Fallece otro histórico del cine de terror, responsable junto con el resto de grandes de la generación de los 70 (en la que se podrían incluir John Carpenter, Tobe Hooper, David Cronenberg y algunos más) de la educación cinematográfica de dos y hasta tres generaciones, autor de algunas de las películas más determinantes y características de las últimas décadas.
Comenta su amigo Robert Englud la anécdota de que cuando le convocaron para el casting de Pesadilla en Elm Street, para ver si cuadraba en el papel de Freddy Krueger, él se presentó a la prueba aposta con pinta de guarro, sin peinar, vestido de macarra y con ropa vieja, y con cara de acabar de salir de una pelea… Lo hizo porque pensó que el director de una película tan dura como La última casa a la izquierda debía de ser un tipo muy duro, heterodoxo y poco dado a lo clásico y convencional. Sin embargo, para su sorpresa se encontró con un señor con aspecto de profesor de universidad, educadísimo, cultísimo y con una manera de comportarse y de ser absolutamente irreprochables (Asi y todo, se llevó el papel). Ese era Wes Craven: el tipo que nos robó el sueño durante nuestra infancia y adolescencia con las pesadillas que salían de su celuloide, el que no se cortaba en pisar el acelerador de la sangre o de pulsar la tecla de la oscuridad de lo sórdido, era en realidad una persona encantador, otro ejemplo de caballero. Ocurre una y otra vez, para que luego digan los censores que nuestro cine favorito engendra actitudes violentas.
Wes Craven nació en Cleveland en 1939. Estudió inglés, psicología y filosofía, y ejerció durante años fue como profesor de Humanidades en el Clarkson College of Technology. Pero su gran pasión resultó ser el cine, en el que se inició como editor de sonido y de post-producción colaborando con pequeñas productoras de Nueva York. Exprimió los conocimientos técnicos que estaba adquiriendo para aplicarlos en rodar por motivos monetarios algunas películas porno bajo pseudónimo (a todo esto él seguía dando clases en la universidad). Y a principios de los 70 se dejó imbuir en el espíritu contracultural que se respiraba en la universidad, y movido por su afición por el nuevo tipo de cine que se estaba comenzando a hacer, se puso a colaborar con Sean S. Cunningham, que más tarde sería el creador de la serie de películas de Viernes 13, juntos, con otros refuerzos como el de Steve Miner (que luego dirigiría House: una casa alucinante, algunas secuelas de Viernes 13, etc) filmó la que será su primera película oficial: La última casa a la izquierda (Last House on the Left, 1973).
La última casa a la izquierda llevó al cine de terror a un nuevo nivel de realismo, mostrando cosas que hasta la fecha se habían considerado tabús. Considerada demasiado fuerte, la película tuvo problemas con la censura de medio mundo, y colocó a su director en la picota del nuevo cine de horror sucio y salvaje que contextualizaba el gore (que ya existía desde los 60) en entornos más aterradores porque ya no eran sangre de salsa de tomate y surrealistas mutilaciones a maniquís, sino una violencia, una maldad y una suciedad que se dan, nos guste o no, en la vida cotidiana.
Siguió en esa línea con Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 1977), que presentaba una familia caníbal y endogámica capaz de rivalizar con la de La matanza de Texas (The Texas Sawchain Massacre, 1974, de Tobe Hooper)
Pero como hemos dicho, Craven era un hombre tranquilo, que trató de sosegar su propia obra y desmarcarse de lo extremo en una serie de trabajos en el terreno del cine de terror más o menos interesantes, algunos verdaderamente sugerentes, como fueron Las dos caras de Julia(Stranger on our House, 1978), Bendición mortal (Deadly Blessing, 1981) con una desconocida Sharon Stone o La cosa del pantano (Swamp Thing, 1982) sobre el personaje de cómic de la DC.
En 1984, y ya con su nombre inscrito de manera definitiva en el género de terror, pero tocando palos más sutiles, realizó su obra maestra y su mayor aportación a la historia del cine popular: Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street), creando uno de los personajes icónicos del género para siempre, Freddy Krueger, e iniciando una serie que tendría siete secuelas, un remake, un spin off televisivo (la serie Las pesadillas de Freddy) y un crossover (Jason vs. Freddy).
El resto de los 80, estando en lo más alto del Olimpo del cine de terror por el anterior título, desarrolló películas tan entrañables como Amiga mortal (Deadly Friend, 1986), Shocker: 100.000 voltios de terror (Shocker, 1989) o la que sería otra de sus más prestigiosas películas: La serpiente y el arcoíris (The Serpent and the Rainbow). Las películas de Wes Craven tienen tendencia a desmadrarse al final, algo que termina siendo esperado por los fans.
Los 90 nos depararon la curiosa El sótano del miedo (The Peolpe Under the Stairs, 1991) y el regreso de Wes Craven a la serie de Freddy Krueger para encarar su séptima entrega, que intentaba algo totalmente distinto al plantear un juego metacinematográfico entre realidad y ficción, con lo actores y técnicos de Pesadilla en Elm Street haciendo de sí mismos (incluido él, por supuesto) y la premisa de que Freddy existe en la vida real, fuera de la pantalla. Se llamó La nueva pesadilla de Wes Craven (New Nightmare, 1994), pocos directores son capaces de poner su nombre en un título como algo significativo.
Poco después vendría otro de sus mayores éxitos, y de nuevo una de las películas que marcaron la tendencia de su tiempo e influyeron en el género que se ha hecho desde entonces hasta nuestros días. Hablo por supuesto de Scream (1996), de la que también dirigiría sus tres secuelas, Scream 2 (1997), Scream 3 (2000) y la tardía Scream 4 (2011), que es además la última película que llegó a dirigir.
Intentó trabajar fuera del cine de terror, tanto implicándose con Eddie Murphy como con Maryl Street en la incomprendida Música del corazón(Music of the Heart, 1999), pero al final siempre volvía al terreno en el que mantenía sus millones de fans: el cine de terror o sus aledaños, como en el excelente thriller Vuelo nocturno (Red Eye, 2005).
En los últimos 15 años se había dedicado sobre todo a producir el trabajo de otros. Diagnosticado de cáncer cerebral, la muerte vino a buscarle ayer 30 de agosto, dejando una vez más a los seguidores del terror de todo el mundo con el corazón encogido.
Siempre nos quedarán sus películas, legado imperecedero sobre el que volveremos una y otra vez.
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