De niño, allá por los años 70, conocí las primeras referencias del anime en televisión, gracias a series como Heidi, Marco, de los Apeninos a los Andes o la magnífica Mazinger Z, que me alucinaba de crío y ahora, que la estoy revisitando, me parece bastante cutre para la época actual, pero no para aquellos años de mi infancia en los que también alucinaba con El Increible Hulk de Lou Ferrigno y Bill Bixby, y que siempre me perdía porque coincidía en la primera cadena con La Casa de la Pradera, que querían ver el resto de mi familia. Y tres contra uno es una batalla injusta.
Volviendo al anime, yo no tenía ni idea de quién estaba detrás de esas series y de otras que llegaron después como Bola de Dragón,Pokémon, Naruto, etc.
Un día empecé a interesarme por todo este mundo del manga y el anime japonés y descubrí nombres como Isao Takahata, Akira Toriyama, Katsuhiro Otomo y Hayao Miyazaki.
Éste último es el autor de numerosas películas de animación para el cine, la mayoría de ellas convertidas en obras maestras del género, como fueron La Princesa Mononoke, Porco Rosso, El Castillo Ambulante, Ponyo en el Acantilado y otras que han constituido una maravilla de la factoría japonesa Studio Ghibli, de la que es cofundador.
Ahora nos ha presentado su última obra, The Wind Rises, sobre un chico que sueña con volar, pero al ser corto de vista, se conforma con convertirse en uno de los más prestigiosos diseñadores aeronáuticos, al tiempo que en la pantalla se refleja su vida, marcada por hechos históricos como el terremoto de Kanto en 1923, la gran depresión o la entrada de Japón en la guerra.
Y con esta película, Miyazaki nos dice adiós, el adiós del anime más visualmente impactante y poético que hayamos visto en una pantalla, el anime de calidad, de prestigo, que ha conseguido elevar la animación a categoría de clásico, ya que sus obras han obtenido numerosos premios, entre ellos el Óscar de la Academia de Hollywood, el Bafta, el Oso de Oro y el premio del Círculo de Críticos de Nueva York.
De joven, Miyazaki (nacido en 1941) tenía claro que iba a seguir con la actividad de su padre, fabricar timones para aviones de guerra, pero a mediados de los sesenta se cruzó en el camino de la compañía Toei, en la que entró a trabajar como intercalador de animación, y donde conoció al que después sería colega en el Studio Ghibli, Isao Takahata, con quien colaboró en las populares series de televisión ya mencionadas Heidi, Marco y Ana de las Tejas Verdes. En el 78 creó su primera serie propia Conan, el Niño del Futuro, y en el 79 su primera película, El Castillo de Cagliostro, única no perteneciente al Studio Ghibli.Tras colaborar en varios mangas y dirigir varios episodios de la serie de animación Sherlock Holmes, fundó en el 85 el popular Studio Ghibli, con el que comenzó a realizar las películas que le han valido un puesto de honor dentro del cine de animación japonés.
La primera obra que salío de su estudio fue Nausicaa del Valle del Viento, basada en un manga homónimo creado por Miyazaki en el 82, la historia de una princesa que se enfrenta al ejército de un reino cuya capitana intenta controlar un Dios de la Guerra para destruir el Bosque Contaminado y a los insectos gigantes que viven en él.
Vista la premisa de su primera película, deducimos que la imaginería de Miyazaki va más allá de todo lo visto anteriormente, y así ha sido como demostró en sus siguientes trabajos. Su siguiente obra, El Castillo en el Cielo, nos muestra una nave espacial atacada por piratas que buscan una piedra, que también sirve como llave para abrir las puertas de la Fortaleza Celeste, una isla flotante creada por una antigua civilización, y que esconde un tesoro mucho mayor que el poder para gobernar el mundo.
En Mi Vecino Totoro, la acción se traslada a una casa cerca de un bosque a la que se traslada un profesor universitario junto con sus hijas, que descubren la existencia de unos duendecillos del polvo, y aprenden que solo los seres de corazón puro pueden ver a los espíritus del bosque. De esta manera, la más pequeña de las niñas, de sólo cuatro años, se propone descubrir al rey de ese bosque, llamado Totoro.
Nicky, la Aprendiz de Bruja fue su siguiente trabajo, y contaba la historia de una bruja que, al cumplir 13 años, debe abandonar la casa de sus padres, como manda la tradición brujil, y quedarse en una ciudad donde sea requerida su ayuda. Nicky así lo hace, y en la aventura hace amistad con Jiji, un gato negro, y montada en su escoba se instalan en una ciudad marítima, donde descubrirá el mundo y a sí misma.
Su siguiente película, Porco Rosso, nos muestra a un piloto militar italiano que, a causa de un extraño hechizo adopta la apariencia de cerdo. Debido a ese hecho y al color de su hidroavión, toma el nombre de Porco Rosso y se convierte en un cazarrecompensas dedicado a atacar las bandas de piratas que operan en las costas del Mar Adriático. Estos, a su vez, contratan a un piloto estadounidense para que derrote a Porco Rosso.
Posteriormente llegó la película más aclamada y atractiva del cine de animación japonés, La Princesa Mononoke, una fantasía que se centra en la lucha entre los guardianes sobrenaturales de un bosque y los humanos que necesitan de sus recursos para sobrevivir. Una bella e imaginativa obra maestra que supuso un gran éxito en Japón y desbancó a la película más taquillera del momento, Titanic.
Su séptimo film ha sido uno de los más premiados de su carrera. El Viaje de Chihiro obtuvo el Óscar a la mejor película de animación en 2002, además de otros premios como el Oso de Oro en el Festival de Berlín, el National Board of Review, el Critic’s Choice Award, y los premios de las asociaciones de críticos en Los Ángeles y Nueva York. Cuenta las aventuras de una niña llamada Chihiro que se pierde junto a su familia al atravesar un túnel con su coche y aparecer en un extraño lugar habitado por espíritus y donde no hay sitio para los humanos. Allí, sus padres son convertidos en cerdos, y Chihiro tendrá que hallar la forma de romper esa maldición y rescatar a sus padres para poder escapar de allí.
El Castillo Ambulante fue el otro film multipremiado de Miyazaki. Nominado a 16 premios y galardonado con otros 16, es la historia de Sophie, una joven con aspecto de anciana que busca al mago Howl para recuperar su rostro juvenil, y tendrá que acudir al hogar del mago, un castillo con capacidad de desplazarse por el mundo. Está basado en la novela homónima de la autora británica Diana Wynne Jones, y explora temas como el destino, la juventud, el valor y el amor.
La penúltima obra de Miyazaki se titula Ponyo en el Acantilado, y narra las aventuras de Sosuke, un niño de 5 años que se encuentra a una niña-pez en la playa, una princesa que desea convertirse en humana, pero el padre de Ponyo no quiere que ella viva entre los humanos y se la lleva de vuelta al mar. Ponyo se rebelará y decidirá que quiere tener pies y manos para poder vivir en el mundo de Sosuke, aunque ello implique un desequilibrio en la naturaleza. Versión libre de La Sirenita, famoso cuento de Hans Christian Andersen.
Repasando esta filmografía, a uno le entran ganas de volver a ver todas sus obras (y puede que lo haga), ya que el anime japonés es indiscutiblemente el cine de animación más imaginativo que existe, y Miyazaki es el maestro del género, por lo que os recomiendo a todos que reviséis estas peliculas, joyas del anime que perdurarán como el legado de Hayao Miyazaki, un director que nunca perdió al niño interior y lo plasmó en la pantalla, haciéndonos llegar a todos su imaginación convertida en imágenes bidimensionales. Debería haber pasado a las 3D en su último trabajo, The Wind Rises, pues la experiencia sería el culmen de una trayectoria impecable. No ha sido así, pero de todas formas confío en que alguien pueda adaptar sus mejores trabajos al 3D y vivamos el cine de Miyazaki como si nunca antes lo hubiésemos conocido, cabalgaremos junto a la Princesa San, volaremos junto Marco Pagot y viajaremos hasta la isla flotante a través de un universo fabuloso, lleno de mágicos seres y habitado por los deseos e ilusiones de una infancia que nunca ha muerto.
Miyazaki se va, pero su camino de fantasía permanecerá abierto para las futuras generaciones, como un nuevo País de las Maravillas esperando por nuevas Alicias.
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