Dentro de la mitología del cine de terror siempre ha tenido preponderancia la figura del vampiro, ese ser nocturno, ávido de sangre humana, misterioso e inmortal. Durante décadas el cine se ha volcado, con más o menos fortuna, en ese mito, personalizado, in extremis, por el Conde Drácula. El padre de todos los resucitados. Desde que Bram Stoker, novelista inglés, creara a este conde en 1897 basándose en el Príncipe de Valakia Vlad Tepes, también conocido como Vlad Draculea “El Empalador”, el mito sólo ha hecho que crecer al igual que las diferentes versiones del personaje. Hemos podido verle en pantalla encarnando al primigenio Nosferatu (1922) o al variopinto Blácula(1972), un extraño intento de integrar a la gente de color en el mundo vampírico en la década de los 70. Pasando por supuesto, por Bela Lugosi y su interpretación magistral de 1931 y por un fundamental Christopher Lee, quién, quizás, dio más personalidad y “empaque” a este Conde Transilvano.
Una de las productoras que más se han dedicado al cine gótico y de género ha sido sin duda la Hammer, desde sus inicios apostó por el terror y la fantasía y fue durante años, un referente al hablar del cine de vampiros.
La Hammer Productions fue creada en 1934 por el actor Will Hinds (apodado en su carrera cinematográfica como Will “Hammer”) conjuntamente con el dueño de una cadena de cines llamado Enrique Carreras. Durante años fueron los encargados de producir películas de diferente catadura hasta conseguir, después de varios altibajos, llegar a lo que sería su década dorada en los años 60, tiempo de gloria que logró alargar, no sin dificultades, hasta mediados de los 70. Con la filosofía de crear productos rentables al menor costo posible, fueron haciéndose un hueco en la industria del cine de terror y suspense, creando incunables como La Momia (1959), Las dos caras del Doctor Jekyll (1960) o toda la saga de Drácula con Christopher Lee como el Conde vampiro y Peter Cushing como su antónimo, Val Helsing. Binomio interpretativo aún no superado hoy en día.
Christopher Lee ha sido, sin lugar a dudas, uno de los vampiros cinematográficos más carismáticos en la gran pantalla y quién mejor ha personificado la figura del Conde Drácula. La crítica rápidamente aceptó su aportación al mito vampírico alegando que hacía creíble el que las damas atractivas y ligeras de ropa, muy habituales en estas películas, se sintieran atraídas por este “gentelmen inglés” educado e hipnótico, sin tener que recurrir siempre a “sus dotes infernales” para acercarse a estas bellezas y vampirizarlas, como había estado ocurriendo con sus predecesores.
David Fisher, el director de buena parte de estos filmes, planteó por primera vez en una película de terror, unos planos más cercanos y sangrientos, pudiéndose ver sin reparos los colmillos ensangrentados del vampiro tras el mordisco de rigor en la yugular de la víctima. La sangre podía, de esta forma, correr libremente ante los ojos del espectador. Cosa que aumentaba el realismo del ataque. Hasta entonces, el bocado fatídico siempre estaba oculto a la vista por la capa del conde de turno, escondiendo así la visión del líquido carmesí, lo cual quitaba credibilidad y efectismo a la escena.
ANTECEDENTES
Christopher Lee, actor Londinense, nacido el 27 de Mayo de 1927, era hijo de una condesa italiana y un coronel del ejército británico recibiendo el nombre de Christopher Frank Carandini Lee. Tuvo que ponerse a trabajar desde muy joven y dejar sus estudios en el prestigioso colegio Wellington debido a los graves problemas económicos por los que pasaba su familia.
En un principio, su carrera se inclinaba más hacia la música, llegando incluso a formar parte de los coros de la Ópera de Estocolmo, pero la poca remuneración económica que recibía cantando le llevó a buscar más dinero en otra profesión. De esta forma tan poco glamurosa llega al mundo de la interpretación y en 1947 firma con una productora no demasiado conocida pero que le facilitará su entrada en el mundo del cine y la televisión.
Durante estos comienzos fue alternando diferentes papeles en filmes de variada catadura hasta que en 1957 rodó para la Hammer la película “La Maldición de Frankenstein”, interpretando al monstruo creado por Mary Shelley. El éxito fue considerable con lo que la productora le ofreció el papel de Drácula (1958) en el largometraje dirigido por Terence Fisher. Lee aceptó en lo que fue su despegue definitivo hacia la fama.
Su relación con el conde transilvano marcó gran parte de su carrera, a pesar de haberse negado a participar en la segunda parte de Drácula con el filme “Las novias de Drácula (1960)” también del director Fisher, por miedo a encasillarse, no pudo escapase de la alargada sombra del personaje que le persiguió hasta que, por fin, volvió a interpretarlo en 1966 en “Drácula, Príncipe de las Tinieblas (1966)”, considerada la segunda película oficial de la saga. Durante este metraje, se recrea la resurrección del vampiro por parte de Klove, el mayordomo del castillo del conde.
Este filme se caracteriza por el silencio absoluto del que hace gala Drácula durante toda la película, motivado por el desacuerdo de Christopher Lee con los diálogos que tenia asignados, ya que los consideraba pueriles y estúpidos, por lo que la productora optó por eliminarlos del guión. Aunque esto no impidió que el éxito le rondara de nuevo por esta interpretación.
Ya como el vampiro oficial de la Hammer, Lee vuelve a retomar al personaje en 1970 con la película “El poder de la sangre de Drácula (1970)”. En un principio el actor inglés no iba a aparecer en la cinta, pero la distribuidora Warner Bross para América, con quién se había asociado la Hammer, se negó ha aceptar una película sin Lee. Es por ello que se tuvo que incluir al conde en el guión, otorgándole el papel de protagonista y haciéndole revivir en el cuerpo de Lord Courtley, el intérprete principal hasta ese momento.
Ese mismo año, y ya enfundado de nuevo en la capa negra y el raso rojo, Lee se pone bajo la dirección de Jess Franco para repetir como el conde hemoglobínico en “El Conde Drácula (1970)” donde compartiría cartel con Klaus Kinsky, Enma Cohen y Herbert Lom, entre otros. Esta coproducción multitudinaria, intervinieron más de cuatro países en ella, se presentó como la versión más fiel del personaje de Stoker, pero en realidad fue una película más sobre Drácula, esta vez ni el tío Jess ni Christopher Lee pudieron aportar nada nuevo al personaje añadiendo paja al ya manido tema.
Entre interpretación e interpretación en películas para diferentes productoras, Christopher Lee siempre retornaba (inevitablemente) al registro que lo había encumbrado dentro del cine de terror, de esta manera, aún lo pudimos ver en 1971, bajo la dirección de Roy Ward Baker, en “Las cicatrices de Drácula” Una película continuista que mezcla tópicos típicos de otros filmes del género con intentos innovadores en el argumento, como, por ejemplo, que por primera vez todo un pueblo se alza contra el bebedor de sangre de forma conjunta.
Lamentablemente durante este rodaje se hará más patente la precariedad económica en la que empieza a caer la productora, y se empieza a notar, sobretodo, en los nefastos efectos especiales capitaneados por unos evidentes murciélagos de plástico y la patética muerte de que es objeto el Conde Drácula, un filme digno del olvido. Además, esta es la primera película que no empieza donde acaba su predecesora, con lo que la resurrección del vampiro no coincide en el lugar donde el conde fue destruido, causando esto un problema en toda la continuidad de la saga.
A causa de estos factores en los rodajes, Lee empezaba a no estar del todo cómodo con sus papeles y el declive de la productora se hacía cada vez más evidente.
Aún así repitió enfundándose la piel del malévolo conde un par de veces más, concretamente en el año 72 y el 73.
Drácula AD 72 fue la primera en donde se trasladó al mítico vampiro a la época moderna, se aparcaron los escenarios góticos, los coches de carruajes y la espesa niebla y se sustituyeron por colores chillones, música estridente y localizaciones modernas, este cambio “descolocó” al aficionado, tan acostumbrado a disfrutar de su personaje preferido en ambientaciones más clásicas. La atmósfera hippie y la sobreactuación de algunos secundarios bajo muchos enteros la calidad global del filme convirtiéndola en una película nada reseñable dentro del universo Hammer, a no ser por el debut de la increíble Caroline Munro, belleza que hizo carrera en esta productora.
Christopher Lee finalizó su relación directa con este personaje en 1973 con “Los Ritos Satánicos de Drácula”. Esta película, junto con Drácula AD 72, formaron el díptico que dedicó la productora del martillo al noble transilvano ambientadas en la época de los años 70. Debido a la mala recaudación del primer filme se descartó el realizar una inyección económica a esta segunda película y se encargó el metraje al mismo equipo. El resultado fue catastrófico. Más digno de la serie Z en algún momento del metraje que de una película con el sello característico de la Hammer. El comienzo del fin ya era inevitable para la productora.
Un bajo presupuesto y el mejor resultado posible en pantalla había sido el emblema de la casa hasta este momento, pero en estas dos películas se bajó demasiado el listón y se rozó una calidad tan ínfima que el buen nombre de la empresa empezó a quedar en entredicho.
Pero Hammer Productions aún se animó con una saga más sobre vampiros, bastante alejada del carisma que había implantado Christopher Lee al personaje, pero aún con el estupendo Peter Cushing entre sus intérpretes secundarios, estamos hablando de Carmilla Karstein, la vampira de la obra homónima escrita por Sheridan Le Fanu, que estuvo compuesta por tres filmes. El primero fue: “Las Amantes Vampiros” (1970) bastante fiel a la novela “Carmila” de donde se nutre todo el metraje.
En ella se da mucha importancia a que el vampiro no puede descasar lejos de su mortaja y se remarca que la única forma de matarlos es mediante una estaca en el corazón y cortándoles posteriormente la cabeza, manteniéndose así fieles a la tradición más macabra del folklore centroeuropeo y repitiéndose también el icono bíblico de la cruz como amuleto eficiente contra estas bestias nocturnas.
Como segunda parte de la saga se presenta la película “Ataúd para un vampiro” en 1971 donde se vuelven a cargar las tintas con la exagerada moralina que advierte que las chicas que no obedecen a sus mayores son las que caen más fácilmente en manos de estos seres depravados y sedientos de sangre. Filosofa esta muy propia de la “mojigatería” de la época y digna de cualquier buen libro de fábulas y, sin duda, con el mismo deseo constructivo, aunque el resultado final siempre era otro.
Para finalizar este trío de reinas, en 1971 la Hammer produce “Drácula y las mellizas”, la tercera película de la trilogía. Más vampirismo liderado por la familia Karnstein, con un par de incongruencias sobre el mito, como que los vampiros puedan desenvolverse normalmente durante el día y que el conde no necesita que lo decapiten para desintegrarse y morir. Se supone que son licencias del director John Hough para justificar un argumento no demasiado afortunado. Aunque se puede considerar una buena película de vampiros, sin mayor pretensión que la de entretener.
La productora Hammer aún realizó una película más relacionada con estos seres nocturnos, fue: “Capitán Kronos, Cazador de Vampiros” (1974) proyecto llevado a cabo en su totalidad por el creador de la serie televisiva de “Los Vengadores”, Brian Clemens el cual escribió el guión, la dirigió e incluso colaboró en su producción.
Kronos estaba pensada como la primera de una serie de películas protagonizadas por este personaje, interpretado por Horst Janson, pero el tema no convenció a la mayoría. En el filme se barajan los géneros de aventura y de terror conjuntamente, haciendo alusión a los diferentes tipos de vampiros que pueden existir y a las variadas formas de matarlos. Aunque esta cinta nació con pretensiones de continuidad el público no respaldó esta idea, y se quedó como película piloto.
Durante las décadas posteriores a esta película, justamente en los 80 y 90, la Hammer se dedicó exclusivamente a la producción televisiva dejando arrinconada la pantalla grande.
Pero la llegada del siglo XXI estuvo repleta de novedades: La empresa cambia de manos por la dimisión de su director desde 1960, Roy Skeggs y es entregada a un consorcio privado que incluía al gurú publicitario Carlos Saatchi. Esta etapa se caracteriza por revitalizar las coproducciones y poco a poco volver a la realización de filmes, para en el 2007 cambiar de nuevo de dueños y caer en un holding de empresas europeas encabezado por un gigante de las inversiones Holandesas que le inyectará unos revitalizantes 50 millones de dólares. Esta bocanada de aire fresco le permitió volver a la producción y a realizar remasterizaciones de sus clásicos, empezando por su incunable “Drácula”.
Justamente el 2008 preparó una nueva serie de terror y vampiros ambientada en la época actual, en coproducción con Pure Grass Films, (esta empresa ha sido la primera en producir un serial de terror para teléfonos móviles titulado When Evil Calls con un considerable éxito), y que ha sido emitida por Internet a través de MySpaceTv. Se trata de 20 capítulos en formato telefilme que lleva como título: Beyond The Rave y que sólo se podrán ver desde este portal en la red. Además, parece que esta vez la productora viene para quedarse, ya que también se ha adelantado en hacerse con los derechos de la película “Let the Right One” del director sueco Tomas Alfredson junto a Spitfire Pictures, para realizar un remake de cara a estrenarlo este 2010.
La historia esta basada en la novela de John Ajvide Lindqvist donde se narra la infancia de dos niños Oskar, un adolescente con problemas y Eli, la nueva vecina. Tras una serie de extraños asesinatos todo hace pensar a Oskar que su nueva amiga es un vampiro.
Este es, sin duda, uno de los más esperados retornos después de 30 años sin producir ninguna película. Podemos afirmar que vuelve la sangre fresca a los incondicionales del martillo.
Pero volviendo con Christopher Lee y su relación con Drácula y la productora Inglesa, comentar que a finales de los 70, coincidiendo con la debacle de la Hammer y su manera de entender el género de terror, el actor comienza a participar como secundario en un sin fin de películas de dudosa calidad, ajenas a la temática que lo encumbró. Entre lo mejor de esta etapa podemos contar con su participación en “La vida privada de Sherlock Holmes” (1970) de Billy Wilder, “El hombre de la pistola de oro” (1974) como némesis de James Bond en la etapa de Roger Moore, “Los Tres Mosqueteros” (1973) junto al desaparecido Charlton Heston o la versión televisiva de “Rasputín” en 1977.
En la década de los 80 comienza su decadencia como actor y apenas es reclamado por los directores viéndose obligado a participar casi exclusivamente como invitado de programas televisivos o siendo un secundario de lujo en telefilmes paródicos o de intriga, típicos de la sobremesa dominical.
Pero en el 2002 recupera parte de su esencia perdida gracias al director Peter Jackson y su trilogía sobre la obra de Tolkien “El Señor de los Anillos”. Se le ofrece el papel del mago Saruman al actor londinense aceptándolo sin dudarlo. También ayuda a su resurgir mediático el que, el mecenas del cine fantástico, George Lucas confíe en él dándole el papel del malvado Sith Conde Dooku, conocido como Darth Tyranus en las películas de la trilogía galáctica Star Wars: “El Ataque de los Clones” y “La venganza de los Sith”.
Ya de nuevo en el mercado actoral ha vuelto a granjearse el afecto de directores y aficionados por igual participando en variadas películas de todo tipo de temática. Incluso ha vuelto a su otra gran pasión: El canto, participando en grabaciones con grupos de Heavy Metal como Manowar o de Power Metal como Rhapsody. Aunque su máxima ilusión está depositada en lo que será su segundo disco en solitario.
Pero, lamentablemente para el aficionado, jamás ha vuelto a retomar el manto escarlata que lo llevó a ser uno de los mitos más grandes dentro del mundo del terror gótico. Nunca más volveremos a ver a Drácula bajo la piel de este gran actor londinense, pero para nuestro regocijo tenemos su legado, un legado de sangre vampírica derramado sobre siete buenas películas apadrinadas por la Hammer Productions y que, sin duda, siguen siendo el deleite del aficionado a este género.
Drácula y los vampiros siguen vivos, y parte de esa inmortalidad se la debemos a Christopre Lee.
Loado sea el Conde.
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