Repo Man tiene una premisa muy interesante, intrigante y explosiva, ¡siempre y cuando no la menees mucho! No hay nada que le pueda sentar peor que un intento de razonarla. ¿Por qué parece que la mayor parte de la población lleva órganos transplantados? ¿Qué ha pasado en el mundo, se supone que ahora todos viven cientos de años, que las enfermedades degenerativas son tan frecuentes como el resfriado, o qué? ¿No requeriría ese aspecto un poco más de explicación? ¿Existen más organizaciones como The Union? ¿No debería dar la impresión de ser una entidad más grande, con una red de infraestructura internacional, y no una empresa normalita con sus oficinas, sus comerciales y sus repo men para el trabajo sucio? ¿Qué clase de sistema político rige en el universo de la película? ¿Qué ha pasado con los derechos humanos? ¿Qué piensa la autoridad de que haya una especie de sociedad médica con capacidad ejecutiva para condenar a muerte a sus morosos? En fin, no es que estas preguntas no se pudieran contestar: es solo que la película no lo hace. Su escenario es demasiado parecido al nuestro, como un futuro muy próximo, al que se le ha introducido como elemento de ciencia ficción este asunto de los transplantes. Lo mejor que puede hacer un espectador ante ella es aceptar sus reglas y el estrecho margen de lógica que deja como prerrequisito para sacarle partido: las cosas son así porque son así. En cuanto lo hagan, comenzarán a disfrutar de los detalles que sí están en la película.
Este argumento de Repo Men que debes aceptar tal cual y porque sí, nos remite a un sketch de los Monty Python en su última película: El sentido de la vida (The Meaning of Life, 1983, de Terry Jones) (1). En su segmento titulado Trasplantes de órganos vivos, Graham Chapman y John Cleese son dos paramédicos que van puerta a puerta tratando de convencer a la gente para que se haga donante de órganos. Una señora (en realidad Terry Gilliam travestido) acepta y firma los documentos, y a continuación los paramédicos sacan el instrumental, la abren en canal, y todavía en vida comienzan a extraerle cualquier víscera, en uno de esos momentos en los que los Monty Python flirtean con la caricatura gore. En realidad el tema es casi el mismo: los repo men no buscan donantes, sino acreedores atrasados en los pagos de sus órganos vitales adquiridos a plazos. Cuando encuentran alguno, lo duermen (o no), lo rajan, y le confiscan los órganos. El protagonista Remy (Jude Law) y su mejor amigo Jake (Forest Whitaker) se dedican a esto y no tienen ningún problema con ello, hasta que a Remy le toca pasar al otro lado: tras un accidente recupera el conocimiento y descubre que le han puesto un corazón nuevo, y que su propia empresa le tiene bien cogido porque ahora le debe su pago. Y claro, la cosa ya no le hace tanta gracia. La historia del individuo cómodo con el sistema injusto en el que vive, que incluso es un agente a su servicio, y que a raíz de algún hecho crítico pasa al otro lado, se une a aquellos a los que hasta hace poco consideraba insumisos subversivos a perseguir e incluso se convierte en el más activista, es un clásico ya en la historia del subgénero de las distopías. Es algo que viene ya desde la literatura, pensemos en el bombero Guy Montag del Farenheit 411 de Ray Bradbury, y que el cine explota continuamente, dentro del género (Minority Report, Equilibrium,District 9, etc) y también fuera (aplicado a contextos históricos, como en Ben-hur). Claro que en esta ocasión la conversión del personaje de Jude Law resulta un poco hipócrita. Además esta clase de argumento tiene siempre una clara implicación: los antiguos amigos del protagonista son los que ahora le tienen que cazar… Visto y listo.
Les dije que no menearan demasiado el argumento, y la verdad es que no se debería menear mucho tampoco nada de lo demás. El voluntarioso debutante Miguel Sapochnik ha conseguido salvar con diligencia los sobados formulismos habituales en esta clase de películas y del cine de acción en general, gracias a una mano entusiasta en la puesta en escena, a momentos aislados de verdadero acierto conceptual y sobre todo a una postura respetuosísima ante la ciencia ficción. Trillado y todo, si lo toman como viene, es lo que obtendrán. Admitamos que la película tiene algunas caídas graves de ritmo y que al guión se le pierden algunos (más) detalles (como los secundarios, la esposa de Remy interpretada por Carice van Houten –El libro negro-) pero que en general funciona, tiene ráfagas emocionantes y algunas buenas aportaciones (la escena de Remy con la estrella de rock, el intento de fuga en el aeropuerto, etc.). Sobre puntuales aciertos conceptuales, Repo man alcanza nuevos planos de interés cuando consigue proponer escenas que se salen de lo trillado, como por ejemplo en su clímax el momentazo de sexo bizarro (¿un hombre y una mujer arrancándose la ropa, gimiendo, abriéndose las carnes y penetrando en ellas en busca de los órganos pendientes de pago? Eso para mí es sexo, el polvazo más extraño y fascinante visto en una película de ciencia ficción en muchas temporadas).
Pero también dije postura respetuosísima ante la ciencia ficción, y no me cabe duda de que a Miguel Sapochnik y Eric García le encantan no ya sólo películas referenciales evidentes como Blade Runner (1982, de Ridley Scott) o Minority Report (2002, de Steven Spielberg), ambas permanentemente en la cabecera de la cama de todo el equipo de filmación mientras duró el rodaje; o la ironía de Paul Verhoeven en Robocop (1987) o Desafío total (Total Recall, 1990); sino también las aportaciones más de auteur de otros como Terry Gilliam, cuyoBrazil (1985) es copiado en su twist final (2), o de Anthony Burgess pasado por Stanley Kubrick en La naranja mecánica (A Clockwork Orange, 1971), de la que la violencia fascista y nihilista de Alex Delarge trata de ser trasladada a Remy y Jake, antes de la conversión de Remy, claro. Y hablando de Burgess, las influencias no quedan sólo en el cine, ya que Philip K. Dick planea sobre gran parte de la película, sobre todo hacia la resolución final, que no puede no recordarnos a Ubik (1969). Si a todo esto sumamos una escena de pelea calcada deOld boy (Oldeuboi, 2003, de Park Chan Wook), referencia reconocida durante la película (el momento en que Jude Law saca un martillo, ¡el arma que esgrime Choi Min-sik en la misma escena de Oldboy!) y después de la película (Spachnik la admite en todas las entrevistas), nos sale un cóctel cargado de potencia y buenas intenciones que bien sirve como opera prima.
El páncreas delator, The Repossession Mambo y el gato de Schrödinger
Volvamos un momento al principio. The Repo Man, abreviatura de The Repossession Mambo, surge de una colaboración entre Miguel Sapochnik y el escritor Eric García que empezó a fraguarse en el muy lejano 1997, cuando ambos comenzaron a trabajar en la historia con la intención de hacer un cortometraje de título The Tell-Tale Pancreas (El páncreas delator). El corto no llegó a hacerse, pero García se quedó con el concepto y a lo largo de los años posteriores se dedicó a reescribirlo una y otra vez, contando con la colaboración de un amigo suyo, Garrett Lerner. En 2003, el escritor se hizo un nombre gracias al éxito de su novela Los impostores (Matchstick Men) que fue adaptada al cine por Ridley Scott con Nicholas Cage de protagonista, y poco después el canal SyFy (antes Sci Fi) le fichó al tiempo que le compraba otra novela suya de dinosaurios, Anonymous Rex, para hacer una miniserie. Más o menos desde entonces ha estado luchando por hacer realidad el proyecto de The Tell-Tale Pancreas, convertido ya en The Repossession Mambo, y como parece ser que Eric García no es una persona desleal, en cuanto la cosa se puso seria volvió a contactar con Sapochnik, que mientras tanto había trabajado como técnico en películas como Trainspotting, para que el proyecto volviera a ser el de ambos. A partir de 2006 se comenzó a hablar de Repo Man como de un proyecto sólido, trataron de involucrar en él a Leonardo DiCaprio pero el contacto no cuajó, la cosa tomó mejor pinta cuando comenzaron a sonar los nombres de Jude Law y Forest Whitaker dispuestas a participar, pero no fue hasta el espaldarazo definitivo del productor Scott Stuber que Universal se interesó en poner los 32 millones que ha costado la película, que en USA se estrenó prácticamente a la vez que salía a la venta la novelización de la que se ha encargado en persona Eric García. Por cierto, que a pesar de que 32 millones para lo que se estila hoy en día es un presupuesto de gran estudio bajo, los apenas 17 que ha recuperado la película hasta hoy hacen que pueda considerarse un fracaso comercial, el enésimo que encadena Universal tras batacazos tan sonados como The Green Zone de Paul Greengrass o la disparatadamente cara y azarosa El hombre lobo. Pero eso son asuntos de dinero, que a nosotros ni nos iría ni nos vendría mientras las películas fueran buenas.
Para mí, lo más interesante de la idea de Sapochnik y García es el hecho de que en su futuro cercano una cuestión tan esencial como es el acceso a los trasplantes como únicos tratamientos médicos que permiten en muchas ocasiones la continuidad de la vida, se haya convertido en un negocio. Y no sólo en un negocio, más aún: en lo que en economía se llama una burbuja (3). Es no solo inadmisible (e inaudito) que el tráfico de órganos esté controlado por un monopolio con poderes parapoliciales especiales, sino que también lo es que el precio fijado para su acceso suponga hipotecas perpetuas, tan caras que son imposibles de cancelar, tanto que resulta demasiado lógico que las clases bajas se retrasen o ya no puedan pagar. Lo que más me aterra de esta idea peliculera, fantasiosa, es la certeza que tengo de que si se pudiera hacer, alguien tratará de hacerlo. Más aún: la certeza de que ya se ha hecho. Y si no, obsérvese lo que ha pasado en España con otro bien básico y “garantizado” por la Constitución como es la vivienda, y de cómo habría una generación entera jodida, atrapada por hipotecas absurdas a 40 años, de no ser porque al menos en esta cuestión siempre existe la salida de no comprar y vivir de alquiler. Pero no divaguemos, y quedémonos con la copla simplemente de que lo que dice Repo Men de una forma sin duda demasiado esquemática, tiene su reflejo en la vida real. Y más, si el lector lo piensa, en un país como Estados Unidos, en donde este 2010 ha estado marcado por el proyecto de Obama, conseguido solo a medidas, para crear un seguro de salud universal y público; en donde si no tienes un seguro médico privado, más te vale tener una salud de hierro, y en el que sí lo tienes se mirará con lupa qué clase de tratamientos cubre y cuáles no. Así, por mucho que le den vueltas los republicanos, el seguro de los pobres siempre será pobre, y si alguien necesita un tratamiento especial muy caro… ¿a lo mejor dentro de poco podrá ofrecer como avales de un préstamo sus propios órganos?
Todo ello contado bajo la alusión que abre la película al famoso gato de Schrödinger (4), que viene a resumir a la perfección el modo de sentir del protagonista: lo que hace está bien y mal a la vez, igual que el gato vive y está muerto en el mismo instante según el experimento. La gente está viva y está muerta a la vez, como el gato, y la película acaba bien y acaba mal al mismo tiempo. Como no podía ser de otro modo.
Notas
1. Miguel Sapochnik es consciente de eso, y decide hacerla un homenaje: en una escena el hijo del protagonista está viendo televisión, y la película que están poniendo es precisamente El sentido de la vida en esa escena.
2. SPOILER, no leer si no la has visto una de las dos películas: nos referimos a ese falso final en el que parece que los protagonistas lo han conseguido, pero en realidad todo es una ilusión inducida y de verdad han perdido. Esta clase de recurso, referencias a otras películas aparte, puede ser muy discutible por todo lo que tiene de trampa, pero al mismo tiempo, y aplicado a este film, explica todo el tramo final, que sería inverosimilísimo sin esa dolorosa conclusión (¿de verdad alguien piensa que un hombre y una mujer solos van a acabar con un sistema entrando en la sede de la empresa responsable como Perico por su casa? ¿Tan fácil? ¿Entonces de qué estábamos hablando el resto del metraje, dónde estaba el problema?).
3. Se le suele llamar burbuja a cuando un mercado sufre una deformación artificial a través de la cual se pierde toda relación entre lo que cuesta de verdad producir un producto y su precio final de venta.
4. Erwin Schrödinger, físico austriaco Premio Nobel en 1933, uno de los padres de la física cuántica. Una de sus más famosas aportaciones fue el experimento imaginario conocido como “el gato de Schrödinger”, y que demuestra las paradojas que abre la física cuántica, y que ha sido integrado como un ejemplo del principio de incertidumbre que formulase Heisenberg. El experimento consiste en lo siguiente: es una caja cerrada y opaca, dentro de la cual hay un gato, una botella que contiene un gas venenoso y una partícula atómica sumamente inestable, sobre la que existen un cincuenta por ciento de probabilidades de que se volatilice, rompiendo la botella y matando al gato. El experimento viene a decir que no hay manera de saber en qué estado se encuentra el interior de la caja sin intervenir y abrirla. Así pues, según la física cuántica el gato estará vivo y muerto a la vez hasta que no cambiemos las circunstancias mediante la observación (abrir la caja).
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