardando-.
Braindead es muy gore, sí, aunque tiempo después de su visionado la sensación no sea esa, sino la de una comedia ligera –El propio Peter Jackson calificó Braindead como splastick, un género híbrido del splatter y la comedia slapstick-. Es tal la hipérbole de lo sangriento que resulta casi inofensiva pasados unos minutos de metraje.
Influenciado de nuevo por Monty Python y su humor grotesco, Sam Raimi y su Evil Dead 2 (1987), George A. Romero y sus zombies, Peter Jackson co-escribe con su esposa Fran Walsh y con Stephen Sinclair, la historia de Lionel, un pardillo (Timothy Balme), “un looser” que vive con su madre (Elisabeth Moody), represora e insoportable, a la que en una visita al zoológico le muerde una rata-mono recién traída de Sumatra y la infecta condenándola a ser un muerto viviente. Esa infección se propaga descontroladamente, y éste tendrá que intentar ponerle fin sea como sea. Y entre estos métodos está el descuartizamiento de todos los zombies mediante una cortadora de césped –secuencia antológica del cine gore donde las haya-. También hay un papel para una actriz española, Diana Peñalver, que se sumó a la producción en un momento en que España iba a poner dinero para la película, y aunque finalmente no fue así, se mantuvo el personaje como pareja de Lionel. Pero el personaje más descarado lo interpreta Ian Watkin, el tio Les, odioso y adorable al mismo tiempo.
Se usaron 30.000 litros de sangre artificial, un dato bastante revelador, aunque más duele el hilo de sangre que baja por la pierna de Isabelle Hupert en La Pianista (Michael Haneke, 2001), por ejemplo, que todos los borbotones de Braindead. Con esto redundo en lo inocuo de de la violencia del film, en la broma que hay en todo ello. Pero a pesar de ese aire caricaturesco tuvo problemas puntuales con la censura
– “En USA Braindead fue ampliamente amputada, se le llegaron a cortar más de 15 minutos de metraje, y aún sí fue calificada R (mayores de 18 años) por la MPAA. Allí, por cierto, es conocida como Dead Alive, debido a que ya existía otra película norteamericana anterior de título muy parecido: Brain dead (con espacio entre una palabra y la otra), de 1990 y dirigida por Adam Simon (el que luego sería director de Carnosaur con la producción de Roger Corman, guionista de la reciente Exorcismo en Conneticut, o autor del famoso documental An American Nightmare sobre cine de terror americano de los 70 y primeros 80). Siguiendo en los USA, en video (VHS por entonces) sí pudo ser distribuida en una versión unrated o uncut, con todo el metraje gore. El mercado de video/DVD en USA siempre ha sido más liberal que el de distribución a cine.
En el resto del mundo, y sobre todo en Europa, la película fue calificada para mayores de 18 años en casi todos los países (incluida España, aunque nuestras calificaciones son meramente orientativas y a los menores no se les ponen trabas para entrar a ninguna sala que no sea X), y en muchos de ellos también fue censurada y mutilada (por ejemplo en Alemania o Finlandia). En ciertos países al principio incluso fue rechazada y prohibida, tardándose años en poderse ver en una copia íntegra o incluso en poderse ver simplemente. Curiosamente, en Nueva Zelanda Braindead se pudo ver (al igual que en España) sin ningún tipo de problema, y al contrario: incluso fue subvencionada debido a la poca tradición cinematográfica de la isla que les lleva a recompensar cualquier película nacional, sea del género que sea”.
Los FX corrieron a cargo de Richard Taylor y su séquito, cuya labor fue premiada en el Festival de cine fantástico de Roma en 1991. A pesar de todo ese derroche de sangre y cuerpos desmembrados, el film no chocó con la censura tal como era de esperar porqué al parecer se captó que el gore era parte de la comedia física, y Braindead pudo estrenarse sin cortes en casi todo el mundo (con la excepción unas líneas antes comentada) .
Aunque algunos críticos han visto en ella referencias y alegorías al entorno cultural neo-zelandés contemporáneo a su ambientación (los años 50), un servidor, absoluto neófito de la idiosincrasia de la vida y las gentes de la Nueva Zelanda de los 50 no puedo venderla más que como un divertimento gamberro.
De nuevo rodada con un estilo característico y reconocible, acelerada, pasada de vueltas, con travellings por doquier, Peter Jackson firma con amplia satisfacción su película más famosa, cerrando así su etapa más irreverente hasta llegar a su etapa comercial que comenzaría con The Frighteners y se elevaría a la máxima potencia con la trilogía de El Señor de los anillos. Pero no avancemos acontecimientos, ahora le tocaría el turno a Heavenly Creatures (Criaturas Celestiales, 1994).
Alejado ya del gore y del humor, pero no del fantástico, Peter Jackson decide adaptar un hecho real y trágico. Para ello empieza a documentarse casi obsesivamente sobre la historia de un asesinato sin culpables, donde el verdadero culpable es el amor incomprendido y reprimido de dos chicas adolescentes; Pauline Parker y Juliet Hulme, víctimas del conservadurismo y la rígida moral de sus padres y del lugar y la época en la que se enamoraron –volvemos a la Nueva Zelanda de los años 50-. El empeño de éstos por separarlas las llevo a la locura transitoria, y las empujó al crimen.
Peso importante del film recae en la interpretación de las dos protagonistas, Kate Winslet como Juliet Hulme y Melanie Linskey como Pauline Parker, ambas creíbles y estupendas. –Cabe apuntar que en la vida real, Juliet Hulme años después se hizo llamar Anne Perry, y aún hoy es una novelista de éxito. La condición para que les concediesen la libertad condicional fue que no podrían volver a verse-.
Esta es por muchos considerada su mejor película, y hasta el momento la que más armonizó a crítica y público. Perfeccionando aún más su estilo con la cámara y su fructífera fijación por el travelling, mezcla el mundo crudo, frio y real de las protagonistas con su imaginario, que les sirve de válvula de escape frente a la antedicha represión que las llevó a cometer tan atroz crimen –mataron a la madre de una de ellas golpeándola repetidas veces con una ladrillo en la cabeza-. Peter Jackson no se posiciona en ningún lado de la moral, no juzga los hechos ni a las personas. Retrata con elegancia y gran madurez narrativa una historia de amor enfermizo, gravemente condicionado por la época que les tocó vivir. No es que los padres fueran malos por represores, es que no podían ser otra forma dada su educación. Y las chicas tampoco eran malas por quererse, pero cegadas por ese amor fueron víctimas de las circunstancias. Un desenlace fatídico, sí, pero el director se limita a contarlo con la mayor imparcialidad posible, y por qué no, con un poco de magia y cariño.
Ahora ya en 1995, después de tratar un tema tan amargo, parece que al neo-zelandés le apetecía volver a las risas y lo hizo con un fabuloso falso documental, Forgotten Silver (aka La verdadera historia del cine).
Con el lenguaje del cine documental totalmente asimilado, y co-dirigiendo y co-escribiendo con Costa Botes, realizaron este magnífico fakeque consiguió engañar a muchísimos compatriotas el día de su emisión en televisión. Algo así como La guerra de los Mundos de Orson Welles pero con menor trascendencia. Forgotten Silver versa sobre el descubrimiento del material inédito de un presunto cineasta neo-zelandés, Colin McKenzie, pretendidamente anterior a George Meliés y con un aire al admirado por Peter Jackson, Buster Keaton, con lo que, de haber sido cierto, habría que re-escribir la historia del cine. Tal fue el engaño, que los directores tuvieron que desmentir en los medios al día siguiente que se tratase de una persona real y argumentar que su supuesta obra la había rodado y tratado en postproducción el mismo Peter Jackson.
Para dar credibilidad a esta artimaña, colaboraron en el documental el conocido actor Sam Neill, el productor Harvey Weinstein y el historiador Leonard Maltin. Estos testimonios, más las imágenes de archivo, el seguimiento de Peter Jackson y sus pesquisas en plan Indiana Jones, el uso de la música, la voz en off, etc. suman fuerzas para hacernos tragar el anzuelo de tan bien ingeniado artificio.
Una obra maestra del subgénero solamente igualada por The War Game, de Peter Watkins(1965), F de fake, de Orson Welles(1973), Zeligde Woody Allen (1983), CSA de Kevin Willmott(2004), y Grizzly man de Werner Herzog(2005), -que aunque realmente no es falso documental pero está hecho con toda la gracia del mundo-.
Llegamos ya a su sexta película, la más comercial hasta el momento y bajo la producción de un grande de Hollywood (aunque rodada en Nueva Zelanda), Robert Zemeckis, The Frighteners (aka Agárrame a esos fantasmas, 1996, -sí, una vez más, luciéndonos con el título en español).
Tengo que empezar a hablar de esta película preguntando una cosa: ¿no os cae genial Michael J. Fox? Será por la trilogía de Regreso al Futuro, pero yo le adoro. Todo lo que hace me parece bien, y además, nadie habla mal nunca de él ni se le conocen escándalos, y el pobre se permite bromear en el making off sobre su enfermedad degenerativa, ser entrevistado por unos niños en la calle en pleno rodaje…
Michael no estaba seguro de si aceptar el papel de Frank Banister, pero cuando vio Criaturas Celestiales animado por Zemeckis, lo tuvo claro, y después de ver el resultado, no imaginaría a ningún otro actor haciéndolo mejor.
Con The Frighteners volvemos al fantástico puro mezclando elementos de cine fantasmagórico, terror, thriller y un poco de comedia. La historia se les ocurrió a Jackson y a su esposa Walsh mientras iban a comprar leche, aunque en ese momento estaban inmersos en el proyecto de Criaturas Celestiales, con la que comparte ligeramente el tema de asesinos adolescentes. Tiempo después lo retomarían y enviarían unas copias a Hollywood que cayeron en manos de Robert Zemeckis, conocidísimo productor y director (de la antedicha trilogía de Regreso al futuro, por ejemplo, o Forrest Gump, o Contact, etc.).
En un primer momento se pensó que este guión podría encajar bien con Tales from the Crypt (celebérrima serie de TV de cuentos fantásticos), pero finalmente vieron que tenía chicha como para hacer una película y se la produjo incluso con la condición impuesta por Jackson de que se rodase en nueva Zelanda –una vez más tan fiel a su tierra y generando industria-.
Este film tenía algo de ambición en cuanto al uso de los efectos especiales, que tanto gusta usar al isleño. Más de trescientos planos contienen CGI, generalmente combinando chroma con maquillaje artesanal, una fusión que a la postre resulta tener cierto encanto. La compañía encargada de esos efectos fue la WETA, colaboradora habitual en los proyectos de Peter Jackson, que contiende dos departamentos: “Creatures Shop” y “Digital Department” –creo que su propio nombre indican el trabajo que desarrollan-. Richard Taylor, que dirige el primer departamento ya se ocupó en su día de los FX de Baindead.
Volviendo al reparto, y ya con la elección del protagonista decidida, fueron a por la co-protagonista y los secundarios. La afortunada fue Trini Alvarado, de padre español pero nacida en Nueva York, y algunos de los secundarios para Peter Dobson, John Astin, Dee Wallace Stone (¡la de Aullidos y Cujo!), Jake Busey, y el mítico Jeffrey Combs,-el mismísimo Doctor Herbert West de Re-animator, (Stuart Gordon, 1985)-. Este dato me recuerda una anécdota en la que después de la proyección de Braindead en el Festival de cine fantástico de Sitges, Stuart Gordon se acercó a Peter Jackson para decirle que le había gustado mucho, y éste le respondió que si no fuera por Re-animator,Braindead probablemente no hubiera existido. –Me encanta contar esa anécdota como si yo hubiera estado ahí, pero no fue así, y si así hubiera sido, las lágrimas en los ojos no me hubiesen dejado ver nada-.
Sobre el resto de secundarios cabe decir que se recurrió a humoristas y se les dejó añadir frases suyas al guión para completar los personajes e improvisar un poco en el rodaje para conseguir más naturalidad. Y el resultado fue positivo ya que el film funciona bastante bien en sus pasajes cómicos.
Creo que no exagero si digo que los efectos digitales de la película cuelan perfectamente incluso hoy en día, seguramente por el mimo con que se hicieron para suplir la falta de medios –los ordenadores del 96 nada tenían que ver los de ahora, obviamente-. El making off muestra con detalle todos los procesos de creación del film. Making que se rodó para una edición especial de laser disc, antes de que existiera el dvd y que se ha re-aprovechado estupendamente en esta excelente edición de cuatro discos de la Universal.
En definitiva, una película trepidante, divertida, emocionante y sorprendente que además de todo, goza de cierto encanto de peli de aventuras de los ochenta.
Cambio de siglo y cambio de registro aunque sin alejarse del fantástico. En 2001, el neo-zelandés se enfrenta a la producción más ambiciosa de su carrera y probablemente a una de las más ambiciosas de todos los tiempos; adaptar la vastísima obra de J.R.R.Tolkien, El Señor de los Anillos. -Si me hubiesen preguntado si es posible plasmar en cine el inmenso imaginario del escritor británico, hubiera asegurado que no, pero como a mí, el resultado de la trilogía del anillo calló muchas bocas y situó a nuestro hombre en lo más alto-.
Para pasar de novela a guión, de nuevo Peter Jackson cuenta con su esposa, Fran Walsh e incorpora una iniciada Philippa Boyens, muy conocedora de la obra de Tolkien, y que desde entonces colaboraría en todos los proyectos del productivo matrimonio. Una ardua tarea que llevaron a cabo con brillantez ya que obvia inteligentemente las partes menos cinematográficas del libro, cosa que terminarían de pulir en la sala de montaje –otra odisea-. Es normal que los más amantes de la novela, los puristas, recriminen cosas como la ausencia de Tom Bombadil, pero un director debe preguntarse si eso suma algo a la historia y ayuda a avanzar sin entorpecer el ritmo, y así con muchos otros casos. También hay que cambiar frases de lugar y de personaje, romper la cronología de la fábula, siempre manteniendo la coherencia con el universo de Tolkien.
La trilogía está formada por La Comunidad del Anillo, Las dos Torres y El Retorno del Rey. No vale la pena comentarlas por separado, pues se rodaron todas a la vez, algo elemental si pensamos en términos de producción, pero también una locura si lo vemos desde el lado humano, un sin vivir para todo el equipo, especialmente para el siempre implicadísimo director.
Tardaron unos catorce o quince meses, se rodó íntegramente en Nueva Zelanda y prácticamente todos los actores tienen anécdotas sobre la dureza del rodaje; lesiones, frio, pocas horas de sueño… pero finalmente todo eso les unió y de ahí nacieron sanas amistades.
En este caso, se vuelve a repetir el modus operandi actoral que ya había dado fruto en The Frighteners; hacen muchos ensayos y los guionistas aceptan sus aportaciones. Por éste y por otros motivos pertinentes a la producción, el guión se re-escribía casi a diario. El primer tratamiento redujo esquemáticamente los tres libros a noventa páginas, y partir de ahí se fue modificando según las necesidades. El primer inversor creyó que se podía compendiar en dos películas, pero cuando se añadió New Line Cinema, se optó por la opción más sensata, un film por libro.
Después de muchas re-lecturas de guión y diálogos, de ensayos, y de planificación, llegaba por fin el titánico rodaje de la saga. Par dar credibilidad a la epopeya, además de una dirección artística fuera de serie y unos efectos visuales perennes, se realizó un casting muy preciso teniendo muy en cuenta el físico, la fisonomía:
- Elijah Wood es Frodo Bolsón.
- Sean Astin es Samsagaz Gamyi.
- Viggo Mortensen es Aragorn.
- Ian McKellen es Gandalf.
- Dominic Monaghan es Meriadoc “Merry” Brandigamo.
- Billy Boyd es Peregrin Pippin Tuk.
- Orlando Bloom es Legolas.
- John Rhys-Davies es Gimli y la voz de Bárbol.
- Andy Serkis es Gollum.
Y estando donde estamos, en Revista Fantastique, sería casi un crimen no hacer una mención especial a Chistopher Lee por su papel de Saruman. No porque sea una interpretación excepcional, que está muy bien, es directamente por que lo adoramos. Muchos freaks nos alzamos en contra de la supresión de secuencias de Saruman en el montaje definitivo, sólo porqué se trataba de él. No es que olvide al resto del reparto, pero tampoco se trata de listarlo todo. Hay cameos hasta para el director, que de hecho, suele hacerlo en casi todos sus films.
Antes aludía a la dirección artística y los efectos visuales, que en este caso van muy de la mano. Los encargados, una vez más, los visionarios de Weta Digital, empresa que fundara Peter Jackson, Richard Taylor y Jaime Selkirk en 1993 para crear los efectos de Criaturas Celestiales y que se encargarían siempre de enriquecer la obra del hombre que nos ocupa. No hay palabras para definir el excelso trabajo de este equipo humano. –Ver extras de la edición especial DVD-.
Para ello, además de usar todo tipo de técnicas artesanas tales como: maquetas, moldes, vestuario, armas medievales forjadas a hierro, maquillaje, etc., tuvieron que crear un software específico, el Massive, para generar los cientos de soldados enzarzados en las batallas y animarlos individualmente. Y para Gollum utilizaron la técnica de rotoscopia, que permite crear un personaje digital a partir de filmar y captar el movimiento real de un actor. Todas estas minuciosas labores les valieron un merecidísimo Oscar por cada entrega de la saga.
La dirección artística debe agradecerle parte del éxito al acierto de haber podido contar con Alan Lee y John Howe, ilustradores de la obra de Tolkien, que también diseñaron los platós que imitaban La Tierra Media y que construyó el departamento de Weta, Workshop. Importantísimas también las localizaciones exteriores, perfectamente adecuadas al imaginario del escritor y un placer para los sentidos.
La bellísima banda sonora, que hilvana perfectamente el todo, corrió a cargo de Howard Shore, conocido compositor y colaborador habitual de David Cronenberg o Martin Scorsese. Tanto los Oscar como los Globos de oro reconocieron su tarea en la primera y la tercera entrega de la trilogía.
Por cierto, Howard Shore tiene un cameo que solamente se puede ver en la versión extendida de El Retorno del Rey, haciendo de guardia de Rohan.
Volviendo a nuestro hombre, el jefe de todo esto, el nexo que aúna todos los grandes y pequeños detalles, no puedo más que decir:¡chapeau! Llevar el control de algo tan colosal y hacerlo hasta el más mínimo detalle, y durante meses, sin bajar la guardia, creyendo en el proyecto y contagiando su entusiasmo a todo el mundo es harto loable. Es una actitud pasional con la que ya empezó su carrera como director y que ha mantenido siempre, algo que hace que se pueda decir sin dudar que cada una de las películas que ha hecho son suyas, muy suyas.
Quizás sólo quede ese entusiasmo y su maestría con la cámara del Peter Jackson de los inicios, pero incluso dentro del marco del fantastique ha tenido una evolución lógica y fiel a sus principios, y dudo mucho que hasta el momento hubiera decepcionado a nadie. Y digo hasta el momento, porqué con King Kong (2005) hubo mayor división de opiniones.
Incluso el que firma este artículo, declarado fan de Peter Jackson, tiene sus reservas. Curiosamente es la única de sus películas que sólo he visto una vez… la vi en el cine, no se me hizo pesada a pesar de su larga duración (201 minutos la versión extendida), me gustó, pero cayó en el olvido. Bueno, a decir verdad, sí recuerdo su preciosa fotografía, suscrita por Andrew Lesnie, quién ya lo demostró todo con la antedicha trilogía.
A pesar del amor confesado por la película original (daré por sentado que todos sabemos que la de Jackson es un remake del clásico de la RKO, 1933) y de todos los guiños que lo demuestran, este film peca un poco de estar enamorado de sí mismo, sobre todo de sus efectos especiales. Las ganas que le tenían a este proyecto desde hacía años –hasta no llegar el éxito de ESDLA no pudo contar con la financiación necesaria- y la auto-satisfacción de tener a su alcance los mejores efectos visuales posibles, hicieron que la agudeza que tuvieron eliminando secuencias en la saga del anillo, la perdieran en parte aquí. Porqué a pesar de estar magistralmente filmadas son de dudosa aportación al grueso del metraje y lastran el resultado. Eso y el diseño estereotipado de los personajes serían los únicos peros que un servidor destacaría. También hay secuencias montadas con una modernez absurda e incoherente con la factura clásica que reina en casi todo el cuento.
Pero en el bando de las loas, además de la citada fotografía y los FX, tendríamos la interpretación de Naomi Watts –el resto del reparto está simplemente correcto-, la dirección artística, y ante todo, el gorila. De nuevo Weta Digital, y de nuevo la técnica rotoscópica, y el expresivo actor escogido para encarnar al mono, Andy Serkis, el mismo que para Gollum. Esta vez tuvo que ponerse 132 sensores de movimiento en la cara, y el resultado, espectacular, literalmente da vida al simio. También se diseñó un software para animar el pelaje del animal y se utilizó el Massive para multiplicar las gentes de las calles de Nueva York.
Para la banda sonora hubo problemas, hasta el punto en que Peter Jackson tuvo que despedir a Howard Shore por desacuerdos creativos y contratar a James Newton Howard, compositor fetiche de M.Night Shyamalan ya con 118 b.s.o. a sus espaldas. Su composición no fue memorable, pero sí más que correcta dado que sólo tuvo un par de meses para terminarla.
Hay una anécdota que me hizo mucha gracia cuando la leí que dice que El día de los Santos Inocentes, Peter Jackson publicó una broma en su diario y reveló que habían empezado la producción de “King Kong: Son Of Kong” y “King Kong: Into the Wolf´s Lair”. Ambas películas, supuestamente previstas para el 2006, contaban como los protagonistas conseguían montarse sobre el hijo de Kong, le ataban metralletas en su lomo y luchaban contra un ejército de criaturas genéticamente mutadas por Hitler.
¿Qué queda de nuestro autor a estas alturas? Su amor por el cine fantástico, su soltura con la cámara, su sentido del ritmo, y su dedicación. Y a pesar de los pesares y por muchos defectos que le queramos sacar a su penúltima película, es un auténtico espectáculo.
Antes de comentar su última producción hasta el momento, detengámonos un segundo en un cortometraje que realizó en 2008, Crossing the line. Ambientado en la Primera Guerra Mundial trata sobre dos soldados que han quedado atrapados en sus trincheras e intentan sobrevivir y salvar sus objetos más preciados; una fotografía y un osito de peluche, y aunque a priori puede resultar curioso o interesante, el motivo real de este corto es publicitar una cámara de vídeo de alta definición, la Red One. No sé mucho del este proyecto, pero todo indica que la empresa de Red hizo este encargo a Peter Jackson para que le sacase partido a las posibilidades de dos cámaras prototipo, y vaya si lo hizo… De esto no nos hubiésemos enterado jamás si no fuera por qué vivimos en la era de internet, pero es que ahora incluso podemos verlo. “Googueleadlo”, merece la pena.
Y por fin llegamos al año en el que estamos, 2010, y en él su última película como director, The Lovely Bones, de nuevo con el mismo equipo de guión y adaptando una novela de Alice Sebold con título homónimo.
Si ya le reprochaba un poco al neozelandés sus excesos en los efectos especiales de King Kong, aquí la protesta sí es definitiva. Lo conjeturo leyendo el superventas de Sebold e imaginándose como trasladaría a la gran pantalla ese mundo intermedio que hay entre la muerte y el más allá, y que prácticamente ese fuera el único motivo por el que llevó a cabo la adaptación, puesto que no se aprecia tanto cariño por el guión como por los FX, incluso siendo éstos fallidos por harto empalagosos. Y si a esto le añadimos un mal uso de la música cuando menos lo necesitaba, tenemos como resultado una secuencia propia de un anuncio de perfume o de compresas. –Espero que esto sea lo más duro que tenga que decir nunca de una de sus películas. Por favor, Peter, no lo vuelvas a hacer-.
Afortunadamente, tampoco es que se haya vuelto loco del todo y también hay detalles propios de su maestría habitual, especialmente todo lo que concierne al oscuro personaje del retorcido vecino George Harvey. Muy buena interpretación por parte de Stanley Tucci y muy buen retrato por parte de la dirección. Un ser maligno con necesidad de asesinar –en la novela viola a la niña antes de matarla pero el film omite este truculento detalle- que vive bajo la amable apariencia del típico vecino inofensivo. Susie Salmon, nuestra protagonista, interpretada por una prometedora Saoirse Ronan cae en las fauces de este villano quedando atrapada en la presunto confín que hay entre la muerte y el paraíso.
Partiendo de esa premisa, la película habla de la pérdida de la inocencia, la propia aceptación de la muerte y la asimilación, o no, de ésta por parte de los seres queridos. El problema es que no trata dichos temas con la soltura y el genio de Criaturas Celestiales, sino que divaga entre el thriller psicológico, el drama y el fantástico facturando un producto poco cohesionado y contundente. Una verdadera lástima desaprovechar secuencias de tenerte pegado a la butaca con otras de vergüenza ajena, pero a pesar de todo y repito, gracias a las escenas del pérfido George Harvey, el film no resulta del todo insubstancial. De hecho, imagino que le habrá gustado a mucha gente, pero desde luego, no es lo que esperaba del director de Braindead, por decir uno solo de sus excelentes títulos.
Actualmente no tengo noticia de próximos proyectos que va a dirigir, pero si se sabe que ha escrito El Hobbit 1 y 2, para que las dirija Guillermo del Toro (El Laberinto del Fauno, Cronos, Hellboy, etc.), y que va a producir la adaptación al cine de Tintín, que dirigirá ni más ni menos que Steven Spielberg. Dentro de sus últimos logros como productor destacaría Distrito 9, de Neill Blomkamp.
Concluyo entonces, que a pesar de ese pequeño traspiés que sería The Lovely Bones, la filmografía de Peter Jackson es interesante, talentosa, con gran poderío narrativo, especialmente por su manejo de la cámara y sentido del ritmo, y además, siempre ha sido fiel al género, incluso me atrevería a decir que Forgotten Silver tiene algo de fantástico. También cabe afirmar que su aportación al cine ha sido importantísima desde la serie B –incluso serie Z- (Braindead, Bad Taste) hasta el cine más costoso y comercial (la trilogía del Anillo, King Kong). Se ha atrevido con la crítica social más ácida (Meet the Febbles) y con el humor más blanco para todos los públicos (The Frighteners). También ha tratado el drama con la máxima destreza (Criaturas Celestiales) y lamentablemente, con un pelín de desacierto (The Lovely Bones).
Una carrera completísima y merecedora de toda admiración, siempre destacando su pasión, su dedicación y su entrega a cada proyecto, siendo a su vez un gran orquestador capaz de llevar de gira al grupo del pueblo o a la Filármonica de Vienna. Un grande del cine.
Notas
(1) Freaks: según mi modo de ver, la palabra freak se ha denostado hasta derivar en el vocablo “friki”, y a pesar de que se usan para lo mismo, me gustaría hacer una pequeña diferenciación. Freak es todo aquel aficionado al cine fantástico, a los cómics, al rol, a la literatura de sci-fi, que colecciona películas, muñecos, posters, foto-cromos… y nunca se utilizaría de modo despectivo. En cambio, “friki” sí se aplica con menosprecio pero iría más bien asociada a los personajes de la farándula de baja estofa, o a los esperpentos que puso de moda Javier Cárdenas (secuaz de Alfonso Arús y más tarde de Javier Sardà). Yo no tengo nada en contra de los frikis, pero cuando me autodenomino freak, nada tiene que ver con esa acepción de uso popular.
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