La Muestra Syfy ya es un clásico absolutamente establecido en el calendario de eventos fantásticos madrileños, y me atrevería a decir que incluso nacionales. 12 añazos de historia la avalan, y han ido conformado, temporada a temporada, un estilo propio, que al principio estaba inspirado en el de la Semana de Terror y Fantástico de San Sebastián, pero que a estas alturas es absolutamente diferencial: si uno se despierta desorientado en medio de una sala de cine, podría saber que está en la Muestra solamente por las bromas colectivas, los guiños entre organización y público y el espíritu del patio de butacas.
La edición de este 2015 ha vuelto a tener lugar en los cines Callao, entre los días 5 y 8 de marzo. El público de la Muestra es muy fiel, y todos los años llena las salas en la mayoría de las sesiones, colgando el cartel de “no hay entradas” en buena parte de ellas. El evento es una muestra y no un festival, lo que implica que no es competitivo (no da premios), y que suele estar volcado en presentar en la capital títulos interesantes de la última temporada que no hayan gozado de estreno, aunque casi todos hayan estado previamente en festivales como Sitges.
Cada año se puede hablar de las películas de manera independiente, una por una, o bien se puede tratar de capturar el pulso general de la edición. Y la de este año ha tenido un latido irregular, con opiniones extremas. La Muestra tiene lugar en una única pantalla de cine, las películas se proyectan una detrás de otra, y el público tiene tendencia a ver varias seguidas, o incluso a verlas todas. Es decir, que aunque se vendan entradas por separado para cada película, la Muestra funciona como tres jornadas de maratones (con una intro el día cero, que siempre es el jueves). A donde quiero ir a parar, es a que no es lo mismo programar películas que programar maratones, igual que no es lo mismo pinchar canciones que construir sesiones de música. En una maratón hay una dificultad añadida, el todo no es solo la suma de las partes, sino también su estructuración, oportunidad, sentido panorámico y/o de progresión, etc. Estoy convencido, pasando por encima de los detractores de esta edición, que los programadores de la Muestra han escogido en general películas de indiscutible interés. Han traído films premiados en festivales (Lo que hacemos en las sombras, Goodby Mummy, Cub o Jamie Marks is Dead), algunas obras muy estimulantes (Song of the Sea, Spring, Under the Skin), otras simplemente muy esperadas (lo nuevo de Joe Dante o Sion Sono). Sin embargo, la disparidad de apreciaciones y las ácidas quejas que se están pudiendo leer estos días en blogs, reflejan que tal vez los programadores no han sabido dar con el “sentido de sesión”, con ese paisaje rítmico y anímico que hace falta para que funcione una maratón (o tres).
Este año me ha quedado claro que a la Muestra le fallan las sesiones golfas. La del viernes, con la japonesa Hunger of the Dead (Hunger Z, de Naoto Tsukiashi), fue una vez más (el año pasado cayó el Dead Sushi de Noguro Iguchi y Yoshihiro Nishimura) la apuesta por la “gamberrada” nipona, por esa clase de film “frikada”, cachondo, premeditadamente casposo y trufado de chistes del nivel de “caca-pedo-pis”; es decir, la clase de cosa que de gamberrada se queda, muy a menudo, en mera “tontada”, y Hunger Z aun no siendo la peor de este estilo tampoco nos hizo particular gracia. Tal vez la idea era que fuera el público el que la enriqueciera con su interactividad, pero ésta tampoco se llegó a dar, y la audiencia no pasó de la risa o el murmullo en algunas escenas. Claro que lo del sábado fue todavía peor. Quiero creer que Crazy Bitches (de Jane Clark) fue seleccionada para la programación a ciegas y por el título, me niego a pensar que algún miembro de la organización hubiese visto esta mierda y aun así nos la hayan puesto. Y es que hay que admitir que el título suena “prometedor” y más si lo vinculamos con el slasher. Pero Crazy Bitches es de todo menos crazy, de hecho es más bien anodina, rutinaria, aburridísima, no especialmente sarcástica y desde luego bastante mediocre, pálido “Sexo en Nueva York” con unas tías que hablan entre ellas mientras alguien, muy de vez en cuando, las asesina sin creatividad alguna. Para más inri, la presentación de la película contó con el único invitado de este evento que normalmente no tiene visitas de los autores: un tal Chris Orchard, que dicen que ha hecho los “efectos especiales” del film. Cosa curiosa, porque esta cosa, por no tener, no tiene ni efectos dignos de mención.
El “anticlímax” se apoderó de la Muestra en más momentos, claro está. Por ejemplo cuando el domingo a una hora tan determinante para el estado de ánimo posterior como es las 17:30 se proyectó Jamie Marks is Dead (de Carter Smith), de excelente fotografía pero bastante plomiza, justo antes de la indie/artie de origen iraní A Girl Walks Home Alone at Night (de Ana Lily Mairpour), interesante pero no precisamente por su carisma, y a sabiendas de que el cabeza de cartel del día es la maravillosa pero complicada Under the Skin (de Jonathan Glazer). Aun considerando que tanto A Girl Walks Home… como sobre todo Under the Skin son películas valiosas, no puedo sorprenderme por la cantidad de críticas recibidas del tipo “el domingo fue una tarde dura”.
O cuando el sábado, en el mejor horario, a las 22:00, se caldea el ambiente con un slasher ciertamente defendible como es el belga Cub(de Jonas Govaerts), pero excesivamente tibio y dubitativo, sin la fuerza necesaria para actuar como “subidón”, menos todavía actuando detrás de la “linklateriana” Spring (de Justin Benson y Aaron Moorhead).
Lo que trato de formular, espero que de manera clara, es una teoría de porqué aun estando viendo películas intrínsecamente buenas (unas más otras menos), la impresión generalizada de esta edición ha sido la de que no lo hemos pasado especialmente bien: por una cuestión de escaparatismo, y no porque los responsables del evento no conocieran bien el producto y el mercado.
Porque seamos justos: la sesión inaugural del jueves depende cada año (suele ser un preestreno) de lo que toque estrenar más o menos en la época de la Muestra, y este año tocaba Chappie, lo nuevo de Neill Blomkamp (District 9), que a unos gustó más y a otros menos (o incluso nada), pero que tenía sentido ahí. La inteligente y desternillante comedia Lo que hacemos en las sombras (What We Do in the Shadows, de Jemaine Clement y Taika Waititi) tenía que estar (y volvió a arrasar y a convertirse en una de las favoritas del público, igual que pasó en Sitges, en San Sebastian y allá donde la han pasado). Ver Tokyo Tribe, lo nuevo de Sion Sono en Madrid en pantalla grande es un lujo y una excepción (aunque cabe de nuevo el debate de qué sintió el público menos documentado, que no sabe quién es Sono o que les da igual, al tener que “aguantar” dos horas de película musical hip hop en japonés). Lo mismo se puede decir de descubrir lo nuevo de Joe Dante, la divertida Byring the Ex. O películas tan majas y disfrutables como Housebound (de Gerard Johnstone), la interesante, áspera y a ratos malrollera Goodnight Mommy (Ich seh ich seh, de Severin Fiala y Veronika Franz), o algunas de las ya citadas e interesantes Spring, Cub, A Girl Walks Home Alone at Night y sobre todo Under the Skin, que para nosotros es, ni más ni menos, una de las mejores películas del 2014 y sin lugar a dudas una de las mayores obras que ha dado la ciencia ficción (para adultos interesados en algo de reflexión) en bastantes años (hermanable con una Upstream Color, para situar al lector en el timbre del que estoy hablando). Si a eso sumamos la posibilidad de ver en cines el clásico de Studio Ghibli Mi vecino Totoro (Tonari no Totoro, 1988, de Hayao Miyazaki), aunque fuera doblada al castellano (la sesión es una excelente iniciativa para iniciar a los niños), está claro que es infundado hablar de un año de programación floja. Y si lo ha parecido, insisto, es señal de que esas películas no se han colocado bien o no se han combinado con los contrapesos correctos.
Destacaré, sin embargo, una sesión que fue como la seda, un auténtico regalo, y que fue cada uno de los días la primera de la tarde, a un horario “solo para incondicionales” como es las 15:30. Tras Housebound el viernes, cosa que no está nada mal, han sido precisamente dos películas de las que más han gustado de todas las exhibidas, las programadas a esta hora: hablo primero de Song of the Sea, de Tomm Moore, el del Secreto del libro de los Krell), film de animación que consiguió emocionar hasta las lágrimas incluso a los más aguerridos espectadores. Y sobre todo de la sueca L.F.O. (de Antonio Tublen), película de ciencia ficción inteligente, sorprendente y más que curiosa que seguramente ha sido la revelación de esta Muestra, y de existir premios en ella habría optado con ventaja al de mejor guion.
En definitiva: buenas películas, mala sensación. Y esto en un evento caracterizado por llenazos de gente que sale corriendo de las salas para ponerse a la cola otra vez y volver a entrar… da que pensar.
HISTORIA DE LA MUESTRA SYFY.
La primera muestra se celebró en 2004, y nosotros ya estuvimos en ella. Los días 29 y 30 de abril, en el Cine Imperial, sala que hoy ya no existe, como ninguna de las de Lauren Films, que cerraron al quebrar esa distribuidora. Una lástima, porque el Imperial era el mejor cine de toda la Gran Vía, pero ese es otro tema. Por entonces no se llamó Muestra Syfy, sino Muestra de Cine Fantástico y de Terror Calle 13, ya que ese era el canal abanderado de NBC Universal Network relacionado con el género en España. Su organizador y alma mater era Adrian Guerra, por entonces jovencísimo y hoy por hoy convertido en nuestro productor más respetado y admirado. Él, con el patrocinio de la citada cadena de TV, consiguieron que pasáramos dos noches enteras en la sala de cine, desde las 21:00 hasta el amanecer, viendo The Toolbox Murder (de Tobe Hooper), The Last Horror Movie (de Julian Richards), Undead (de los hermanos Spierig), Dead End (de Jean-Baptiste Andrea y Fabrice Canepa), Azumi (de Ryuhei Kitamura) o Dead & Breakfast (de Matthew Leutwyler), junto con cortos tan destacados y ganadores de premios como El tren de la bruja (de Koldo Serra) o I See You in my Dreams (de Miguel Angel Vivas).
Al año siguiente hubo II Muestra en enero y con cambio de cine, del Imperial al cada vez más mítico Palafox (hoy por hoy sede el otro evento madrileño, el Festival Nocturna), y del formato de dos maratones nocturnas pasó a tomar su actual configuración: inauguración (una película única) un jueves, y tres jornadas con entre 4 y 5 películas, viernes, sábado y domingo, con venta de entradas individuales por película, o con abono para verlo todo. Este segundo año, la programación tomó como leit motiv la ciencia ficción, y se proyectaron títulos como Primer, el montaje del director de Donnie Darko, Code 46, Robot Stories, etc.
En 2006 la III Muestra dio la impresión de estar a un pelo de no celebrarse: las fechas saltaron hasta finales de junio, y casi hasta el último momento no hubo noticias de ella. Pero NBC Universal Network había lanzado el canal Sci Fi y lo vinculó con la muestra como parte de su estrategia de promoción. Así que, bendito sea Sci Fi, hubo tercera muestra. Y además fue el primer año de presentadora para Leticia Dolera, la bellísima y joven actriz que pertenecía al círculo de amistades en Barcelona de Adrián Guerra (ella misma nos lo reconoció en la entrevista que le hicimos en 2008), junto con su pareja Paco Plaza o su amigo Jaume Balagueró, nombres todos que sin duda le sonarán al lector… Leticia el primer año llegó a pasarlo mal a causa de cierto sector del público que se cebó con ella. Pero en seguida se hizo con la Muestra, año a año ha ido sabiendo cómo ganarse el respecto y el cariño de la audiencia de la Muestra, y hoy por hoy ella es, sin exagerar nada, un elemento característico imprescindible más.
Esta tercera Muestra fue también la que dio inicio a la controversia de cómo debían de ser la actitud del público en las proyecciones: todo empezó de manera espontánea durante la sesión inaugural, Ultraviolet, que era de Kurt Wimmer, el director de Equilibrium, que en la II Muestra había triunfado (en uno de sus pocos pases en pantalla grande en España). Pero esta vez la magia no se produjo, y la película resultó ser tan mala que la gente decidió tomársela a chufla. Así, y sin venir a cuento, la sesión comenzó a adornarse sucesivamente por toda clase de comentarios en voz en grito, risotadas, bromas, etc, etc. Las reacciones no se hicieron esperar, y al día siguiente ya había una polarización total entre los que prefieren ver las películas en el cine en medio del silencio, y los que son fans de la Semana de Terror de San Sebastian y vieron la oportunidad de trasladar ese estilo a Madrid. Entre los primeros destacaré a nuestro querido amigo Oscar Arias, alias Atxein (legendario activista de la promoción del cine de terror por Internet) y webmaster de La Mansión del Terror, azote de los que no se callan en el cine, y defensor de la ortodoxia. De la tensión entre una postura y la otra, opino que ha quedado un punto intermedio que no sé muy bien si debería satisfacer a ambos o todo lo contrario. Es evidente que en algunos momentos hay cachondeo, y que hay bromas colecitvas ya recurrentes, pero eso no me parece mal. Pero la cosa trae cola hasta nuestros días, extendiéndose incluso al tono de las presentaciones de Leticia Dolera, que a veces van en una línea y a veces van en la otra.
De aquellos primeros años quedan para el recuerdo la presentación de Guillermo del Toro (que por entonces estaba pasando una época en Madrid) a Blade Trinity, las sesiones de cortos seleccionados por la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastian presentados por el propio José Luis Rebordinos, y sobre todo recuerdo con mucho cariño a aquel espectador (nunca llegué a conocerle) que iba todos los años a la Muestra con una máscara de marciano. Hace tiempo que no se le ve; igual se le ha roto la máscara, o igual ha dejado de ir, o ha regresado a su planeta. Recordemos también las muestras gratis de KitKat entre película y película (reemplazada en alguna ocasión por leche condensada en un formato tubito similar al de la pasta de dientes, más difícil de comer en la sala), reemplazado en tiempos posteriores por Huesitos (y últimamente… por nada, snif).
2007 y la IV Muestra fue un año de clara consolidación. La (todavía llamada) Muestra Sci Fi tomó sus fechas actuales de manera definitiva: en torno al 8 de marzo, siempre tomando el jueves, viernes, sábado y domingo más próximos. Inauguró con un Zhang Yimou, y se vieron peliculones como Tideland de Terry Gilliam, la obra danesa de animación para adultos Princess, Paprika de Satoshi Kon, Los abandonados de Nacho Cerdá, Nightmare Detective de Shukamoto o Exiled de Johnnie To. Fue muy buen año. Por cierto, Exiled fue presentada por Roberto Cueto, muy buena introducción. Así que 2008, otro año sensacional, funcionó en la misma línea y nosotros nos lo pasamos muy bien, disfrutamos como cerdos en el barro. Fue además un año en el que todo sonaba a expansión: una segunda sala del Palafox estaba consagrada a la promoción del videojuego Comdemned 2, y en el marco de la Muestra llegó también a Madrid la exposición de objetos míticos usados en rodajes de películas fantásticas de la colección personal de Maite Mínguez, y titulada Viaje fantástico. Lamentablemente la Crisis acabó con los sueños de que la Muestra creciera para convertirse en algo todavía más largo y ambicioso. Aunque el precio de las entradas, 3 euros (posteriormente subido a 4 euros desde 2008, es más que competitivo en una ciudad como Madrid en la que el cine cuesta en torno a 9.
Ah, sí. El 2008, o V Muestra, también fue importante por arrancar la costumbre maravillosa (aunque en 2009 no lo hicieron, lo retomaron desde 2010) del pase matinal para niños el sábado, aunque sea necesariamente una sesión doblada.
2009, o la VI Muestra, fue la última con Adrián Guerra al frente, coincidiendo con su paso profesional de la distribución (Versus Entertainment) a la producción (Nostromo). Sin él, yo creo que se perdió un poco a la hora de seleccionar las películas, pero la Muestra estaba ya bien asentada.
En 2011 se produce el último cambio de nombre. El canal de TV Sci-Fi ha pasado a llamarse Syfy, y la Muestra con él: VIII Muestra Syfy de Cine Fantástico.
2012 fue el año del cambio de cine: se abandona el Palafox ante las protestas de muchos seguidores, y se pasa el Cine Callao, mucho más céntrico (ya a escasos metros de Sol) y también con mayor aforo. Y así y todo, las sesiones se siguen llenando casi todas. También fue el año del Trash entre amigos, sesión que tuvo su continuidad en 2013, y en la que se pretendía de alguna manera zanjar el asunto del cachondeo en la sala: Nacho Vigalondo, Rubén Lardín, Raúl Minchinela y el Sr. Ausente son los maestros de ceremonias de un pase de uno de los cutre-telefilmes de Syfy al más puro estilo Mystery Science Theater 3000, en el que ellos, en interactuación con el resto del público, hacen coñas todo el rato sobre la película que se está viendo. También se establece una colaboración con Phenomena, la iniciativa de Nacho Cerdá, algo que esta vez durará los años 2012, 2013 y 2014, con el pase de películas clásicas como Ultimátum a la Tierra, El planeta de los simios, Alien, Desafío total, La mosca o Depredador.
Este año 2015 se ha echado de menos el Phenomena, que ahora cuenta con sala estable en Barcelona y en Madrid viene a sesiones puntuales con cierta periodicidad.
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