Aunque Summer Camp es su opera prima como director, Alberto Marini no es precisamente alguien inexperto ni desconocido en el mundo del cine fantástico español. El italiano, afincado en España desde 1999, viene desempeñando labores de producción desde tiempos de la Fantastic Factory de Julio Fernández y Brian Yuzna, y ha desarrollado una interesante carrera como Director de Desarrollo de Proyectos y Director de Contenidos en Filmax. Pero además, por encima de eso, ha destacado como guionista de películas como Romasanta (2004) de Paco Plaza, Para entrar a vivir (2006) y Mientras duermes (2011) de Jaume Balagueró, o Extinción (2015) de Miguel Ángel Vivas. Muy aficionado desde niño al cine de terror, su conocimiento y su cariño por el género se hace evidente en este paso a la dirección (de momento, por lo que dice él en las entrevistas, aparentemente puntual), para la que ha elegido un escenario tan evocador y querido como es un campamento en medio de un bosque, y un tema tan popular y energético como el de los “infectados” (o zombis rabiosos) al que él da un tratamiento bastante original.
Para Marini, y su cómplice en este guion Danielle Schleif, los violentos afectados no son en realidad infectados, sino intoxicados, de manera que la situación de ser un zombi a lo 28 días después es transitoria, se pasa, y se puede volver a contraer las veces que haga falta. Esto se traduce en un divertido juego de “quién se la liga”, en el que todos los personajes van contra los demás y cualquiera puede cambiar de cazador a presa de una secuencia a la siguiente. En un momento en el que se ha hablado ya tanto (y a la vez tan poco) de drogas como “la droga caníbal” o MDPV, la base lógica que sustentaría esta interpretación es hasta plausible.
Summer Camp es ante todo un film de terror juvenil, trepidante, sin ninguna otra pretensión que no sea la suprema de divertir. A un decadente campamento de verano con pinta de llevar mucho tiempo cerrado llegan los monitores, un par de días antes de que lleguen también los niños. Chicas y chicos guapos, ellas de procedencia norteamericana (el campamente es un campamento para aprender inglés). Cerca del campamento se ha instalado un campamento con lo que parece ser un grupo de drogadictos. Por el bosque deambulan siluetas misteriosas que no se sabe si están dispuestas a convertir la película en un slasher. Pero no: hay algo en el ambiente que convierte a la gente en rabiosos homicidas, furibundos y vomitando sangre. Justo cuando comienzan las carreras la película atraviesa un ligero momento de desconcierto, parece que te vayas a quedar demasiado pronto sin personajes y que todo va un poco atropellado. Pero en seguida se estabiliza y se descubre cual va a ser la dinámica de la acción, y comienza la fiesta, hasta un tramo final tan excelente que no dudo en calificar de genial.
Marini y Schleif mezclan, como ya he descrito, los zombis con la licantropía en un film que huele a [REC] o a Posesión infernal. E incluso a Deliverance, porque el leitmotiv es la imposibilidad de la confianza, o más bien el homo homini lupus (el hombre es el lobo para el hombre). Los personajes son magníficos, porque se enganchan perfectamente a los arquetipos reconocibles de este tipo de películas (esos maravillosos clichés), pero a la vez tienen una coherencia de personalidad poco usual, y que con cuatro pinceladas sirve para determinar qué van a hacer hasta los títulos de crédito. El guion es muy irónico y juguetón, salta de sorpresa en sorpresa, de giro en giro, bromea con las expectativas del espectador y ofrece soluciones y reacciones muy divertidas. Y sin embargo, a la vez, oscuras: en el humor negro, en unos personajes débiles, ocasionalmente mezquinos, algunos incluso rematadamente cabrones. En eso y también en el escenario boscoso, Summer Camp coincide con Cabin Fever (un film que reivindico).
La película aprovecha el contexto para estar rodada en inglés, lo cual favorece su comercialización internacional. El rodaje fue duro y largo, dos años de preparación. Jaume Balagueró produce, y Pablo Roso, el de [REC], se encarga de la cámara.
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