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Ballerina (2025), dirigida por Len Wiseman y protagonizada por Ana de Armas, expande el universo de John Wick con una propuesta que oscila entre el espectáculo brutal y el desgaste del concepto. El film nos presenta a Eve, una bailarina-asesina empeñada en vengar la muerte de su familia y encontrar un propósito en un mundo regido por la violencia estilizada y las normas letales de la Alta Mesa. El guion opta por una estructura de manual, apoyándose en clichés del género de acción y en la atmósfera reconocible de la franquicia, pero carece del brillo narrativo y la cohesión de las cintas dirigidas por Chad Stahelski.

El prólogo es flojo: los diez primeros minutos resultan anodinos y parecen sacados de una película de acción de baja factura, apenas justificando la motivación de la protagonista. Por fortuna, el ritmo remonta pronto, y la película se convierte en una sucesión de set pieces de acción coreografiadas con pericia. Ana de Armas se impone como figura central, luciendo en combates físicos y desplegando un carisma contundente. Para quienes anticipaban más escenas de la actriz tras su participación en “Sin tiempo para morir”, Ballerina no decepciona: destacan tanto su entrega física como la verosimilitud con la que interpreta la letalidad de Eve.

En cuanto a las escenas de acción, la cinta recoge la herencia visual de Stahelski, aunque con menos sofisticación y creatividad que “John Wick 4”. Aun así, Ballerina brilla en secuencias como la del club nocturno o el enfrentamiento con lanzallamas, donde Len Wiseman saca partido a su experiencia previa en acción frenética. La concepción visual y la planificación mantienen una continuidad estilística adecuada, haciendo del filme un entretenimiento efectivo, aunque incapaz de superarse frente a su saga matriz.

El principal lastre del filme reside en el desarrollo de los personajes y la ausencia de verdadera novedad argumental. Eve, pese a la entrega de De Armas y el fondo trágico de su historia, no logra escapar del esquema de la heroína vengadora, con una psicología apenas esbozada. Los personajes secundarios, salvo excepciones como los veteranos del universo John Wick (Keanu Reeves, Ian McShane, Anjelica Huston), sirven de adorno y apenas aportan densidad dramática a la trama.

La película se sostiene, en parte, por un puñado de ideas locas y su estética autoirónica. En los momentos más delirantes —como el combate con objetos improvisados o la lucha contra el lanzallamas— Ballerina encuentra su mejor versión, abandonando el realismo y sumergiéndose en el espectáculo exagerado. Sin embargo, cuando el ritmo decae y recae en el drama personal, la propuesta se muestra rutinaria y pierde parte de su atractivo.

En el plano técnico y de ambientación, Wiseman y el equipo dotan a la película de una factura visual notable, con escenarios y fotografía al servicio de la acción y el lucimiento de Ana de Armas. El homenaje al ballet queda relegado a una metáfora sobre la disciplina y el dolor, trasladando la crudeza del arte escénico al ámbito de las peleas coreografiadas. La música, la edición y la puesta en escena cumplen, aunque lo realmente memorable es la estética de violencia refinada que el universo John Wick sigue sabiendo explotar.

En síntesis, Ballerina es un spin-off disfrutable, vibrante y a ratos espectacular, que extiende el espectáculo visual y físico de su universo sin renovarlo en profundidad. La película destaca por la presencia y rendimiento de Ana de Armas, pero no logra trascender su condición de derivada ni aportar originalidad al género. Resulta una adición entretenida para el público fan del “Wickverso”, fiel a la marca y repleta de guiños —pero también evidencia que la fórmula, sin mayor riesgo creativo, corre el peligro de agotarse.

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