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Dev Patel ha hecho los deberes. Monkey Man es un proyecto personal que ha empujado por sí y para sí mismo: la dirige, escribe, produce y protagoniza. Puede que el tema escogido no sea muy novedoso, pero no cabe duda de que el esfuerzo ha sido muy sentido, y esto impregna hasta el más mínimo detalle de la película. Como un monólogo sincero que menciona tanto El furor del Dragón o The Raid, pasando por el cine de acción coreano y las películas de Bollywood que su familia le enseñaba de niño. Todo esto y más, alimenta su primera película como autor total.

Pero una cosa es conocer tus influencias y otra muy distinta ponerlas en práctica en la pantalla sin perder un ápice de tu propia voz. A pesar de todos sus triunfos -y Monkey Man es una película repleta de triunfos momento a momento-, la película de Patel puede haber encontrado su mayor éxito en la forma en que traduce de forma fluida y poderosa el amor puro y cinético del director por el cine en algo audaz, nuevo e inolvidable.

Patel interpreta a Kid, un joven desaliñado que vive en los barrios bajos de la India. Se gana la vida a duras penas luchando con una máscara de mono en una liga de boxeo clandestina dirigida por un desagradable promotor (Sharlto Copley exprime hasta la última gota de alegría de su papel) y carga con el peso de la muerte de su madre y la destrucción de su hogar cuando sólo era un niño. Kid tiene cicatrices, tanto mentales como físicas, que nunca desaparecerán, al menos no hasta que por fin se haya acercado lo suficiente como para apretar el gatillo y vengarse de los hombres responsables de su dolor.
Cuando nos encontramos con él, Kid cree que por fin ha encontrado una forma de entrar, lavando platos en un club exclusivo donde el jefe de policía (Sikandar Kher) que dio origen a su miseria pasa mucho tiempo en la sala VIP. A partir de ahí, empieza a urdir un plan. Pero la venganza nunca es sencilla y, en el caso de Kid, no es algo que pueda hacer solo.

Como ya he dicho, Patel ha hecho los deberes. Conoce a la perfección el ritmo de las películas de acción que dieron vida a Monkey Man y, lo que es más importante, sabe que su público también conoce ese ritmo. Eso le coloca en la interesante posición de intentar seguir el ritmo adecuado y ofrecer lo que quiere, asegurándose al mismo tiempo de que el ritmo es el suyo propio. Es realmente sorprendente lo bien que lo consigue siendo un director novel que también trabaja duro delante de la cámara. En las numerosas secuencias de acción de Monkey Man, los espectadores verán de todo, desde Taxi Driver a Karate a muerte en Bangkok, pasando por The Raid o The Villainess, y mucho más, todo ello realizado con una energía desenfrenada y frenética por Patel y la directora de fotografía Sharone Meir.
Pero Patel no se limita a encadenar referencias, ni sigue todas las reglas que toda una vida de ver películas de acción podría haberle enseñado. A pesar de toda la sangre y toda la brutalidad -y hay mucha, toda ella elaborada con maestría-, Monkey Man es más poderosa cuando se calma. Kid no es sólo un luchador que arrastra décadas de dolor, sino un hombre que intenta encontrar la forma de calmar su mente inquieta y su corazón dolorido. Hay un elemento de Robin Hood en la forma en que se levanta de las profundidades de la sociedad para desafiar a los que están colocados en pedestales, pero Patel no se limita a hablar de boquilla de esa idea. Al igual que otros grandes cineastas de género con conciencia social como Jordan Peele (que produjo Monkey Man) y Bong Joon-ho, Patel profundiza en las metáforas de la historia que cuenta más de lo que parece sugerir una historia de acción, involucrando a Kid no sólo con los pobres, sino con los marginados que se atreven a recorrer su propio camino en una sociedad que no deja de empujarlos hacia atrás. Impregna a la película de un sentido de comunidad y le da un tono mítico que el viaje de Kid en solitario nunca podría alcanzar.

Patel se nos muestra absolutamente hábil delante de la cámara, ya sea dando su propio giro a un montaje de entrenamiento cinematográfico o simplemente dirigiendo su intensa mirada a alguien desde el otro lado de una habitación. Desde su irrupción en Slumdog Millionaire, ha sido el tipo de actor capaz de ponerte de su parte con una mirada, una sonrisa, una sola mirada que convence a todo el público de que merece la pena seguirle, por muy oprimido, asustado o simplemente derrotado que parezca. Aquí, Patel aprovecha ese don particular y lo pone a toda marcha, ofreciendo una interpretación que es a la vez constantemente poderosa y a menudo sorprendentemente vulnerable, un héroe de acción con alma de poeta.

En las manos de Patel como protagonista y director, Monkey Man se convierte en un nuevo clásico de acción a la espera de su público, que no se cansará de Kid y su implacable naturaleza. Es un triunfo muscular, emocional y feroz de una película, y cuando termine, querrás volver a verla de nuevo.

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