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Uno de los mejores ejemplos de hasta dónde puede llegar la picaresca en algunos ávidos productores y distribuidores, es el caso de las “falsas secuelas” o “secuelas ilegítimas”: películas que se presentan como secuelas de otras que han tenido éxito cuando en realidad no guardan ninguna relación, ni (más grave todavía) han pagado siquiera los derechos a los autores de la original. A veces el ardid se aplica desde la producción, como en el caso de “Zombi 2” (1979, de Lucio Fulci), cuyo título aprovecha el arrastre de “Zombi” (Dawn of the Dead, 1978, de George A. Romero) sin poseer parentesco alguno con ella, o “Terminator 2” (1989, de Bruno Mattei), con más cara que espalda. Pero en otras ocasiones la pretendida secuela se improvisa ya en la fase de distribución, y solo para algún mercado. Esto es: a una película que en realidad se llama de otra manera se le cambia el título y por arte de birlibirloque se transforma en una impostada secuela de algún hit.  Es algo que hemos hecho sin ningún reparo en el mercado español, aunque no de manera privativa, claro está: este engaño también abunda en los Estados Unidos, sobre todo en la distribución para ámbito doméstico. Pero quedándonos en nuestro país, en los videoclubs de los 80 podíamos encontrar películas como “Alien 2” (Alien 2 sulla terra, 1980, de Ciro Ippolito), “Tiburón 3” (L’ ultimo squalo, 1983, de Enzo Castellari), el slasherPsicosis 2” (Terror Eyes, 1981, de Ken Hughes), “Holocausto caníbal 2” (Paradiso infernale, 1989, de Antonio Climati) o “Phantasma II” (ésta es de traca) para la versión condensada para cines de “El misterio de Salem’s Lot” (Salem’s Lot, 1979, de Tobe Hooper). Paradójicamente, en España a “Zombi 2” la llamaron “Nueva York bajo el terror de los zombis”, título mucho más evocativo.

Este “Re Animator II” pertenece a este grupo, es decir, y sirva de aviso: no tiene absolutamente ninguna relación real con “Re-animator”, ni tan siquiera con la Empire o con Brian Yuzna. Pero con afán completista, y debido a que todavía se puede encontrar el VHS de este título, y a que en su día fuimos más de uno los que picamos quizás ya tan solo con la esperanza que de fuera una imitación, hemos creído interesante incluirla como apéndice a la saga. Aquí tras el oportunista trampantojo del título español lo que en realidad se esconde es el film titulado originalmente y en más de medio mundo “Metamorphosis”, y el único parecido que guarda con la película de Stuart Gordon es que el protagonista, el Dr. Peter Houseman, es un joven científico tan brillante y arrogante como Herbert West, con encontronazos muy similares en su círculo académico y de colegas. Por lo demás, su investigación no versa sobre la resurrección de los muertos, sino sobre ingeniería genética y la búsqueda del gen que nos hace envejecer. Acuciado por la prisa en el momento en que todo indica que van a cancelar su trabajo, decide experimentar un suero de su invención sobre sí mismo, y esto provoca sobre su cuerpo y su psique una serie de transformaciones progresivas que conducen la trama a derroteros claramente inspirados en “La mosca” (The Fly, David Cronenberg, 1986) y a temas similares a los de “Viaje alucinante al fondo de la mente” (Altered States, Ken Russell, 1980), con buenas dosis del canon del Dr. Jekyll y Mr. Hyde stevensiano.

En realidad para hallar el origen de “Metamorphosis” (por dejar de llamarla ya “Re Animator II”) nuestra brújula ha de apuntar a Italia, más concretamente a la productora Filmirage de Aristide Massaccesi, más conocido como Joe D’Amato. Se trata, de hecho, de una producción suya, y la única película como director de su actor fetiche en los 80, Luigi Montefiori, alias George Eastman. La relación entre Joe D’Amato como director y George Eastman como actor ha establecido un encasillamiento que tal vez haya eclipsado para muchos espectadores que solo han visto películas como “Gomia, terror en el mar Egeo” (Anthropophagus, Joe D’Amato, 1980), “Terror sin límite” (Rosso sangue, Joe D’Amato, 1981) o “2012, tras la caída de Nueva York” (2019 – Dopo la caduta di New York, Joe D’Amato, 1983) el resto de facetas de Eastman/Montefiori (atención, que pretendo alternar nombre y pseudónimos indistintamente; no se me pierdan). Poco tiene que ver el Luigi Montefiori de la vida real, cabal, consciente de lo malas que son tantas de sus películas, culto e inteligente, con esos personajes brutales que interpretó empujado por lo potente de su físico (mide más de dos metros de estatura) en espagueti westerns, thrillers y films de terror. Otra actividad que siempre le había interesado a Eastman era la escritura, en los 70 había empezado a escribir guiones, e incluso había tenido un gran éxito en este terreno con la historia y el texto de Keoma (Enzo G. Castellari, 1976). Así que a poco de comenzar su dilatada colaboración con Joe D’Amato, en producciones destajistas, rodando hasta tres títulos simultáneamente, y con todo el mundo teniendo que hacer un poco de todo y sobre la marcha, comenzó a escribir habitualmente. “Hacer cine con Joe D’Amato en aquella época“, recuerda, “era como hacer algo con una pandilla de amigos; estabas trabajando y te divertías a la vez”. Se convirtió en guionista de cabecera (junto al propio D’Amato) de sus películas, e incluso también escribió alguna que otra ajena producida muy afortunadamente por Filmirage como “Aquarius” (1987), el debut de Michele Soavi. Colaborando con D’Amato, Eastman no solo se desarrolló como guionista, también fue iniciado de manera no siempre acreditada como director de segunda unidad, ayudante de dirección o co-productor.

Si digo que “Metamorphosis” es malísima no creo que exista controversia posible cuando hasta el propio Luigi Montefiori así lo admite sin ambages (1). Lo que esta vez le llevó a dirigir su propio guion, fue que Massaccesi le prometió que “había una oportunidad de que ésta fuera de las buenas”.  La película se iba a rodar en los Estados Unidos, y se le dijo que había posibilidades de conseguir como protagonista a Bill Pullman o a Keith Carradine, con gente muy potente en los efectos especiales que venía de trabajar con George Lucas. Y Montefiori le puso cariño al proyecto, como si aquello fuese a pasar. Pero que no se me malinterprete, cuando Luigi Montefiori habla de Joe D’Amato aun hoy en día, no lo hace como alguien que en ocasiones fue engañado, sino con benevolencia y complicidad, ironizando con cariño: “Aristide Massaccesi te podía prometer el mundo”.

De lo prometido, lo único que se cumplió fue lo de rodar en Estados Unidos, concretamente en Virginia. Todo lo demás, se quedó al nivel de la típica producción Filmirage de la época. Pero Montefiori mantuvo su palabra y asumió la realización, aunque no salió orgulloso como para querer volver a repetir. Aun así, Joe D’Amato ha declarar (4) que las escenas de acción (se debe de referir a las persecuciones del final) las rodó él, ya que el director oficial no se sentía muy seguro. De todas los recortes introducidos, del que más se queja Luigi Montefiori es de los efectos especiales, que él quería que fueran animatrónicos (olvidándonos siquiera ya de lo del ex colaborador de George Lucas), y sin embargo fueron encomendados a  Maurizio Trani, que a mí me parece un excelente profesional, acostumbrado a trabajar con Lucio Fulci, pero que lo resolvió todo mediante efectos protésicos en látex y soluciones de puro ingenio. No cabe la menor duda de que el mismo Trani habría hecho un trabajo superior de haber dispuesto de mayor presupuesto, o de algún presupuesto al menos. En alguna de las escenas más impactantes del film, como es el pinchazo en el ojo a través del cual se inyecta el suero en el mismo cerebro, usó de manera económica y eficaz productos de casquería, como ojos de cerdo. Pero la película en realidad no es muy gore, sus FX están más enfocados en la transformación, y eso es más complicado de conseguir sin los medios adecuados.

El otro factor técnico que destaca, y no todo el rato para bien, es la música de Pahamian, pseudónimo electrónico de Luigi Ceccarelli, artista experimental que firmó con este alias en sus acercamientos alimenticios a la composición de música para esta clase de producciones, de las que sobresale entre los coleccionistas en especial su banda sonora para “Emmanuelle en prisión”. Aquí aporta una de esas bandas sonoras de sintetizador omnipresente y machaconas, muy de su época, un synth-pop instrumental repetitivo usado para rellenar de ritmo cada secuencia de la película que carece de él. Tiene su encanto y resulta agotador a partes iguales.

Respecto al reparto, el papel para Bill Pullman terminó en manos de Gene Lebrock (el protagonista, el Dr. Peter Houseman), un modelo masculino con vocación de actor, que más o menos por la época había protagonizado una película de la Troma: Fortress of Amerikkka (Eric Louzil, 1989), y poco después haría a las órdenes de Claudio Fragasso La casa 5, otra falsa secuela esta vez en Italia y de Evil Dead (3). La interpretación no estaba en su destino, y tras un par de apariciones más en películas de bajo presupuesto, dejó de intentarlo. Más efímera todavía fue la carrera de Catherine Baranov (Sally Donnelly), que ni siquiera era actriz: era camarera en el hotel en el que se hospedaba todo el equipo de rodaje, y le ofrecieron el papel a la desesperada cuando la actriz contratada no se presentó. Ésta fue su única película. Al menos, “Metamorphosis” nos reserva un breve encuentro en forma de cameo con una cara (y cuerpo) conocida, la de Laura Gemser, la “Emmanuel negra” que tantísimas veces trabajó con Joe D’Amato. Aquí, hace de prostituta que padece los excesos violentos del Dr. Houseman en plena conversión involutiva.

A pesar de que la película está unánime y justamente denostada, creo que los aficionados a revisar viejas películas de fondo de catálogo podrán estar de acuerdo conmigo en admitir que Eastman tampoco perpetró un desastre absoluto. A Montefiori le interesa más el thriller que lo sobrenatural o el terror, por lo que toda la primera mitad de la película, aun no siendo nada del otro mundo, está bastante bien llevada. Sabe plantear el tema, construyendo a su alrededor arcos con suficiente carga de suspense. Elige colocar la cámara en posiciones que permiten ver la acción, sin florituras, y atento exclusivamente al avance de su historia, que como dije unos párrafos atrás es una variación de “La mosca” de Cronenberg. Para ser una producción de Joe D’Amato, no hay ni mucho sexo, ni mucha sangre, aunque hay una (única) escena de sexo extrañamente alargada, y varios crímenes irregularmente convincentes.

Lamentablemente, a partir de la mitad y culminado el planteamiento, la película se derrumba, y precisamente cuando el protagonista ha comenzado a comportarse como el monstruo en el que se está transformando, llega una infumable cuesta abajo hasta el final, la historia pierde todo sentido, abunda en escenas entre locas e ilógicas, y el supuesto clímax, cuya argumentación podría haber resultado interesante (aunque deudora, también se ha dicho, de “Viaje alucinante al fondo de la mente”), carece de la más mínima tensión casi hasta su desopilante desenlace, que sumerge la película de golpe y porrazo en el terreno del trash casposo. El epílogo, después de la perplejidad provocada en la escena anterior, ya no se sabe si va en broma o es en serio.

En Italia se la conoce como “DNA formula letale”, y en la mayor parte del mundo salió directamente en VHS, a propósito del cual me parece imprescindible señalar que, sin duda, lo mejor de este “Re-animator II” es el poster/carátula obra del genio Enzo Sciotti, artífice también de buena parte de los mejores artworks de películas de género italianas de los 80.

Notas

  1. Tanto esta declaración como otras utilizadas en esta reseña están tomadas de la entrevista del programa de TV de RaiDue “Stratult”.
  2. En Italia distribuyeron Posesión infernal (Evil Dead, 1981, Sam Raimi) con el título italiano de “La casa”; así pues, Terroríficamente muertos (Evil Dead 2, 1987, Sam Raimi) fue “La casa 2”; a partir de ahí empiezan las falsas secuelas con Ghost House (La casa 3, 1988, Umberto Lenzi), Encuentro con la maldad a.k.a. Witchery (La casa 4, Fabrizio Laurenti, 1988) y Beyond Darkness (La casa 5, Claudio Fragasso, 1990).
  3. Spaguetti Nightmare (Luca M. Palmerini y Gaetano Mistretta, Editorial Fantasma Books, Key West, Florida, 1996)

 

 

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